La salida a bolsa de Euskaltel el próximo miércoles supondrá un punto y aparte en una empresa que nació con la intención de convertirse en emblema de servicio público vasco y que termina como uno de los clásicos 'pelotazos' bursátiles que acompañan a todo proceso de privatización, con el embrollo político de por medio incluido.
Euskaltel surgió hace veinte años al calor de la construcción de la red de fibra óptica Euskalnet, que había desarrollado tres años antes la construcción de esta infraestructura de transmisión de datos como servicio público. La nueva compañía telefónica estaba participada por el gobierno vasco, las tres antiguas cajas vascas (hoy fusionadas en Kutxabank), las eléctricas Iberdrola y Endesa y el Grupo Mondragón. Es decir, las empresas vascas más representativas se comprometían a mantener una firma semipública que pretendía competir con los grandes operadores del mercado de las telecomunicaciones como Telefónica.
Euskaltel surgió hace veinte años al calor de la construcción de la red de fibra óptica pública Euskalnet, que posteriormente se vendió al operador de telecomunicaciones vasco por 68 millones de euros
Para que fuera posible su materialización fue indispensable el apoyo del primer gobierno de José María Aznar, a quien le convenía recabar el apoyo del PNV para su investidura como presidente de la Nación. Los vascos contaban de esta forma con su particular empresa de telefonía privada pero sustentada en una red de fibra óptica pública, que hasta fue investigada por la Comisión Europea al sospechar que se habían desviado gran parte de los fondos comunitarios concedidos para la construcción de una red de gas por la comunidad autónoma.
Con este marchamo nacionalista de empresa vasca, Euskaltel comenzó a funcionar ofreciendo los clásicos servicios de telefonía, televisión por cable, ADSL. Pero la crisis económica transformó esta idiosincrasia de la compañía y aceleró los planes del gobierno autonómico. La fusión de las cajas vascas provocó que la nueva Kutxabank se convirtiera en su mayor accionista en 2012 y debiera rebajar su participación para ajustarse a la nueva regulación de las entidades financieras que imponía el Banco de España.
Se puede decir que la idea de 'privatizar' Euskaltel se zanjó aquel año con la venta por un importe de 68 millones de euros de la red de fibra óptica pública que hasta entonces utilizaba bajo alquiler, en una sesión del parlamento vasco realizada en pleno mes de agosto y con los votos a favor de PNV, PP y PSE. Se buscó la entrada de socios inversores para dar un nuevo impulso a la firma, pero la fuerte indemnización que debió de pagar la compañía, de 222 millones de euros, a Orange por haber incumplido sus acuerdos comerciales con la antigua Amena no terminaban de ser un buen reclamo. Al final, entraron dos fondos de capital riesgo, Trilantic e Investindustrial, bajo la sociedad International Cable, en una operación en la que salieron el grupo Mondragón, Endesa y el propio gobierno vasco.
Con la OPV, estos fondos e Iberdrola se desharán de sus participaciones, en una operación en la que se pretende colocar el 63,5% del capital a un precio que oscilará entre los 8,7 y los 11,05 euros por acción. Esto supone valorar Euskaltel en un máximo de 1.400 millones de euros. La permanencia de Kutxabank como accionista de referencia garantizaría mantener la esencia vasca de la firma.
Los buenos resultados de Euskaltel, que generó unos ingresos de 321,2 millones de euros en 2014, con un ebitda de casi 156 millones y un flujo de caja de 113,6 millones, han atraído a numerosos inversores en un momento de fuertes operaciones corporativas en el sector de las telecomunicaciones. La deuda financiera de la compañía se ha incrementado hasta los 500 millones para pagar un dividendo extraordinario de 200 millones y un controvertido plan de incentivos al equipo directivo, algo habitual en las salidas a bolsa.
“Tienen muy claro que su intención es repartir todo el beneficio en dividendo, así como que parte del importe de la refinanciación de la deuda se destinará a dividendo extraordinario. Presentan una atractiva política de remuneración, con una rentabilidad por dividendo alta, en torno al 4% o más, y la evolución de la compañía en los últimos años ha sido positiva, entre otras cosas, al reducir costes operativos, a través de la externalización de servicios y de reducción de plantilla”, señala Sara Carbonell, de CMC Markets.
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