Es lunes por la noche. El primer volumen de la avasalladora trilogía de Dolores Redondo copa mi tiempo libre. El sonido del teléfono interrumpe la lectura. Es una amiga enfurecida.
-Hola, Lardiés, ¿estás viendo Hable con ellas? -pregunta.
-La verdad es que no, querida, andaba enfrascado en un libro...
-Pues ya estás poniendo Telecinco, porque aparece Rocío Carrasco, sí, Rocíito, la hija de la Jurado, que la están entrevistando y no tiene desperdicio...
-Vale, ahora lo pongo -miento.
Regreso a la lectura, apago el móvil y me acuesto, feliz por huir de semejante espectáculo.
Tres días después, se repite la llamada de mi amiga, que por lo visto anda empecinada en corromperme.
-Bueno, bueno, bueno, supongo que anoche viste el documental sobre Paquirrín.
-Tenía intención de verlo, más que nada para el artículo del sábado, pero finalmente deseché la idea por salud mental...
-¡No sabes lo que te perdiste! Casi me muero ante ese horror... Aunque nada comparable con lo de Rocío Carrasco.
-Otra vez con eso... -digo antes del discurso.
-Es que es increíble. Resulta que esta tía pasa a ser la nueva presentadora de Hable con ellas. Pero lo peor fue su anuncio en el programa. Ahí la tienes, toda digna, intentando defender lo mucho que ha trabajado en su vida. ¿Trabajado? ¡Pero si no ha dado nunca un palo al agua! ¡Lleva diez años sin trabajar! En lo único en que ha trabajado, si es que eso es trabajar, es en el programa de María Teresa Campos. Y por enchufe, claro. Y haciendo ese teatrillo lamentable en el que ambas simulaban ser vecinas de un patio. Ah, se me olvidaba, también apareció en un programa demencial del padre Apeles, ¿te acuerdas? Y este arranque de dignidad lo tuvo después de un momento lacrimógeno recordando a su madre... Es que es tremendo, es que no me lo puedo creer, es que tenemos una televisión...
Ella habla sin descanso, con una furia desbordante, y yo solo puedo escuchar tranquilo y respetuoso. Además, simplemente es que Telecinco, la cadena edificante, busca una nueva estrella.
-Bueno, quizás es la televisión que nos merecemos.
-Puede, amigo, puede que nos merezcamos una parte de lo que vemos. Aunque es imposible que nos merezcamos lo de Paquirrín. ¡Un documental sobre su vida! ¿Y a quién le importa lo que haga este personaje? ¡Es la España más cañí y más horrible! Datazo de share, además. No me puedo creer que tanta gente viera esta mierda que es Así es Kiko Rivera. Es que Telecinco explota hasta el ultimo milímetro del hijito de la Pantoja. Ahí tienes a este individuo, que ahora se dedica a ir de cantante...
-Lo sé, ya analizamos cómo canta el tipo.
-Es que no te imaginas el documental... Vaya tela. ¡Cómo desafina el tío! Y claro, fracasa cuando debuta como cantante. Normal, con esa voz que le ha dado el Señor. Se veía de qué forma tan fácil se hace de oro. Y todos esos friquis que van a su concierto, ¿de dónde han salido? ¿Qué tienen en la cabeza para pagar por ver a este tío? Y el colmo era ver a un personaje que hacía las veces como de representante... Qué burdo, qué repugnante todo.
-Mujer, cálmate, imagino que la mayoría de la gente ve a este tipo simplemente para descojonarse a gusto, para evadirse, para olvidarse de sus problemas entre risas... Un poco de frivolidad y risas tampoco vienen mal, ¿no? Sobre todo si es en ese horario. Con suerte, no lo ve demasiada gente.
-No me vale ese argumento, estas basuras no tienen justificación posible.
-¡Pero si tú misma sueles verlas! Para mí, es más grave lo de los informativos de La Sexta -afirmo para cambiar de tema.
-¿De qué me hablas? ¿Me vas a salir ahora con el cuento de que son sectarios y de que su único objetivo es derribar al Gobierno del PP? O, aún mejor, ¿vas a decirme que no es normal que La Sexta y Antena 3 sean del mismo grupo de comunicación porque tienen líneas editoriales radicalmente diferentes?
-No, no, eso son temas muy trillados, tienes razón. Lo digo por lo que ha pasado estos días...
-Ya me lo contarás, que ahora tengo que dejarte.
Atónito tras el abandono repentino de la conversación, me quedo pensativo, sin poder explicar que en La Sexta se hayan asestado sendas patadas al diccionario. En dos rótulos alguien escribió debastador, sí, con b, y chapuzero, sí, con z. Tal fue el revuelo por tamaños errores ortográficos que Álvaro Rivas, director adjunto de informativos, pidió perdón en twitter porque "llevamos dos muy gordas en cinco días". Y aseguró que "no volverá a ocurrir". Solo cabe esperar que tenga razón y, así, estas lamentables anécdotas no muten en categoría. Lo otro, lo de Paquirrín y Rocío Carrasco, es ya una categoría que nos retrata como sociedad y nos enfanga un poco más cada día.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación