De las Big Four -Deloitte, EY, PwC y KPMG- ¿cuál es la mejor? Respuesta: McKinsey.
Un halo mítico envuelve a la consultora fundada por el profesor de la Universidad de Chicago, James Oscar McKinsey, en el año 1926, escuela en la que se han forjado gran número de altos ejecutivos, entre ellos numerosos cargos de la banca española. El que trabaja en McKinsey sabe que el resto de su vida quedará marcada por ello.
Mientras que las Big Four cuentan con plantillas formadas por entre 200.000 y 300.000 profesionales en el mundo, para facturar anualmente entre 30.000 y 40.000 millones de dólares, McKinsey emplea a 33.000 personas -18.000 de ellas consultores- e ingresa cada año 10.000 millones (según cifras publicadas; la firma evita comentar sus datos de negocio).
Pero ahora la imagen de McKinsey, por vez primera, se tambalea. La enseña ha quedado profundamente manchada por el papel que ha desempeñado en la crisis de los opiáceos vivida en Estados Unidos.
McKinsey asesoró a la farmacéutica Purdue en la comercialización del OxyContin
El pasado día 4 de febrero, McKinsey llegó a un acuerdo con los Fiscales Generales de 49 Estados y cinco territorios de Estados Unidos, sobre su trabajo de asesoramiento a fabricantes de opiáceos. McKinsey abonará cerca de 600 millones de dólares, que los Estados destinarán a afrontar los efectos de la epidemia de opiáceos en la población estadounidense.
La conocida como crisis de los opioides se ha llevado por delante la vida de 450.000 estadounidenses en los últimos 25 años. Desde mediados de los años noventa se introdujo en el mercado de Estados Unidos medicamentos derivados del opio. La prescripción sin control de este tipo de fármacos, más potentes que la heroína, generó una epidemia nacional.
McKinsey y Purdue Pharma
En 1995, la farmacéutica Purdue, de la familia multimillonaria y conocida por sus obras filantrópicas Sackler, comenzó a vender el OxyContin, como calmante, un medicamento basado en la oxicodona, derivado semisintético del opio descubierto en Alemania en 1917.
La consultora, a pesar de haber llegado a un pacto económico con los fiscales, defiende que su trabajo fue legal
En 2019, Purdue Pharma se declaró en quiebra por los 12.000 millones de dólares que tendrá que pagar como indemnización, por su papel en la crisis de los opiáceos, y en noviembre del pasado año se declaró culpable de los cargos penales por la comercialización del OxyContin.
McKinsey trabajó estrechamente con Purdue. El Fiscal General de Colorado, Phil Weiser, destacó que dos socios senior de McKinsey prácticamente trabajaron como si fueran ejecutivos de Purdue.
En 2009, la consultora elaboró un informe para Purdue sugiriendo tácticas comerciales para elevar las ventas de OxyContin en 400 millones de dólares. Como por ejemplo anunciar que el fármaco reducía el estrés y elevaba el optimismo de los pacientes.
En McKinsey se aplica a rajatabla la fórmula del up or out: el que no escala puestos, se cae del grupo
McKinsey también trabajó con la farmacéutica para “contrarrestar mensajes emocionales de madres con adolescentes que hubieran sufrido sobredosis”, según ha publicado The New York Times. Y recomendó a Purdue presionar a los directivos de la cadena de farmacias Walgreens para que se relajaran en su política contra las recetas ilegales de opioides.
La consultora, a pesar de haber llegado a ese pacto económico con los fiscales, defiende que su trabajo fue legal y rechaza toda alegación en sentido contrario.
“Hemos optado por resolver este asunto con el fin de proporcionar una ayuda útil y rápida a las comunidades de todo Estados Unidos”, ha declarado Kevin Sneader, Socio Director Global de McKinsey. “Lamentamos profundamente que nuestra actuación previa no reflejara adecuadamente las trágicas consecuencias de la epidemia que se estaba propagando en nuestra sociedad”, añadió en un comunicado oficial de la firma.
McKinsey todavía podría afrontar más demandas y reclamaciones en Estados Unidos. Más allá de las indemnizaciones que tenga que pagar, el daño reputacional es incalculable. La compañía ha habilitado un espacio en su web para informar sobre el caso.
Escuela de altos ejecutivos
“Viajé por medio mundo, pero no conocí ningún país”, recuerda un ejecutivo español que pasó por ‘The Firm’, como se conoce en el sector a la consultora estadounidense. “Íbamos de hotel en hotel; un día en Buenos Aires, otro en Londres, otro en Hong Kong, jornadas de 15 o 18 horas haciendo informes en el hotel de la ciudad cercano al aeropuerto, para el día siguiente marchar a otro país”, cuenta.
El esfuerzo, para la mayoría de los mckinseys, resulta rentable. Altos salarios y expectativas de ocupar un alto cargo ejecutivo en otra compañía a su salida. Porque en McKinsey se aplica a rajatabla la fórmula del up or out: el que no escala puestos, se cae del grupo.
¿Debería sacar a McKinsey de mi currículum?, se pregunta el consultor y escritor Tom Peters
En España son numerosos los puestos ejecutivos de grandes bancos y compañías ocupados por exMcKinseys.
Como el presidente y el consejero delegado de BBVA, Carlos Torres y Onur Genç. O el consejero delegado de Sabadell, César González-Bueno. En Santander, son exMcKinseys Mariano Belinky, consejero delegado de Santander Asset Management; António Simões, responsable regional de Europa del grupo Santander; y Víctor Matarranz, responsable de la división de gestión de patrimonios, banca privada y seguros.
Mariona Vicens, directora corporativa de Innovación y Transformación digital de CaixaBank, también pasó por la consultora estadounidense antes de incorporarse a la entidad. Miguel Ángel Rodríguez, consejero delegado del banco WiZink, se forjó en la misma empresa.
Todos ellos llevan con orgullo haber trabajado allí. Pero el papel desempeñado por la consultora en la conocida como crisis de los opiáceos ha llevado a algún exMcKinsey a preguntarse si debería mantener en el currículum su paso por la compañía.
El escritor y consultor independiente Tom Peters, que trabajó en McKinsey entre 1974 y 1981, se refirió esta semana en el Financial Times al acuerdo alcanzado por la consultora y los fiscales en Estados Unidos. "¿Debería sacar a McKinsey de mi currículum? (...) Amo mis años en Stanford y en McKinsey. Pero no recuerdo ni una vez en la que se refirieran a la responsabilidad moral de la empresa", escribió.
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