Los sabios de la geopolítica saben que la deriva de determinados conflictos es imprevisible. El que está abierto en canal en Oriente Medio, tras el ataque de Irán a Israel, es uno de ellos y puede tener consecuencias más o menos profundas en las economías occidentales. La hoja de ruta que el Gobierno de Pedro Sánchez ha marcado para la española se basa en un escenario de retroceso de la inflación y una mejora de las condiciones financieras. En esa previsión es clave la evolución de los precios energéticos, el factor que más golpeó a la economía de la Eurozona tras la invasión rusa de Ucrania.
Las proyecciones macroeconómicas de Moncloa asumen que esa tormenta ya ha amainado, eliminando piedras en el camino que conduce al fin de la legislatura. El polvorín de Israel amenaza con trastocar los planes del líder socialista. Sin Presupuestos Generales del Estado, con unos apoyos parlamentarios endebles y con las reglas fiscales ya en vigor, el Gobierno tiene escaso margen para afrontar una hipóteca nueva escalada de la inflación.
El escenario 'macro' que desea Pedro Sánchez
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, elevó la semana pasada su previsión de PIB. El Ejecutivo encara el segundo tramo de la legislatura con un crecimiento del 2,4% en 2025 y del 2,2% en 2026. "La economía de España seguirá mostrando un crecimiento robusto en los próximos años apoyado en el crecimiento de la inversión y la productividad, y el buen comportamiento del mercado laboral", indica el Ministerio en su última Actualización de Previsiones Macroeconómicas.
En esta proyección es fundamental el comportamiento de los mercados energéticos. El Gobierno prevé una contención del precio del petróleo a corto y medio plazo. En concreto, espera este año una media de 81 dólares por barril de Brent (de referencia en Europa). La cotización subiría a 85 dólares en 2025 y se mantendría en el mismo nivel en 2026.
"Los mercados energéticos internacionales muestran una tendencia bajista a lo largo de 2024, que podría revertirse parcialmente en el horizonte de previsión", señala el Ministerio. "A pesar del complicado entorno geopolítico, en la primera mitad del año la cotización del petróleo Brent fluctuó entre los 80 y los 90 dólares, mostrando además importantes presiones bajistas durante los meses de verano. Asimismo, en 2024 la cotización del gas parece haberse estabilizado en un nuevo nivel de equilibrio situado en el entorno de los 25-35 €/MWh", sostiene el informe.
Ninguna otra materia prima está hoy tan en el punto de mira como el crudo. El barril de Brent rebotó de inmediato un 5% tras el inicio del ataque iraní y ha seguido trepando este miércoles en el mercado de Londres, hasta acariciar los 80 dólares. Que el precio siga escalando dependerá del alcance y la duración de la contienda y, sobre todo, de la reacción de la OPEP, el cártel que controla un tercio de las exportaciones de petróleo y del que es miembro fundador Irán. De momento, prima la cautela entre los analistas, pero hay quien advierte de la posibilidad de que el barril se encamine de nuevo hacia los 100 dólares.
La inflación, en el foco
La pasada semana, el Instituto Nacional de Estadística (INE) dio una alegría al Gobierno -y a los ciudadanos- al avanzar el IPC de septiembre. El indicador cayó ocho décimas para establecerse en el 1,5%, el nivel más bajo desde marzo de 2021. El propio INE señala a los carburantes y la energía como el principal elemento que ha favorecido el descenso de la inflación. Según el Boletín Petrolero de la UE, tanto la gasolina como el gasóleo suman nueve meses de bajadas, y se mueven en el precio más bajo desde principios de 2022.
"Se espera que los precios continúen su senda de convergencia hacia el objetivo del Banco Central Europeo. La perturbación sobre los precios energéticos, agravada por la invasión de Ucrania, se ha superado sin que se hayan producido hasta el momento efectos significativos de segunda ronda", señala el Ministerio de Economía.
El abaratamiento de los carburantes, sumado al del gas y la electricidad, han propiciado que la inflación baje del listón del 2%, que el BCE considera como objetivo. Gracias a esa tendencia, el Gobierno ha podido anular, al fin, la rebaja del IVA de los alimentos, que ha supupuesto una factura de 2.100 millones para Hacienda. El Ejecutivo ya había eliminado en 2023 la ayuda generalizada para pagar los carburantes, y este año la aplicada a los transportistas.
La vuelta de las tensiones inflacionistas volvería a ejercer presión sobre Moncloa para apoyar a los colectivos más afectados. El problema es que carece de Presupuestos donde cargar futuras ayudas. Y para colmo, la Comisión Europea obliga apretarse el cinturón para cumplir los límites de déficit y deuda. Dos parámetros de los que Pedro Sánchez, precisamente, no puede sacar pecho.
El papel de la OPEP
La guerra con Israel puede acarrear un recorte más o menos drástico del suministro petrolero de Irán, equivalente al 4% de la oferta mundial. De entrada, esa posibilidad no tendría un impacto directo sobre el crudo que consume Occidente. Las sanciones impuestas sobre Teherán hacen que buena parte del bombeo iraní (unos 3,3 millones de barriles diarios) acabe en mercados como el chino o el ruso.
Los analistas no son, por ahora, demasiado pesimistas. Pero a ninguno se le escapa que una escalada del conflicto podría estrangular el suministro iraní, generando tensiones en el mercado. Obviamente, sus compradores tendrían que acudir a países terceros para satisfacer su demanda.
Hay otro gran riesgo que siempre ha estado presente desde que estalló la tensión en Gaza: la posibilidad de que las infraestructuras de transporte de petróleo se vean afectadas por un atentado o una maniobra militar. Todos los focos están puestos en el Estrecho de Ormuz, por el que circula, nada menos, que el 20% del suministro mundial de petróleo.
A favor de Occidente juegan las fricciones históricas entre Irán y Arabia Saudí, el mayor exportador del planeta y el líder de la OPEP. El cartel, asociado con Rusia en la denominada OPEP+, ratificó este miércoles su decisión de incrementar la producción a partir de diciembre. Ahora bien, la opinión de los 13 países miembros puede cambiar en función de los pasos que esté dispuesto a dar Benjamín Netanyahu en Oriente Medio. La escalada de precios también puede animar a algunos productores del cártel a hacer caja, aprovechando la coyuntura.
El dilema del BCE
El próximo 17 de octubre, el BCE se enfrentará a un dilema: mantener su decisión de bajar de nuevo los tipos de interés o aplazar la medida. El recorte estaba asumido por los mercados hasta que los misiles iraníes comenzaron a caer sobre Tel Aviv. Hay consenso generalizado en que la institución que preside Christine Lagarde no se saldrá del guión. Sobre todo, porque aplazar la bajada lanzaría un mensaje de alarma a los mercados.
La evolución del precio del barril marcará los pasos del BCE, que podría mantener el recorte de octubre, pero anular el previsto para diciembre si el panorama se complica. Los analistas dan por hecho también que el banco central ejecutará más de una bajada de tipos el próximo año. Todas esas previsiones entrarían en cuarentena si la guerra va a más.
El Gobierno español no contaba con ese factor de riesgo en el tramo final de la legislatura. Al contrario, confía en una relajación de las condiciones financieras, que beneficia directamente a las empresas y a los ciudadanos. Las primeras son las que deben tirar del PIB. Y los segundos son los que deben votar, con más o menos ánimo, en las próximas elecciones generales.
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