Empresarios de distintas partes de España, con el negocio a medio gas, decidieron en plena pandemia de la covid-19 adaptar sus fábricas para producir mascarillas, batas y equipos de protección individual (EPI). Un año más tarde han creado su propia patronal para defender sus derechos, aunque miran al futuro con la duda de cuánto más durará la pandemia.
"Algunos de nosotros trabajábamos en el sector inmobiliario, otros se dedicaban a la impresión o a fabricar almohadas, casi todos tenemos un perfil de empresa familiar y a lo mejor por nuestro tamaño hemos sido más capaces de reconvertirnos", explica a Vozpópuli Francisco Sánchez, presidente de la Asociación Española de Mascarillas, Batas y EPI.
Entre todos los asociados, acumulan una facturación anual de entre 60 y 80 millones de euros, fabrican mensualmente unos 140 millones de mascarillas -quirúrgicas y FFP2- y han creado 550 empleos nuevos.
Cuando emprendieron este nuevo reto, la Agencia Española del Medicamento les dio unas licencias temporales para unos cuatro meses y, cumplido ese plazo, fueron sometidas a inspecciones exhaustivas para poder fabricar material sanitario a largo plazo cumpliendo con los protocolos.
Ahora, están autorizados para fabricar material con las reglas de calidad europeas, pero una de sus principales preocupaciones es la amenaza para su negocio que supone la importaciones de mascarillas más baratas de países asiáticos.
Proteccionismo ante la 'amenaza' oriental
"Nuestro miedo principal es luchar contra una importación a unos precios a los que es imposible fabricar en Europa. Lo que pretendemos es que se someta al mismo control al producto que viene de fuera que al que se hace aquí, para que tengamos la garantía de que todo lo que se venda es de calidad. Porque ha habido situaciones en las que se han retirado mascarillas porque tenían un certificado falso, porque no tenían la filtración adecuada o porque tenían grafeno", argumenta.
Por ello, piden más protección al Gobierno, y que a la hora de importar se tenga en cuenta no sólo el precio sino también las condiciones de producción del mercado de origen.
"Hay que valorar si la mascarilla viene contaminando (la huella de carbono de su transporte en avión o barco), si se están respetando los derechos laborales en su producción, porque se nos llena la boca hablando de Responsabilidad Social Corporativa pero luego no todo el mundo la respeta. Habría que ver si el fabricante está haciendo un esfuerzo por integrar a personas con discapacidad, o por fabricar con materiales no contaminantes", ejemplifica Sánchez.
Se identificarán con un sello patrio
Las mascarillas españolas se venden a un precio medio de 1,50 euros el paquete de 10 unidades, una cantidad que el presidente de la asociación considera "asumible" para el usuario normal. "A lo mejor se pueden conseguir ofertas de diez mascarillas por 0,95 euros, pero esto no puede ser una ruleta rusa", lamenta.
Sus mascarillas se comercializan en grandes superficies comerciales, como Día o Ahorra Más, algunos de ellos las exportan a Europa, y a partir de ahora llevarán un sello con los colores de la bandera de España para que los usuarios identifiquen más fácilmente que son producto nacional.
"El sello servirá para que el consumidor tenga la garantía de que se ha hecho aquí y de que está bajo la supervisión de la Asociación Española del Medicamento. Dentro de las reglas de uso ejercemos un control y exigimos que sólo pueda llevar el sello el producto fabricado aquí. Si a alguno se le ocurriera importarlas y ponerles el sello, le podríamos expulsar de la Asociación, vamos a ser muy estrictos", advierte el presidente.
Cuánto más durarán las mascarillas
Su segunda preocupación, aparte de la competencia exterior, es el futuro de la pandemia y cuánto más las mascarillas serán obligatorias en el país.
"Obviamente todos sabemos que la demanda de mascarillas en el futuro no será igual que ahora, pero no es un nuestro principal temor. Ahora nos hemos acostumbrado a llevarlas. Hemos descubierto que con la mascarilla hay menos alergia, no hay gripe, no hay bronquitis. Estoy convencido de que hay gente que va a evitar correr riesgos y seguirá llevando mascarillas en algunas circunstancias (por ejemplo, al ir al hospital). Tenemos más seguridad higiénica y la gente las usará", apunta.
Asumen que se producirá una caída de la demanda pero lo que quieren es que, pese a que la demanda que quede sea más reducida, sea la mascarilla nacional la que prevalezca en el país.
"Si las Administraciones Públicas deciden que lo único que importe sea el precio, entonces sí estaremos asfixiados porque el poco mercado que quede no será nuestro. Desaparecerá el sector y en la próxima crisis no acudirá ningún empresario", avisan.
Entre sus 'competidores' nacionales figura el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que produce mascarillas FFP2 con muy buena reputación, pero la Asociación espera que acabe integrándose en su organización. "Ojalá se asocie a nosotros, cualquiera que fabrique en las mismas condiciones es bienvenido".
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