Cuando el CIS pregunta a sus encuestados a qué clase pertenecen, la mayoría se sitúa en el umbral medio. Sin embargo, cada vez son más los que se autoclasifican en niveles inferiores de la escala, en una clase más empobrecida. Y es que la definición de este estatus social depende en gran medida de los ingresos y el poder adquisitivo de los ciudadanos que responden, pero también de otros indicadores socieconómicos que tienen que ver con el bienestar y afectan a la percepción personal de capacidad y progreso.
Desde el punto de vista más técnico, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) considera clase media a la población que dispone de unos ingresos que se sitúan entre el 75% y el 200% de los ingresos medianos del conjunto de la población en cada año. En base a esta definición, la clase media se ha mantenido relativamente estable en España, incluso ha aumentado levemente en la última década (del 59,2% en 2007 al 61,1% en 2022), tal y como reflejan Oriol Aspachs y Josep Mestres Domènech en un artículo reciente de Caixabank Research.
La losa de la inflación
Sin embargo, para medir la capacidad económica de la población, y en qué medida esa clase media vive mejor o peor que antes, esos ingresos deberían cruzarse con otros datos relativos a la evolución de los precios o el coste de la vida. Qué capacidad de compra o consumo tienen ahora los ciudadanos con unos determinados ingresos, a qué bienes y servicios pueden acceder. La inflación elevada de los últimos tiempos ha castigado a las familias, que ahora pagan un 33% más por la misma cesta de la compra en el supermercado o un 19% más por la energía, según el INE.
Aunque se ha moderado, la inflación persiste porque la mayoría de los bienes y servicios que se incluyen en el IPC se siguen encareciendo. En noviembre fueron un 2,4% más altos que hace un año. Que la inflación baje sólo significa que el encarecimiento de la vida ha perdido intensidad. Esto permite recuperar poder adquisitivo, pues las subidas salariales pactadas ya están más alineadas con las tasas actuales de inflación, incluso por encima. Pero no fue así en el peor momento de la crisis inflacionista, lo que dejó un amplio margen de mejoría que aún cuesta superar.
El PIB (per cápita)
España viene registrando crecimientos intensos de empleo y PIB, fundamentalmente por el fuerte impulso de la población inmigrante, de las exportaciones (turísticas y no turísticas) y del consumo público. En el tercer trimestre la economía española creció un 0,8% respecto al periodo anterior (abril-junio), igual que en el segundo, superando todas las expectativas de los analistas. Se sitúa ya un 6,6% por encima del nivel prepandemia en términos reales (descontando la inflación). En términos per cápita, la evolución no ha sido tan impresionante: ha crecido la mitad que el total desde finales de 2019.
El PIB per cápita es el producto económico de una nación por persona y se utiliza para medir la prosperidad de una nación. Sin embargo, desde la OCDE han apuntado en varias ocasiones que la renta disponible "es un mejor indicador del bienestar material de los ciudadanos" que el PIB per cápita. El ingreso real per cápita o renta disponible es la cantidad de dinero que les queda a las familias tras recibir salarios, prestaciones o ayudas sociales y hacer frente a las obligaciones tributarias, fundamentalmente impuestos y cotizaciones. Se utiliza para determinar el nivel y la calidad de vida de una población.
La renta disponible
Pese al buen momento económico de España, recién coronada por 'The Economist' como la mejor economía avanzada en 2024, la OCDE desveló recientemente que el ingreso real per cápita cayó un 0,4% en el segundo trimestre, último periodo analizado. Esto ocurrió pese a que el PIB per cápita creció un 0,7%, una combinación que no se dio en prácticamente ningún país de la OCDE. Fue, además, uno de los mayores descensos de los países analizados y la mayor de nuestro país desde el peor momento de la crisis inflacionista.
Desde la OCDE explican a este periódico que la caída de los ingresos reales per cápita de los hogares españoles en el último trimestre se debió "a la caída de las rentas de la propiedad por cobrar y al aumento de las cotizaciones sociales netas por pagar". La reforma de pensiones ha elevado de forma intensa las cotizaciones desde 2023, con un incremento del 15% en estos costes laborales desde entonces. Además, "la remuneración de los empleados también se desaceleró en comparación con el trimestre anterior", apuntan desde la OCDE.
La debilidad del consumo
En cuanto al consumo privado de las familias, en el tercer trimestre se situaba sólo un 2,5% por encima del nivel prepandemia, un crecimiento que contrasta con el 6,6% del conjunto del PIB y evidencia la importancia de otros factores como las exportaciones o el consumo público. Y esto pese al crecimiento intenso de la población como consecuencia de la inmigración, lo que mejora los datos agregados en términos de consumo y empleo, al haber más población dispuesta a consumir y trabajar. El Banco de España alertó en septiembre de que en términos per cápita, el consumo real apenas ha avanzado respecto a 2019.
En esto tienen mucho que ver las rentas altas, que son las más propensas a comprar bienes duraderos, como automóviles, y que han reducido su consumo en un contexto de subida de impuestos e incertidumbre. Los mayores ingresos se destinan ahora al ahorro, con una tasa que en el segundo trimestre alcanzó el registro más alto de la serie para este periodo (excluyendo los años de pandemia, 2020 y 2021). Desde la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas) lo asocian al aumento pasado de los tipos de interés y el encarecimiento de las hipotecas, que mueve a los hogares a reservar fondos con el fin de adelantar el pago de sus deudas.
Aunque el Banco de España detectó una debilidad del consumo mayor en aquellas familias con más ingresos y que solían hacer compras 'superfluas', el descenso se ha dado en prácticamente todas las rentas y edades (salvo en los mayores de 65 años). Es decir, en términos agregados hay más consumo ahora que antes de la pandemia, pero no tanto como cabría esperar en el contexto económico actual y si se analiza en términos reales por habitante. Las subidas del salario mínimo interprofesional (SMI) y de las remuneraciones en general, así como la creación intensa de empleo, favorecen al crecimiento del consumo privado, pero no lo suficiente.
El empleo discontinuo y el elevado paro
España tiene ahora más afiliados a la Seguridad Social que nunca, más de 21 millones, gracias, en buena medida, al crecimiento de la población activa extranjera. Sin embargo, continúa con un nivel de paro preocupantemente elevado, superior al 11%, el más alto de la Unión Europea y de la OCDE. Además, tras la reforma laboral de 2022, ese paro está infraestimado, según la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). La conversión masiva de contratos temporales en indefinidos ha llevado a muchas empresas a usar el contrato fijo discontinuo, con más de un millón de personas trabajando bajo esta fórmula.
Se calcula que más de 700.000 trabajadores tienen un contrato indefinido pero no están trabajando ni cobrando este mes porque son fijos discontinuos, el doble que antes de la reforma. Si han cotizado lo suficiente, cobrarán la prestación por desempleo, pero quedan fuera del rastro estadístico. Estos contratos afectan en mayor medida a los jóvenes, entre los que se han disparado un 700%. También salen peor parados en términos de desempleo, con una tasa que supera el 26%, la más alta de la UE.
Además, según los datos recopilados por Fedea a través de la Muestra Continua de Vidas Laborales de la Seguridad Social, los contratos indefinidos en todas sus modalidades se han multiplicado con la reforma, y alrededor del 60% no pasan de los 360 días. Antes de la reforma, el 60% superaba el año. La caída en la duración es aún más acusada cuando se miran sólo los primeros empleos fijos. El servicio de estudios apunta a los periodos de prueba, que permiten cesar el contrato sin indemnización, y a los abandonos voluntarios, al ser empleos no deseados por los trabajadores.
El drama de la vivienda
Pero si hay algo que ahora preocupa y menoscaba la calidad de vida de la población española, especialmente de los más jóvenes, es la vivienda. La combinación de una escasa oferta y una elevada demanda presiona al alza los precios y dificulta el acceso. La oferta de vivienda nueva ronda las 100.000 al año, la mitad de las que la Fundación de Cajas de Ahorro calcula que serían necesarias para resolver el importante desajuste que se está produciendo desde 2021. Además, el precio de las viviendas nuevas este año ha subido más de un 10% en la mitad de comunidades, según el INE.
Esta realidad obliga a los jóvenes a independizarse cada vez más tarde, la media ya está en los 30 años, y la situación se agava en zonas y ciudades tensionadas. Según un estudio del Consejo de la Juventud de España (CJE), en Madrid y Cataluña los jóvenes deben destinar más del 100% de su salario a pagar el alquiler, lo que hace inviable su emancipación sin pedir ayuda a familiares o compartir vivienda. De hecho, los datos de la oficina estadística de la UE, Eurostat, revelan que un millón de personas con entre 15 y 29 años vive en situación de hacinamiento en España.
Los costes laborales y las pensiones
El análisis de Caixabank Research concluye que la clase media ha aumentado ligeramente respecto a 2007, pero con diferencias generacionales. Ahora hay menos jóvenes en la clase media y más en la clase baja que entonces, mientras que ocurre lo contrario en las personas de mayor edad. El servicio de estudios de la entidad financiera también compara los ingresos reales a lo largo de la vida de cuatro generaciones y observa "cambios relevantes": "Las más jóvenes tienen un nivel de ingresos inferior al de las generaciones precedentes cuando estas tenían su edad".
Precisamente, son los primeros los que se enfrentan ahora a mayores costes laborales para mantener las rentas de los segundos, y aún así no salen las cuentas en el sistema público de pensiones. El director ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, Ángel De la Fuente, ha alertado de que la indexación de las pensiones a la inflación está acercando "peligrosamente" la pensión media al salario medio. Según sus cálculos, compartidos a este periódico, la pensión de los nuevos jubilados es ya un 23,4% más alta que el salario neto más frecuente en España.
Con datos hasta 2023, el salario más frecuente (una vez deducidas las cotizaciones de los trabajadores) se ubica en los 1.430 euros, mientras que los nuevos jubilados entraron en enero con una pensión media de 1.765 euros. Esta pensión media también representa un 84,8% del salario medio y un 102,4% del salario mediano. En cuanto a la pensión media total, de todas las prestaciones por jubilación vigentes en el Régimen General, el experto calcula que superan en un 7,3% el salario más frecuente y están ligeramente por debajo del salario medio (un 26% por debajo) y del salario mediano (sólo un 11% por debajo).
La sensación de ser más pobres
En este sentido, hay datos que avalan la jibarización de la clase media en España que se detecta a través de los indicadores de percepción. El propio estudio de Caixabank Research reconoce que el sentimiento de la sociedad española es contrario al aumento de la clase media que se desprende del cálculo basado en la metolodología de la OCDE. La pérdida de poder adquisitivo de los últimos años, especialmente en áreas tan relevantes como la vivienda, ha provocado un trasvase hacia la sensación de pertenencia a clases más bajas, fundamentalmente entre los más jóvenes.
En los últimos meses, el CIS ha situado la vivienda como tercer mayor problema para los encuestados y como principal preocupación para los jóvenes; mientras que el último Eurobarómetro de la Comisión Europea ya pone en primera posición esta problemática para el conjunto de los españoles. Ha aumentado 18 puntos con respecto a la anterior encuesta realizada en primavera. Un 35% de la población española señaló la vivienda como el principal problema del país, frente al 13% de los europeos. La piedra es tan grande que, junto a otros condicionantes, complica la escalada social y económica de las generaciones presentes y futuras.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación