Las crisis provocan una reacción instintiva en los humanos. Es la de dejar de mirar a largo plazo para centrarse en el futuro inmediato. Quizá por precaución o quizá por supervivencia. La que ha generado el coronavirus es multilateral, pues no sólo afectará a la salud, sino también a las relaciones humanas y, claro, a la economía.
Las nuevas infecciones no poseen ni vacuna ni tratamiento y, si tienen la capacidad de expansión del coronavirus, generan una enorme incertidumbre. Por eso, el economista José Antonio Herce remarca que es una incógnita cuándo será posible volver a la normalidad y cuándo los ciudadanos podrán regresar a las aulas, los bares, los teatros y los estadios. “Eso no lo vamos a ver en meses. Y en todos esos meses iremos con mascarillas, con guantes, con ropa de protección...se podría hacer incluso una Pasarela Cibeles con las prendas de protección que nos vamos a ver obligados a llevar durante un buen tiempo”, expresa.
Sin normalidad -y nadie sabe cuándo y cómo regresará-, la actividad económica no volverá a pleno rendimiento y eso genera una importante incertidumbre entre los empresarios. Herce se muestra crítico con el Ejecutivo en este sentido, pues considera que realizado algunos movimientos que han acrecentado esta preocupación. “Las organizaciones empresariales están asustadas y preocupadas porque tienen que afrontar el coste de la discontinuidad en sus negocios y el de hacerse cargo de sus plantillas pese a que, en unos cuantos casos, lleven un mes sin abrir. Por eso, las medidas económicas no se pueden imponer, sino que hay que negociarlas. Y da la impresión de que, en algunos casos, no se ha hecho así. Diría que las empresas tienen la sensación de haberse visto atrapadas por algunas trampas que ha puesto el Gobierno, como la del permiso retribuido recuperable. Eso no es bueno”, afirma, en una conversación telefónica.
Las empresas tienen la sensación de haberse visto atrapadas por algunas trampas que ha puesto el Gobierno.
Herce también es crítico con la -cercana- posibilidad de establecer un ingreso mínimo vital, pues lo considera como una invitación para no trabajar. “Darle a todo el mundo dinero por el mero hecho de ser ciudadano es un error. Si quieren mejorar la situación de quienes menos recursos disponen, deberían optar antes por complementar las pensiones o los ingresos más bajos”.
Una buena alternativa a la renta básica que planea el Gobierno sería un impuesto negativo sobre la renta al estilo del 'crédito por ingreso del trabajo estadounidense'.
“Con un impuesto negativo sobre la renta, quien tuviera pocos ingresos recibiría una compensación del erario público”. Si el ingreso mínimo fuera 10.000 euros y ganara 4.000, el Estado pondría la cantidad necesaria para que alcanzara los 10.000. Eso no es un incentivo a no trabajar, todo lo contrario. Además, ese impuesto lo daría Hacienda, no el Ministerio de Asuntos Sociales”.
¿Qué ventajas traería aparejadas, en ese sentido? “Para que Hacienda te lo conceda, le tendrías que proporcionar todos tus datos, es decir, la Agencia Tributaria dispondría de información sobre lo que entra en las cuentas corrientes de cada individuo. Sin ella, no se percibiría esa cantidad. Sería una buena forma de compensar las rentas bajas y de reducir la economía sumergida. El earn income tax credit es un sistema mucho más racional”, añade.
Una larga crisis
Una de las preguntas que más veces se ha planteado durante los últimos días es la velocidad a la que España superará la crisis; y si la recesión que se intuye en el horizonte podría llegar a transformarse en una depresión. “En uve no vamos a salir por la sencilla razón de que tenemos, a la vista, meses de confinamiento relativo. El día 9 se acabó el permiso retribuido -otra decisión incomprensible que nos va a costar en lo que no está escrito- y a partir de ahora, vuelve la normalidad relativa que había hace dos semanas, en la que algunas empresas pueden mantenerse en activo, pero otras no”, explica.
Y sigue: “Pero es que durante muchos meses las actividades más populares no van a poder generar ingresos y eso va a impactar sobre la economía. En el segundo trimestre, la caída interanual del PIB puede ser del 20%. Eso ya te da una recesión del 4-5% para el resto del año. Eso implica que un déficit de dos figuras no nos lo va a quitar nadie para 2020. Una deuda del 120% probablemente tampoco. Eso no es una uve, es una u con un palito largo abajo. Saldremos de ésta, pero no si no con una grandísima recesión, bastante peor que la de 2009”.
A esto, hay que sumar la recesión que también sufrirán los mercados emisores turísticos, que afectará a uno de los motores de la economía española. Por otra parte, la paralización global por la pandemia ha provocado que "se caigan a pedazos" las cadenas de suministro productivo -con los daños que implica para la industria- y eso ha tenido un reflejo en la cadena de pagos y contrapartidas. “Es una situación complicada para las empresas, que ahora tienen dificultades de liquidez, pero que, si esto se alarga, pronto podrían tenerlas de solvencia”, avisa.
"Es una situación complicada para las empresas, que ahora tienen dificultades de liquidez, pero que, si esto se alarga, pronto podrían tenerlas de solvencia"
Una de las medidas por las que han optado un buen número de empresas en las últimas semanas para aliviar su situación es la presentación de expedientes de regulación temporal del empleo (ERTEs), bien por fuerza mayor o bien por causas, organizativas, productivas, económicas y técnicas.
Herce lamenta que en España no haya existido la “agilidad administrativa” que exigía esta situación. “Hay tal cola en las gestorías que hay empresarios a los que todavía no les ha tocado el turno y, mientras tanto, no han tenido ningún ingreso. Ni han podido anticipar el sueldo a sus trabajadores en algunos casos. La lentitud administrativa es inaceptable y debería haberse resuelto en el primer frente de batalla. No se ha hecho. No hay agilidad administrativa, pese a que existe tecnología para acelerar y automatizar todo eso. Da la impresión de que nada está funcionando como debería”.
Deuda, camino inevitable
A falta de que Europa decida el plan definitivo que pondrá en marcha para combatir los efectos del coronavirus, es evidente que la caída de la actividad y la subsiguiente del empleo reducirá los ingresos de la Seguridad Social y de la Agencia Tributaria. Eso -recuerda Herce- obligará al Estado a endeudarse, cosa que no será buena noticia, pero que será necesario en una situación que se ha presentado casi sin avisar.
En cualquier caso, conviene tener presente que todo lo que se plantee hoy podría dejar de servir al día siguiente. Al menos, hasta que se descubran herramientas médicas más efectivas para luchar contra el coronavirus. Ahora ya hablamos de la desescalada, de la curva, el pico, el altiplano, el valle... Pero aquí la realidad es que habrá altibajos y nadie sabe qué ocurrirá. Hay que seguir de cerca a China porque sus datos dicen que fueron capaces de contener la pandemia. Pero claro, imagina que se produce un rebrote. El pánico que se generaría en el resto del mundo sería descomunal”.
En estas circunstancias, la gente va a ser muy conservadora. “Todo lo que están ahorrando no se lo van a gastar. Ese ahorro es precautorio, no es provisional, no es para la jubilación. Ahora, la jubilación parece más lejos que nunca. Lo importante es el año que viene. Yo a mis amigos les digo siempre 'salud y mañana ya hablaremos'. Pues eso, pero en general”, concluye.
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