El cuadro macroeconómico de los últimos Presupuestos de la legislatura muestra un puñado de previsiones… y de deseos. En su elaboración ha pesado un factor subjetivo: la ansiedad de Pedro Sánchez por llegar a los próximos comicios con opciones. No habrá reválida electoral si la economía no muestra para entonces un rostro saludable. De ahí que el Gobierno vuelva a vender una recuperación mucho más potente de la que prevén los principales servicios de estudios.
En las dos tablas que componen el mencionado cuadro chirrían -mucho- dos casillas. La primera pronostica la inversión en maquinaria y bienes de equipo; y la segunda, la inversión en construcción. El Ministerio de Economía prevé un fuerte incremento de la primera partida en 2023, del 9,5% (frente al 6,6% de este año). No se queda muy atrás el aumento esperado de la segunda, del 8,4%, más del doble de la prevista en 2022 (3,8%).
Ambas estimaciones brillan en un cuadro 'macro' que recoge otras cifras mucho menos alentadoras. Por ejemplo, el consumo de los hogares crecerá un débil 1,3% el año que viene, sólo una décima más, mientras que el público lo hará a un ritmo más débil aún (0,4%, frente a la caída del 1% en 2022). Se desploman también las exportaciones, que tanto y tan bien han tirado del PIB este año (del 17,9% al 7,3%). Y se estanca -y esta es la variable que más preocupa en Moncloa- el mercado laboral. El empleo crecerá un ínfimo 0,6% (cuatro veces menos que este año) y la tasa de paro retrocederá sólo dos décimas (del 12,8% al 12,2%).
Con semejante panorama, sorprende que la vicepresidenta económica insista en vender una previsión de PIB tan optimista. No una previsión cualquiera, sino la que sustenta los Presupuestos Generales del Estado. Nadia Calviño espera un rebote del PIB del 2,1% el año que viene. Son siete décimas décimas más de lo que pronostica el Banco de España (1,4%), seis menos que la OCDE o la Airef (1,5%). Y dos por debajo de la media que calcula Funcas, a partir de las previsiones de una veintena de servicios de estudios.
Lo que el Gobierno espera, o al menos lo que 'vende' a los ciudadanos, es que la inversión se convertirá en el gran motor de la economía en 2023. En la locomotora que permitirá al PIB avanzar a esa velocidad del 2,5%. Las inversiones de los empresarios deberían compensar el poco ánimo de los consumidores.
¿Qué esperan los economistas?
Es, precisamente, el panel de economistas de Funcas, el que permite deducir que la previsión gubernamental de inversión está 'inflada'. La media de las estimaciones de todos los economistas, recién actualizada, apunta a un aumento del 3,6% de la inversión en maquinaria y bienes de equipo. Es decir, casi tres veces inferior a la de Calviño (9,5%). Hay servicios de estudio que auguran incluso un avance menor, como la propia Funcas (1%), Repsol (1,1%) o la Cámara de Comercio (2,5%). Pero a la cabeza de todos ellos está el Banco de España. En el informe difundido este miércoles, la institución que gobierna Pablo Hernández de Cos cifra en el 1,7% la formación bruta de capital fijo prevista para 2023. Cinco veces inferior a la que pronostica el Ministerio de Economía.
La tendencia es similar en el caso de la inversión en construcción. La media es del 4,2%, exactamente la mitad de lo que prevé el Ejecutivo (8,2%). Hay, igualmente, incrementos menores. El Instituto de Estudios Económicos habla del 1,5% y AFI del 1,7%. Y los economistas de CaixaBank y la Universidad Autónoma de Madrid, del 2,8% y el 4,3%, respectivamente.
La confianza de Moncloa en el tirón de la inversión alienta la tesis de quienes esperan un potente 'manguerazo' de fondos europeos en 2023. La inyección en los circuitos de la economía de unas subvenciones muy esperadas, pero que nunca llegan. Este año, como informó recientemente Vozpópuli, el Estado sólo ha movilizado un 16% de los fondos previstos: 4.500 millones de un total de 28.400. El Gobierno sigue sin aportar datos sobre el dinero que está llegando, de verdad, a la economía real.
¿Dónde está el dinero? Buena parte retenido en las comunidades autónomas por culpa de los trámites burocráticos. También en las arcas del Estado. Basta recordar que de los once PERTE -los proyectos estrella del Plan de Recuperación- que ha aprobado el Consejo de Ministros, sólo ha echado a andar uno (el del Vehículo Eléctrico y Conectado), pero aún no ha llegado ni un euros a los interesados.
¿Fondos UE o Plan E?
La estricta regulación de los fondos europeos dificulta la posibilidad de que algún Gobierno haga trampas. El dinero, en teoría, sólo puede destinarse a proyectos que hagan crecer y transformarse a la economía. Aún así, los ministerios acumulan a estas alturas adjudicaciones más o menos controvertidas. Un ejemplo es la 'donación' de 2,6 millones al Ayuntamiento de San Javier (Murcia) para remodelar el centro urbano. Suena demasiado al Plan E de José Luis Rodríguez Zapatero.
Son este tipo de adjudicaciones tan polémicas las que suman votos. En manos del Ejecutivo está también aligerar la carga administrativa. Esforzarse en desatascar las tuberías por las que los fondos europeos deben llegar a su destino: las empresas, que son las que invierten, las que generan empleo y las que pueden ayudar a Calviño a cumplir su optimista previsión de PIB. Y a Sánchez, de paso, a mantener viva la esperanza de derrotar a Alberto Núñez Feijóo.
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