Las dos últimas sesiones bursátiles se han llevado por delante un tercio del valor bursátil de OHL, habituado en los últimos años a tormentas que se ciernen sobre él en el parqué en forma de jornadas consecutivas de furibundas ventas. Una vez más castigada por sus resultados, la compañía ha marcado mínimos históricos y su capitalización ya se sitúa por debajo de los 500 millones de euros. Una muestra de cuán grande ha sido el descenso a los infiernos de una constructora que hace apenas cinco años puso en fila tras de sí al resto de grandes del sector, con un beneficio que superó los 1.000 millones de euros.
A la junta de accionistas de OHL del año 2013 se presentó más orgulloso que nunca el fundador y, por entonces, presidente de la empresa, Juan Miguel Villar Mir. A la votación de los socios se sometían las históricas cuentas de 2012, que arrojaban un beneficio de 1.005 millones de euros. "Este consejo les presenta hoy el mejor resultado de la historia de esta compañía, ya centenaria", proclamaba el veterano empresario, que 25 años había puesto los cimientos del actual grupo con la compra por una peseta de la quebrada Obrascón, fundada en 1911 (de ahí, la condición de centenaria).
En aquel turbulento inicio de la década, otras grandes del sector estaban iniciando un proceso de saneamiento para digerir los muchos excesos cometidos antes de la crisis o bien se encontraban en mitad de ese peculiar calvario. Eran los casos de ACS, FCC y Sacyr, que estaban empezando incluso a habituarse a los tonos rojizos (con mayor o menos intensidad) en sus cuentas de resultados.
OHL había aprovechado tal circunstancia para ponerse a la cabeza del sector e, incluso, estudiar algunos planes para liderarlo con vocación de permanencia en el trono. Por lo pronto, aquel 2013 la compañía se había convertido en accionista de referencia de Abertis, de la que llegó a controlar más de un 18%. Un movimiento que muchos interpretaron como una forma de apuntalar la sucesión de Villar Mir, que parecía ser, por entonces, la única cuestión sin resolver en el grupo.
La crisis de México
En aquellos tiempos, OHL llevó su capitalización bursátil a cotas próximas a los 3.500 millones de euros, aunque ya registraba algunas turbulencias debido fundamentalmente a la preocupación que generaba en el mercado su elevado endeudamiento, que superaba con creces los 5.000 millones, y que ya había provocado alguna rebaja del rating de su deuda.
Con todo, el 'annus horribilis' de OHL fue 2015. En primavera, trascendieron una serie de grabaciones telefónicas publicadas a través de internet en la que altos ejecutivos de la filial mexicana de la compañía hablaban de presuntas irregularidades en connivencia con la Administración local. El caso hizo un daño considerable a la reputación de la compañía, que denunció que las grabaciones habían sido realizadas mediante actos delictivos y, además, negó categóricamente cualquier irregularidad.
Su trayectoria bursátil sufrió un fuerte varapalo, en tres meses se dejó algo más de un 27% en el parqué, aunque el efecto negativo se evaporó prácticamente de golpe. Durante el mes julio de 2015, según se iban conociendo las circunstancias en torno a las grabaciones, el mercado le dio un voto de confianza a OHL e incluso situó a las acciones de la empresa en cotas más elevadas de las que presentaba antes de que se comenzaran a publicar las conversaciones.
Idéntica pesadilla, tres años antes
Sin embargo, lo que ya no pudo remontar el grupo fueron los resultados semestrales, publicados a comienzos de agosto (los mismos que le han vuelto a condenar en esta última oportunidad). Unas inesperadas pérdidas afloraban un grave problema que han acompañado a OHL casi hasta hoy: los denominados proyectos legacy, contratos en el exterior, pertenecientes a la etapa de fuerte internacionalización de la empresa, y que estaban muy lejos de ser rentables.
Para entonces, las agencias de rating hacía tiempo que había calificado la deuda de la compañía como bono basura, lo que encarecía notablemente su financiación, necesaria para soportar el elevado endeudamiento que arrastraba. Incluso los fantasmas de la situación en México, que parecían olvidados, volvieron a aparecer, acompañados de otros locales, como las sucesivas imputaciones de Villar Mir y de su yerno y, por entonces consejero de OHL, Javier López Madrid, en algunos casos de corrupción como 'Púnica' y 'Lezo'.
En apenas un mes, la cotización de OHL se desplomó un 50%; las acciones de la compañía valían en los comienzos de 2016 un 65% menos que en los inicios de agosto del año anterior, justo antes de conocerse esos fatídicos resultados.
Ni siquiera una ampliación de capital de 1.000 millones de euros, ejecutada con celeridad para amortizar deuda de forma anticipada, y la venta compulsiva de activos (entre ellos, Abertis) fueron capaces de apagar un incendio cuyas dimensiones lo hacía incontrolable.
Doloroso saneamiento
En los tiempos felices, de beneficios récord, Villar Mir había creado la figura del consejero delegado, hasta entonces inexistente en el grupo. Sin embargo, si el efecto buscado había sido el de la estabilidad, el resultado se reveló como absolutamente perverso. Cuatro personas han pasado por el puesto en apenas cinco años: Josep Piqué, Tomás García Madrid, Juan Osuna y Juan Antonio Fernández Gallar, que es el actual.
Piqué abandonó el cargo junto al propio Juan Miguel Villar Mir, que a mediados de 2016 dio al fin el relevo a su primogénito, Juan Villar-Mir de Fuentes, en la presidencia del grupo. Las discrepancias entre Piqué y Villar Mir padre fueron insalvables. Por su parte, García Madrid avanzó en el saneamiento de OHL hasta la venta de la división de concesiones, responsable del 95% del Ebitda de la compañía.
El relevo fue tomado por Juan Osuna, precisamente líder de esta división y que, tras su venta, se ha ido a trabajar con los compradores, el fondo australiano IFM. Antes, se había embolsado 18 millones de euros en forma de bonus por una operación cuyo montante final ha hecho ingresar a OHL casi 2.000 millones.
Las cuentas publicadas el pasado miércoles han hecho revivir la pesadilla de hace tres años, con el agravante de que la acción cotizaba en el entorno de 2,5 euros frente a los 14 euros que lucía en agosto de 2015. Entre los cerca de 850 millones de pérdidas contables registrados hasta junio de 2018 y los 1.005 millones de beneficios de 2012 también se han evaporado casi 3.000 millones de euros de capitalización bursátil.
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