Los mercados iniciaban la semana con suaves descensos, que mostraban tensa calma más que marejada real de fondo. El escaso volumen de negocio reflejado tanto en la Bolsa como en la deuda parecía dejar clara la actitud de wait and see de los pocos inversores que hay activos ahora mismo. Sin embargo, el inicio de operaciones al otro lado del Atlántico hundía sin piedad a la Eurozona, con mención especial para España, claro eslabón débil de esta cadena que, en teoría, forman los países de la moneda única.
Al cierre, el Ibex se dejó un 1,99%, quedando en 6.532 puntos. Llegó a fijar un mínimo diario de 6.485 puntos. Milán le siguió a cierta distancia, con un repliegue del 0,36%, aunque que llegó a rondar el 1%. Todas las demás plazas relevantes del viejo continente evolucionaban en números rojos, al igual que el Dow Jones y el Nasdaq.
En deuda, la cosa volvía a ponerse muy fea. El bono a 10 años, que estaba casi plano a media sesión, por la tarde su elevaba rentabilidad más de 10 puntos básicos, hasta el 6,81%, cota en la que finalizó. Italia se colocaba en el 6,12%. Por su lado, Alemania continuaba beneficiándose de su papel de activo refugio y recortaba el rendimiento del bund hasta el 1,22%. La prima de riesgo acabó en 558 puntos básicos. Otros países periféricos como Austria o Suiza también eran objeto de compras, ofreciendo cobijo a inversores que huyen de lo español y, en menor medida, italiano.
Peor iban las cosas en los plazos cortos, una circunstancia que complica sobremanera las subastas de Letras del Tesoro, previstas para mañana y el próximo jueves. Todo ello, a pesar de los esfuerzos de un Gobierno que sufre la esperada plena contestación social, que tiene a los funcionarios en la calle, y al que las agencias de rating aplauden, al menos, la buena voluntad.
El BCE, inflexible
Los inversores anglosajones, en especial de Wall Street, penalizaban las imposiciones del Eurogrupo a España, que obligarán a una quita a los acreedores de los bancos españoles nacionalizados. Una circunstancia que llega de la mano de un Banco Central Europeo (BCE) inflexible en sus políticas ortodoxas. Ha mostrado en todos los foros su política contraria a comprar deuda en el mercado secundario o a facilitar liquidez tanto a los bancos como a los estados.
Mientras eso ocurre, el Banco de Inglaterra aprueba planes de recompras de bonos, y el pasado viernes, Dennis Lockhart, presidente de la Reserva Federal de Atlanta, insistió en que no les temblará la mano a la hora de ofrecer medidas de estímulo económico. El mercado da por hechas nuevas recompras de bonos en EE UU , así como inyecciones de liquidez masivas. Una situación diametralmente opuesta a la que reina en la Eurozona.
A primera hora de la tarde, comenzó a saberse que Citigroup está avisando a sus clientes que su entidad está perfectamente preparada para la ruptura del euro. Conocida esta noticia, que corría de mail en mail y de twit en twit entre las principales firmas financieras, llegó el desplome de un mercado que desafía claramente al BCE. Le está diciendo que si no va a intervenir, llevarán los bonos de los países en crisis hasta niveles que fuercen directamente la intervención.
Sólo faltaba el FMI, que ha dicho hoy que España acabará el año con un déficit superior al 7%. Sus proyecciones para este año y el que viene contemplan un amplio incumplimiento de los objetivos de déficit, así como un importante incremento de la deuda pública. Nada que haya sido una sorpresa para los inversores, pero contribuye a esbozar una tormenta perfecta que sólo el BCE parece capaz de frenar.
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