Emilio Ybarra fue durante muchos años un mito viviente en Neguri. Sus compañeros de la burguesía vasca lo idolatraban como a un as de las finanzas y la empresa. Pero la operación de fusión entre el BBV, símbolo del poder financiero vasco, y Argentaria acabó poco después con su carrera y parte de su prestigio. Porque aquella alianza de 1999 derivó en desastre para los vascos en 2001, cuando el BBVA resultante quedó en manos del todopoderoso Francisco González, que dejó el cargo en 2018 y que ahora aparece en el centro de las tropelías del ínclito José Manuel Villarejo.
El caso de las cuentas del BBVA en el paraíso fiscal de Jersey terminó de derrotar a Ybarra en favor de González. Nadie fue culpable judicialmente de aquel caso. Y las relaciones ahora conocidas entre el vencedor del pulso y Villarejo, mitad policía y mitad espía, siempre en la cloaca, dan argumentos a los pocos de Neguri que sí perdonaron a su antiguo ídolo por haber perdido el control del banco de raíz vasca.
La derrota en el BBVA frente a González -tan apoyado por los Rodrigo Rato, Manuel Pizarro y compañía- es el gran borrón en la biografía del banquero que dirigió el Banco Bilbao y luego lo fusionó con el Vizcaya. Eran sus mejores tiempos, pero empañados, como ya se ha dicho, por la operación posterior.
Más allá de los bancos, decir Ybarra en Euskadi es también sinónimo de poder político y mediático. Porque los descendientes del ahora fallecido edificaron y aún controlan el saneado grupo Vocento. Uno de sus hijos, Ignacio, preside el conglomerado. Antes, lo presidió Santiago Ybarra, hermano del fallecido y tío del actual presidente. Otro de sus hijos, Emilio, dirigió El Correo, buque insignia del grupo mediático vasco.
Representación de la burguesía vasca
Los Ybarra representan, junto a los Asiaín y otros apellidos ilustres, esa burguesía vasca que se ha dado en llamar Neguri. Su poder es innegable y siempre ha sido una suerte de contrapeso económico respecto al nacionalismo hegemónico en la política. El PNV tiene un peso creciente en Neguri, pero quizás sea el único poder fáctico que los peneuvistas no controlan por completo. El equilibrio entre unos y otros es una de las claves en las élites vascas. Emilio Ybarra simbolizaba también esta paradoja, una más, del País Vasco.
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