Quienes examinan y puntúan los avances de la economía tienen más en cuenta lo hecho que lo dicho. Por eso, la España que gobierna el socialista Pedro Sánchez es mucho menos creíble que Portugal, liderado por otro socialista, António Costa. Esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dado un espaldarazo el presidente luso, mientras arrojaba un jarro de agua fría inclemente al político español.
Lo que ha hecho la institución afincada en Washington es reconocer, por escrito, que el Gobierno luso va a conseguir en 2023 un hito más que simbólico: Portugal concluirá el próximo año con menos deuda pública que España. Costa lo tenía claro, y se lo comunicó a Bruselas y a los mercados el pasado junio. El 'sorpasso' estaba a la vista. Así lo creen también los economistas del FMI, que actualizaron este martes las previsiones 'macro'. A Portugal le asignan un endeudamiento del 111,2%, por debajo del 112,1% de España.
Lo realmente significativo es la constatación de una tendencia. Desde el año que viene hasta 2027 -el periodo que mide el FMI-, la deuda del país vecino siempre estará por debajo de la nuestra. El 'sorpasso' no es fruto de la casualidad, sino el resultado de las políticas de Estado que lleva impulsando António Costa desde que llegó al poder, en 2015.
El informe del FMI no da lugar a dudas. En 2020, el peor año de la pandemia, Portugal alcanzó una deuda pública del 135,5%, muy por encima del 120% registrado en España. Desde entonces, la ortodoxia fiscal aplicada por los socialistas lusos ha propiciado un descenso del endeudamiento del 17,7%, frente al 6,5% logrado por el Ejecutivo de coalición español. De cara al futuro, la tendencia se repite. Según la institución que dirige la búlgara Kristalina Gueorguieva, España apenas soltará lastre en los próximos años. Llegará a 2027 con una deuda del 109,6% (un 2,3% menos). Portugal, si se cumple lo estimado- podrá sacar pecho con un 97%, tras reducir la partida un 14,6%.
El FMI ve factible la senda lusa de reducción del endeudamiento. Y opina exactamente lo contrario sobre las perspectivas de crecimiento económico del Gobierno de Pedro Sánchez. Calculan que el PIB español avanzará en 2023 un 1,2%, casi la mitad de lo que espera la vicepresidenta Nadia Calviño (un 2,1%). A Portugal le asignan un crecimiento más débil (del 0,7%), en línea con el estancamiento al que apuntan las economías del euro. Sin embargo, sale ganando, con creces, en términos de paro. En 2023 alcanzará una tasa del 6,5%, de nuevo casi la mitad en comparación con el 12,3% de España, que renueva su triste liderazgo, con una décima más que Grecia.
La falta de credibilidad del Gobierno español se explica por la ansiedad permanente de Moncloa por figurar como el primero de la clase. Por no darse a sí mismo un baño de realidad y explicar lo que ocurre después a la ciudadanía. Y, por supuesto, por la falta de la firmeza y la visión a largo plazo que está demostrando el Ejecutivo luso.
Desde 2020, la ortodoxia fiscal aplicada en Portugal ha propiciado un descenso de la deuda del 17,7%, frente al 6,5% de España.
Si Portugal puede considerarse hoy un ejemplo internacional se debe a las recetas que lleva aplicando desde 2015 su presidente. De entrada, António Costas remató el trabajo desagradable que le tocó emprender a su antecesor, Pedro Passos Coelho. El ex primer ministro tuvo que meter la tijera para cumplir las condiciones del rescate pactado con la Comisión Europea. Adoptó medidas impopulares que le costaron la derrota en las urnas. Pero Costas prosiguió con la tarea de contención del gasto, añadiendo los ingredientes particulares que le han llevado al éxito. En marzo de 2019, el FMI llegó a afirmar que la recuperación portuguesa "es una lección para el resto de Europa, incluso para el mundo".
Sin dejar de lado las medidas de corte social, el líder socialista mejoró las condiciones para atraer inversión, rebajando la presión fiscal a las empresas y abriendo la puerta a las grandes fortunas. Lo contrario de lo que Sánchez ha hecho en España. Este marco más favorable, unido a la devaluación de los salarios que había provocado el rescate europeo, mejoró la competitividad de la economía lusa, lo que se tradujo en un importante aumento de las exportaciones.
Las políticas fiscales y la austeridad de Costa acabaron colmando la paciencia de sus socios en el Parlamento. En noviembre del año pasado, el Bloque de Izquierdas, el Partido Comunista y Los Verdes lanzaron un órdago al primer ministro y tumbaron los Presupuestos de 2022. El primer ministro, con buena imagen por la complicada gestión de la pandemia, aprovechó para soltar lastre y convocó elecciones. El resultado ya se sabe: en enero se alzó con la mayoría absoluta.
Costa usó ese refuerzo para seguir desplegando las medidas que han propiciado su último gran éxito: un pacto nacional de rentas en el que participan no sólo empresas y trabajadores, sino también las Administraciones Públicas. Ese acuerdo proporcionará cimientos sólidos a los Presupuestos de 2023.
Pacto de rentas en Portugal
El pacto de rentas incluye una revalorización del 5,1% de los salarios firmados por convenio. También subirá el salario mínimo, hasta los 760 euros; y habrá un paquete de ayudas de 3.000 millones, similar al anunciado en España, para palear el coste de la energía. Quienes harán un esfuerzo extra serán los pensionistas, a quienes el Gobierno ha limitado las subidas (entre el 3,5% y el 4,4%); y los funcionarios, que verán incrementadas sus nóminas una media del 3,6% (por debajo de la inflación).
La contención de las pensiones es una de las grandes diferencias con España. La otra es la política fiscal. El Estado sí actualizará los tramos del IRPF para que los trabajadores -y no las arcas de Hacienda- se beneficien en su totalidad de las subidas de salarios pactadas para combatir la inflación. Paralelamente, aplicará -en línea con el resto de la UE- un impuesto a las grandes energéticas, pero rebajará el Impuesto de Sociedades a las pymes que inviertan en I+D y mejoren las condiciones de sus trabajadores.
El Gobierno socialista aplicará en Portugal buena parte de las recetas que recomienda desde hace meses el Banco de España. Sobre todo, el pacto global de rentas, esencial para que todas las partes arrimen el hombro contra la crisis de precios y la incertidumbre de la guerra. Ese acuerdo ya no será posible en nuestro país. El Proyecto de Presupuestos de 2023 ya está impreso y ni Sánchez ni sus socios (en la coalición y en el Parlamento) desean que la economía avance por la senda portuguesa. Aunque ello suponga seguir engordando la deuda monumental que pagarán nuestros hijos.
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