Caídas de las bolsas europeas, bonos soberanos con rentabilidades mínimas e incluso negativas, sobresaltos por la solución final al culebrón griego… Los inversores se encuentran con un panorama que no es apto para cardíacos. Hace tiempo que el inversor español perdió su tradicional referencia de los depósitos para revalorizar su dinero, en un entorno de tipos de interés prácticamente en cero, y asumió que debía introducir más riesgo en su cartera si quería obtener un rendimiento adecuado.
Esta consigna ha cuajado especialmente entre los inversores de fondos de inversión, que han dado el salto durante los últimos dos años desde los monetarios y garantizados hacia los fondos mixtos de renta fija. Al poder invertir solamente hasta un 30% de su patrimonio en bolsa, esta clase de fondos limitan la exposición al riesgo bursátil. De esta forma, el espectacular ‘rally’ que han vivido los mercados ha permitido ganar por esta parte la rentabilidad que no conseguían por la parte de renta fija.
Los fondos mixtos de deuda se han convertido así en los grandes protagonistas del escaparate de ventas de las entidades financieras. Cada vez más. Durante los cinco primeros meses de 2015 han acumulado 17.328 millones de euros, con un crecimiento del 71% en su volumen de activos, hasta situarse en 41.664 millones de euros.
El programa de compra de deuda impulsado por el Banco Central Europeo, iniciado en marzo, acrecentó la atracción de los inversores por las compañías cotizadas y significó un crecimiento del precio de los bonos que a su vez hizo retroceder su rentabilidad hasta límites insospechados. Hasta tal punto estaban los mercados distorsionados que, cuando se produjo la primera corrección, los repuntes de rentabilidad no se hicieron esperar.
La apreciación del dólar frente al euro fomentó la búsqueda de prima en las compañías europeas respecto a las norteamericanas. Y las empresas españolas eran las que mostraban mayor potencial de revalorización.
En abril comenzaron los primeros sustos, después de un comienzo de año en el que había ido escalando posiciones desde los 9.797 puntos del 12 de enero hasta los 11.866 puntos del 13 de abril. A partir de ese día empezaron las turbulencias, siempre con las negociaciones de Grecia con la 'troika' como telón de fondo.
Las caídas de la bolsa han continuado en mayo, mes en el que el Ibex retrocedió hasta los 11.217 puntos. Y una semana de junio ha bastado también para que siga cayendo hasta los 11.062 puntos, a escasos puntos de la zona de soporte bajo la cual los analistas estiman que iniciaría una ruptura de tendencia a la baja.
Unas subidas y bajadas como cuchillos de sierra, marcadas al son de las reuniones del BCE y la Reserva Federal norteamericana y sus anuncios sobre sus divergentes políticas monetarias, las últimas elecciones municipales y autonómicas y la incertidumbre que se ha generado en torno los resultados de los próximos comicios generales.
El tira y afloja de Bruselas y Alemania con Atenas ha marcado en ocasiones a fuego la volatilidad de unos inversores que no terminan de ver claro el final de esta, aunque formalmente el pago se producirá los últimas días de junio.
Aunque a largo plazo, volatilidad significa oportunidades de inversión, lo cierto es que para un ahorrador en depósitos y fondos monetarios estar observando todos los días este baile caprichoso del índice bursátil y la caída de rentabilidad semanal de sus fondos, no parece una buena opción.