Economía

Comercio, exportaciones, IPC: la recuperación que vende el Gobierno flaquea

La recuperación se perfila sin fuelle y muy desigual. Los datos más recientes de ventas minoristas, exportaciones, IPC o hipotecas apuntan que el crecimiento pregonado por el Ejecutivo no coge tanta fuerza como sería deseable.

Una recuperación sin fuelle y que va por barrios. Pese a la imperante retórica preñada de optimismo gubernamental, algunos de los últimos datos macroeconómicos no han sido tan buenos como se esperaba. Incluso después de haber levantado el pie del ajuste fiscal y haber inyectado a la economía 4.500 millones en la forma de paga extra a los funcionarios y casi 12.000 millones mediante el pago a proveedores, las ventas minoristas se desplomaron en diciembre un 3,5 por ciento respecto al mes anterior, el peor dato desde septiembre de 2012.

A pesar de haberse agotado el efecto del alza del IVA, la inflación no repunta, reflejando la atonía del consumo. Y otro tanto sucede con las importaciones, que también muestran el raquítico estado de la demanda interna.

Una recuperación desigual

Al tiempo que el consumo de alimentos se derrumba más de un 2 por ciento, las ventas de automóviles aumentan apoyadas en una nueva ronda de ayudas estatales. El contraste entre ambos registros revela que la recuperación se dibuja muy desigual y por lo tanto artificial y sin fuerza. Ese 45 por ciento de hogares que tiene a todos sus miembros activos trabajando puede beneficiarse de unos precios más bajos. Pero de poco servirá si el resto no puede consumir.

Y el antaño motor de la economía sigue ajustándose. El número de hipotecas constituidas todavía se reduce. Pero las noticias más preocupantes proceden del sector destinado a tomar las riendas. Las exportaciones están protagonizando un fuerte giro a la baja desde julio. En noviembre cayeron un 2,2 por ciento interanual. Perjudicadas además por la fortaleza del euro, las ventas fuera de la zona euro de las grandes empresas que recoge la Agencia Tributaria descendieron un 2 por ciento en noviembre de 2013. Una tendencia que puede verse agravada si se recrudecen los problemas de los países emergentes.

El consumo eléctrico de la industria continúa dibujando una pendiente al alza, pero ésta se ha aplanado ligeramente en fechas recientes.

Es decir, la economía crece porque se compara con un periodo en el que el país estuvo al borde la quiebra. Y ahora basta una menor caída del empleo, un ritmo de ajuste más lento en el consumo privado y público, algo de exportaciones y un poquito de inversión en bienes de equipo para conseguir tasas positivas. Pero de ahí a un crecimiento sostenible y robusto dista un mundo.

Sobre todo porque todavía está lejos la estabilización de las cuentas públicas y la consiguiente corrección del déficit y la deuda pública. En cuanto dejemos de compararnos con esos trimestres tan crudos se terminará el efecto estadístico y el crecimiento previsiblemente se enquistará en tasas muy bajas, máxime cuando arrastramos niveles de endeudamiento altos y hay que seguir apretándose el cinturón. A menos que se decida reactivar el crédito y crecer igual que se está haciendo en Reino Unido, a fuerza de burbujas. 

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