En enero de 2013, tras 5 años sumando parados, el gasto en prestaciones por desempleo marcó su máximo en esta crisis y en la historia de España. En un solo mes, el Gobierno destinó más de 2.777 millones de euros a atender la cobertura de los más de 3 millones de parados que en aquel momento tenían derecho a cobrar la ayuda. El número total de desempleados ascendía entonces a los 4,8 millones de paro, muy cerca del pico de 5 millones que se registró tan sólo un mes después.
Desde entonces y durante 32 meses, la rúbrica de las prestaciones ha ido disminuyendo. El recorte de la ayuda que aprobó el Gobierno en 2012, el brutal incremento del paro de larga duración y la mejora de la contratación recortaron este desembolso casi a la mitad. Hasta el punto de que en julio de 2015 se anotó la partida más baja dedicada al desempleo desde 2008 al alcanzar los 1,674 millones de euros.
Sin embargo, según los datos que ha publicado este viernes el Ministerio, el gasto en desempleo ha vuelto a repuntar tras más de dos años y medio cayendo. En agosto (la publicación de los datos de prestaciones llevan un mes de retraso), la cuantía dedicada al pago de prestaciones subió hasta los 1.750 millones de euros, unos 75 millones más que en julio. Este repentino incremento se entiende por el final de la temporada estival, que ha hecho que se apunten a las listas otra vez trabajadores que han generado el derecho a cobrar el seguro de cobertura durante la campaña turística.
Aunque el número de parados contabilizados en el antiguo INEM está siendo muy alto, por encima de los 4 millones, pocos tienen ya derecho a las prestaciones. Tan sólo algo más de 2 millones ingresan alguna ayuda, y entre ellos los que todavía reciben la prestación contributiva ni siquiera suman el millón. Aun así, entre julio y agosto el número altas en las prestaciones ha superado las 750.000, una cifra que coincide con la leve ralentización de los buenos números de creación de empleo.
A pesar de que este incremento supone destinar más recursos al desempleo, se trata de un dato favorable en el ámbito social porque aumenta la tasa de cobertura. A fecha de agosto, el 58,93 por ciento de los parados reciben alguna ayuda frente al 54,46 anotado en abril. Sin embargo, al mismo tiempo, la cifra también supone un síntoma muy negativo respecto de nuestro modelo productivo: que vuelvan al paro trabajadores que estaban cotizando evidencia la elevada estacionalidad del mercado laboral español.
Unos datos todavía positivos
Los datos de afiliación a la Seguridad Social de este mes de septiembre despertaban mucha expectación después de la desaceleración experimentada en los últimos tres meses. Pues bien, aunque en menor grado, la ralentización desde unos ritmos altísimos ha encadenado un cuarto mes consecutivo. En junio se registró un incremento interanual del 3,42 por ciento. En julio del 3,39 por ciento. En agosto, del 3,19 por ciento. Y este septiembre ha descendido levemente al 3,17 por ciento. Ahora bien, se observa un cierto freno a esa ralentización, gracias en parte a las espectaculares cifras arrojadas por la educación y la agricultura, que compensan la destrucción de puestos de trabajo en la hostelería y el comercio.
Si bien el paro ha subido en 26.000 personas respecto a los 19.000 del septiembre pasado y la afiliación se elevó en 9.000 efectivos respecto a los 12.000 más del mismo mes del 2014, las variaciones no parecen gran cosa. En términos desestacionalizados, el paro se reduce en 9.000 personas y la afiliación aumenta en 35.000, unos datos todavía muy positivos máxime si se comparan con agosto, mes en el que la pérdida de ocupación desestacionalizada ascendió hasta los 14.000 afiliados. “Seguimos instalados en una tasa muy alta de creación de empleo”, explican tanto José Ignacio García Pérez, profesor de la Universidad Pablo Olavide y miembro de Fedea, como Valentín Bote, director del servicio de estudios de Randstad.
Septiembre ha sido un mes nefasto durante la crisis porque la destrucción de los empleos estivales no se compensaba con otras actividades como la educación, que en la bonanza solían contratar al reanudarse el curso. Tras años en los que el sector educativo suprimía puestos de trabajo, los dos últimos septiembres han sido excepcionales para este colectivo, que engordó la plantilla en unos 50.000 efectivos en septiembre del año pasado y en 62.000 este septiembre. Y el otro sector que también ha impulsado el mercado ha sido la Agricultura, que ha contratado unos 36.000 jornaleros para la vendimia.
Después de que unas empresas con una plantillas en mínimos hayan tenido que contratar en masa para poder responder al repunte de la demanda, lo normal es que los robustos ritmos de creación de empleo se vayan, lamentablemente, suavizando. No obstante, como señala José Domingo Roselló del Instituto Flores de Lemus, todo apunta a que se llegue a las elecciones generales con una tasa del 3 por ciento situada en los mismos niveles de crecimiento del PIB, lo que implica que prácticamente todo el crecimiento se está dedicando a la generación de puestos de trabajo. Se trata de una ratio altísima y lo lógico sería que, conforme transcurran los meses, se colocase un poco por debajo de la evolución del PIB, de forma que también crezca la productividad.
No en vano, podría estar cerrándose una etapa absolutamente anómala en el mercado laboral español. Tal y como argumenta Valentín Bote, en otras crisis mucho más cortas el despido era caro y se mantenían los puestos de trabajo a la espera de que retornase pronto la actividad, de manera que cuando se restauraba el crecimiento de la economía el empleo no rebotaba en la misma medida porque todavía había bastante capacidad ociosa. Lo que a su vez se traducía en que hiciesen falta unos crecimientos del PIB significativamente mayores antes de que la ocupación comenzase a escalar. En cambio, esta vez la longitud y extrema dureza de la crisis obligó a las empresas a ajustarse hasta quedarse en los huesos. De modo que en cuanto la demanda se ha recobrado un poco, las empresas no han contado con el personal suficiente para satisfacer el repunte de la actividad y han tenido que contratar de nuevo a lo grande. De ahí que ahora haya crecido con tanta fuerza la contratación incluso cuando el avance del PIB todavía se vislumbraba débil.
No obstante, ese ligero frenazo en el empleo de los últimos cuatro meses podría estar indicando que el proceso de rearme de las empresas esté tocando a su fin. De confirmarse semejante escenario en próximas fechas, ello implicaría que más adelante se seguiría elevando la ocupación pero quizás a unos ritmos algo menos vigorosos y por debajo del crecimiento del PIB.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación