La declaración del comisario Pierre Moscovici cuestionando los Presupuestos españoles ha levantado muchas ampollas en Madrid. Tantas que el titular de Economía del Ejecutivo comunitario ha tenido que tomar un papel secundario en las conversaciones tras las llamadas de Moncloa al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Según apuntan fuentes cercanas al Gobierno, el dossier de las cuentas públicas de España se ha elevado a las más altas instancias después de la monumental salida de tiesto del francés. Lo que significa que Juncker y, sobre todo, el vicepresidente Valdis Drombovskis han relegado al comisario Moscovici, cogiendo de facto las riendas del desaguisado mientras el galo se ocupa en Lima de las reuniones anuales del Banco Mundial y el FMI.
De acuerdo con estas fuentes, el consejo de comisarios habría tratado antes un asunto tan delicado como las cuentas públicas de España. Máxime con una elecciones a la vista. Sin embargo, nadie se esperaba bajo ningún concepto que Moscovici se expresase con semejante claridad sobre el incumplimiento del objetivo de déficit y la necesidad de una actualización de los PGE 2016.
Al igual que ocurrió por ejemplo con Austria, en otras ocasiones los Gobiernos que encaraban unos comicios tan sólo habían presentado a la UE una suerte de plan presupuestario estándar que no contuviese muchas variaciones. Sencillamente, se sobreentendía que el nuevo Gabinete ya se encargaría de tratarlo más adelante con el Ejecutivo comunitario una vez tomase posesión. Sin embargo, en el caso de España esta vez el problema radica en que el Presupuesto confeccionado sí que contempla cambios sustanciales como las rebajas de impuestos. Unas medidas que sin duda hipotecarán el cumplimiento de la senda de consolidación fiscal comprometida con Bruselas.
Pese a que en Hacienda están convencidos de que este año se ceñirán al objetivo, el problema real no es la desviación de unas décimas que pueda ocurrir en 2015 por culpa de las Comunidades Autónomas y del escaso repunte de los ingresos de la Seguridad Social. Eso ya no es relevante para nadie. Lo importante es lo que suceda en 2016, un ejercicio en el que hay que bajar el déficit desde el entorno del 4,2 al 2,8 por ciento del PIB. O lo que es lo mismo, un esfuerzo de ajuste del orden de los 14.000 millones de euros que no se ha aplicado prácticamente en ningún sitio.
En estos momentos, al parecer los técnicos de la Comisión no están cediendo en los números. Así que el tira y afloja de las conversaciones más bien se está centrando en las palabras que se emplearán para darle una envoltura política. Nada de sanciones ni de rehacer el presupuesto porque eso ni siquiera se recoge en el protocolo establecido una vez transcurridas las dos primeras semanas en las que sí se puede devolver el presupuesto para que se rehaga, cosa que nunca se ha hecho. Lo más probable es que se emita una nota parecida a la que se hizo con Francia e Italia, a los que tan sólo se les pidió que presentasen medidas adicionales. “Otra cosa es ver qué países de verdad han cumplido adoptando esas medidas adicionales”, deslizan estas fuentes. Lo cual abre la puerta a que el próximo Gobierno se vea obligado a solicitar un aplazamiento de las metas presupuestarias igual que han hecho todos.
"Guindos no ató bien las conclusiones y la pifió. Pero las presiones de Moncloa han resultado definitivas para que la Comisión diese marcha atrás. Juncker y todos los comisarios del Partido Popular Europeo tienen que acudir a Madrid para el congreso de la formación que se celebrará los días 21 y 22. Imagínense con qué caras se presentarían aquí. ¡Menuda forma de arropar a Rajoy!", señalan varias fuentes.
Hasta tal punto han funcionado los movimientos de Moncloa que dos de los mayores halcones de Europa, Schäuble y Drombovskis, tuvieron que mostrarse comprensivos con España y enmendar la plana a Moscovici, quien está precisamente lejos de ser considerado un hueso duro. "La intervención del ministro de Finanzas germano fue extremadamente importante porque le concedió mucha credibilidad a la marcha atrás. Ahí Guindos, en cambio, desempeñó un rol fundamental", comenta otra fuente consultada.
El dilema para la Comisión Europea está servido. Por un lado, no puede mostrarse demasiado blanda porque al día siguiente tendría a otros 17 países pidiendo árnica. Por otro, claramente no quiere que el alumno modelo que ha sido España se eche a perder porque entre un nuevo Gobierno con Podemos de la mano.
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