El mes de agosto ha sido un remanso de paz para España, de momento, pese a las evidentes tiranteces entre políticos alemanes, españoles y el propio Banco Central Europeo (BCE), sobre el auxilio a los países más afectados por la crisis de deuda soberana. El pasado 26 de julio, el presidente del BCE, Mario Draghi, dijo, en pleno paroxismo de los mercados, que su entidad haría lo necesario por asegurar el futuro del euro, aunque una semana después, su intervención tras el consejo del banco central revivió las incertidumbres. Pero casi un mes después, lo cierto es que España tiene 120 puntos básicos menos de prima de riesgo, mientras su bono a 10 años está en el 6,2%, frente el 7,35% de entonces.
Algunas firmas como Banif no han dudado en efectuar cierto balance sobre la influencia de Draghi, tildando de “balsámicas” las palabras del italiano. El ex Goldman garantizó el futuro del Euro en el punto máximo de tensión de su primera gran crisis, y aunque todavía no se puede decir nada a este respecto, lo cierto es que España afronta el futuro con algo más de oxígeno.
Hoy habrá subasta del Tesoro de Letras a 12 y 18 meses y el viernes el Gobierno anunciará nuevos ajustes y, en especial, más información sobre el Banco Malo, pero parece claro el voluntarismo por parte de los socios europeos por no dejar al Ejecutivo que comanda Mariano Rajoy a sufrir un camino similar al griego.
Sesión clara
La sesión de ayer fue un claro ejemplo de lo que ha ocurrido estas últimas semanas, con un buen tono del mercado, descontando acciones inmediatas por parte del BCE, para enfriarse momentáneamente tras las declaraciones alemanas en sentido contrario.
Conviene no olvidar en este escenario que los germanos afrontan elecciones generales en los próximos meses y que el Gobierno de Merkel intenta presentar ante sus ciudadanos un perfil lo más duro posible con sus socios europeos del sur, contemplados como países indisciplinados y perezosos por una gran parte de votantes alemanes.
“Alemania no está para pagar deudas de los demás”, es el mensaje que intenta lanzar la canciller de puertas adentro, mientras hacia fuera intenta dar aire a unos países con los que está condenada a entenderse. Ese es el juego del palo y la zanahoria europeo en el que, de momento, se impone el BCE: el 25 de julio, el 10 años español estaba en el 7,38%, al igual que el 5 años. Incluso el 3 años superaba el 7%. Una situación de colapso y nulo acceso a los mercados. La prima de riesgo era de 600 puntos básicos o, puntualmente, superior.
Al 6,28%
Ayer, el 10 años acabó en el 6,28%, siendo España el mejor mercado de deuda, pese al hachazo germano de última hora. El diferencial finalizó en 477 puntos, entre otras cosas porque el bund ha repuntado por encima del 1,5%.
La realidad se ha impuesto con terquedad. Alemania, cuyas cifras de PIB también están languideciendo, no puede ser una locomotora económica con todos los demás países a los que ha financiado y exportado hundiéndose. Oficialmente deberá lanzar un mensaje a su ciudadanía lo más ortodoxo posible, pero también ellos forman parte del problema.
De momento, el próximo 6 de septiembre se reúne el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, que estudiará la modalidad de solicitud de la ayuda y la condicionalidad que se exija como contrapartida. Poco después, el 12 de septiembre, el Tribunal Constitucional alemán no se pronunciará respecto a la legalidad del ESM, un aspecto capital, ya que una sentencia contraria sería una nueva vía de agua en la línea de flotación del Euro.
El mes de septiembre continuará con citas de peso el día 14, con la reunión del Eurogrupo. Los expertos de Banif opinan que “ante una eventual ayuda europea, la dureza de las condiciones será menor que las contempladas en los rescates convencionales”. Rescate sí, pero menos. Draghi tenía claro que en esta crisis le tocará empujar a todo el mundo en la misma dirección, o no se saldrá de ella.
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