El comisario de la UE de Servicios Financieros, Michel Barnier, quiere que el Banco Central Europeo supervise todas las entidades en Europa. Sin embargo, Alemania se resiste. El ministro de Finanzas germano, Wolgang Schäuble, no quiere que el banco central tenga potestad alguna sobre las cajas alemanas, conocidas como Landesbanken
Este pulso mantenido entre Berlín y la Comisión se ha recrudecido en los últimos días, y ambas partes han elevado la tensión hasta tal punto que, según fuentes de Bruselas, podrían poner en peligro uno de los pilares de la futura Europa: la unión bancaria.
Bajo este paraguas, los bancos estarán respaldados por la UE y tendrán un mecanismo de supervisión, recapitalización y liquidación ordenada que impida el contagio. Semejantes instrumentos resultan imprescindibles para evitar que el riesgo soberano castigue a los bancos y con ellos a la economía, o que el dinero huya de las entidades y termine arrastrando a un país.
Sin embargo, ello implica que se cede soberanía sobre una materia tan sensible como los bancos. Pese a que Alemania ya les ha inyectado más de 300.000 millones y ha constituido un banco malo, los Landesbanken aún generan muchas dudas. Éstos canalizaron buena parte de los excedentes financieros del país hacia inversiones bastante arriesgadas, como por ejemplo las subprime, y sobre todo representan un juguete muy apetitoso para los poderes regionales alemanes.
Los políticos tudescos no quieren renunciar a la acomodada relación existente con sus empresas y bancos. De modo que Schäuble ha explicado que el BCE no tiene la estructura para vigilar todos los bancos europeos, hasta 6.000, y que basta con vigilar los sistémicos.
Sin embargo, el problema reside en que esta propuesta dejaría fuera a entidades como Bankia, Northern Rock, Dexia o el Anglo Irish Bank, precisamente las que han causado mayores dificultades.
Si la unión bancaria no se culmina, todo el proyecto europeo puede desmoronarse. Si ya resulta un esfuerzo ingente recabar los fondos para un rescate soberano, el rescate de un sistema financiero nacional sería implanteable y, por lo tanto, acabaría con la Unión. En lo tocante a España, se podría poner en tela de juicio nuestro rescate.
Al final, lo más probable es que las cajas alemanas puedan convertirse en uno de los elementos de negociación de los planes de rescate y se recurra a un apropiado enjuague por el cual el BCE no tenga la última palabra sobre las entidades.
Barnier y el presidente del BCE, Mario Draghi, intentan evitarlo a toda costa porque saben que de esta manera la unión bancaria nacerá coja y, por consiguiente, los problemas seguirán acumulándose.
Al mismo tiempo, el Gobierno de Rajoy pelea con uñas y dientes para que el rescate no implique más condiciones. Sin embargo, pinta harto complicado. La resistencia del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, a las compras de bonos conllevará que haya condiciones explícitas para el rescate y que los hombres de negro de la Troika ganen aún más control sobre nuestras cuentas.
Tanto el presidente del BCE, Mario Draghi, como el consejero alemán del BCE, Jörg Asmussen, han declarado que es inaceptable que una serie de países no puedan financiarse simplemente porque se tema la ruptura del euro.
Ésta es la tesis del Gabinete de Rajoy que ha comprado el banco central. De hecho, todos los líderes de la UE han cambiado su discurso para afirmar que el euro es irrevocable. El mismo Schäuble afirmó que el BCE no podía financiar Estados para, a continuación, decir que haga lo que haga el banco central no será financiación a los Estados. La traducción: que las compras del BCE de deuda a corto no se considerarán financiación de soberanos.
No obstante, el presidente del Bundesbank ejercerá de poli malo y ha amenazado con dimitir por esto, como ya hicieron Stark y Weber en su momento. Un hecho que podría perjudicar a la canciller Merkel de cara su opinión pública.
Weidmann se ha quedado solo frente los líderes europeos y el resto de miembros del BCE, quienes ya aceptan como necesarias las compras de deuda. Sin embargo, el presidente del Bundesbank sí que cuenta con un respaldo importante a la hora de defender que cualquier apoyo financiero debe ir acompañado de condiciones.
Incluso Draghi y Asmussen han reconocido que cualquier adquisición de bonos debe ser precedida por una petición del rescate y unas condiciones, es decir, la cesión de más poderes a los hombres de negro para que determinen el rumbo de nuestras políticas. La condicionalidad es esencial para revestir la ayuda de credibilidad, ha dicho Draghi.
Parece evidente que durante el último mes todos los líderes europeos se han puesto de acuerdo en que hay que hallar una solución perdurable. Pero todavía falta el detalle. Si atendemos a otros rescates, entonces los hombres de negro podrían forzar otra reforma laboral y recortes a las pensiones, a las comunidades y al empleo público. Y ello explicaría que Rajoy esté demorando la petición de auxilio.