Economía

Sánchez ordena cerrar filas contra la energía nuclear para frenar el debate social

Las reflexiones de socialistas reconocidos como González o Sevilla alteran a la cúpula de Ferraz, donde la energía atómica es tabú. La realidad, sin embargo, agitará de nuevo el debate

En el Ministerio de Transición Ecológica aún resuenan las palabras recientes de Felipe González. Nadie en el equipo de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, vio venir que un referente socialista emergería como agitador de un debate poco deseado. El ex presidente del Gobierno defendió que la energía nuclear es la fuente "menos contaminante" y lamentó que exista "una corriente de opinión enorme" en su contra.

Por mucho que Ribera se apresurara a destacar los "errores" de apreciación del ex mandatario, las declaraciones tienen valor. Al menos, el suficiente para incomodar a Ribera y, por extensión, a Pedro Sánchez. Fue Felipe González quien frenó la expansión de la energía nuclear en España. Que ahora cambie de opinión puede interpretarse -como se ha insinuado desde la izquierda- por intereses espurios (el ex presidente fue consejero de Naturgy). Pero también como síntoma de que el panorama ha cambiado mucho desde la moratoria de los años 80; razón de sobra para repensar, al menos, su papel en el mix energético.

Cuando comenzaba a diluirse el eco de las palabras de González, otro conocido socialista dio un paso al frente. Jordi Sevilla- economista, ex ministro de Administraciones Públicas y voz muy reputada en el PSOE-, publicó este lunes en Cinco Días un artículo que ha captado la atención de los directivos del sector. Y, por supuesto, de Moncloa.

"Entre 1999, primera vez que pusimos en un programa electoral del PSOE la intención de cerrar las centrales nucleares al llegar a los 40 años de vida útil, hasta hoy, demasiadas cosas y muy importantes han cambiado en el mundo, como para que sea aconsejable revisar aquella decisión", escribe Sevilla. El economista habla con conocimiento de causa (presidió Red Eléctrica de España) y hace un llamamiento al Gobierno "a replantearse su apuesta por la energía nuclear" y "revisar su calendario de cierre".

Los avisos de González y Sevilla no pueden entenderse como un hecho aislado. Al contrario, su incitación al debate tiene que ver con el empuje que están ejerciendo desde hace meses algunos organismos internacionales. También algunos gobiernos occidentales, que están introduciendo en la agenda la necesidad de apostar por la energía nuclear; o al menos, repensar lo que se quiere hacer con ella.

El asunto, muy espinoso para un Ejecutivo como el español, vuelve a estar sobre la mesa por dos razones. La primera es la cuenta atrás para iniciar la desactivación de la central extremeña de Almaraz, con permiso para operar sólo hasta el 1 de noviembre de 2027. La segunda tiene que ver con el ejercicio de realismo que ya han hecho otros líderes políticos fuera de España. Asumen que la gran meta medioambiental que persigue Occidente -eliminar las emisiones contaminantes netas en 2050- es imposible de alcanzar sin una participación más activa de la energía nuclear.

Las bases del debate comenzaron a sentarlas hace un par de años dos organismos. Por un lado, la Comisión Europea logró el respaldo del Europarlamento para considerar la nuclear -también el gas- como una energía sostenible para el medioambiente. En el sector, ese 'etiquetado' se conoce como "taxonomía" y tiene una influencia directa en las decisiones de inversión de los grandes fondos. Paralelamente, la Agencia Internacional de la Energía, que depende de la OCDE, empezó a advertir que el debate atómico volvería más pronto que tarde al centro de la actualidad.

El punto de inflexión, sin embargo, lo marcó el pasado 1 de diciembre en Dubai un grupo de 22 países, encabezado por Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Japón. Aprovechando el inigualable escaparate de la COP28, emitieron un comunicado conjunto para reconocer "el papel esencial de la energía nuclear" en la consecución de los objetivos medioambientales. Sus promotores van más allá y se comprometen a "trabajar juntos en el objetivo común de triplicar su capacidad nuclear de aquí a 2050". Por ello, "invitan a las instituciones financieras internacionales a incluir la energía nuclear entre sus planes".

Este llamamiento es clave, ya que contribuirá a movilizar inversión. El mismo día del comunicado, el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, aseguró que "la energía nuclear volverá con fuerza". Una semana después, el Consejo Europeo la incluyó en la lista de fuentes "estratégicas" de la UE de cara a los objetivos climáticos.

El debate, aunque incipiente, vuelve a situarse en el tablero internacional. No es casual que hace dos semanas, de nuevo Fatih Birol tachara de "error histórico" la decisión de Alemania de prescindir totalmente de las centrales nucleares. Tampoco lo es que el Gobierno checo acabe de anunciar la construcción de entre uno y cuatro nuevos reactores.

Proyectos de energía nuclear

En la actualidad, se están construyendo 58 en todo el mundo. Pero el dato más significativo es el de las centrales planificadas: 105. Hablamos de proyectos ya aprobados, con financiación acordada y con visos de estar operativas en 15 años. Casi la mitad de los reactores planificados están en China (45). Rusia y La India aspiran a construir 24 y 12, respectivamente. Y en la lista se cuelan economía avanzadas como la estadounidense (con tres) o la británica (con dos).

El ejemplo de la República Checa -una de las economías que más y más rápido han crecido en la UE- enlaza directamente con el clima de confianza que están generando los promotores del comunicado de Dubái. En este contexto hay que interpretar también las declaraciones de Felipe González o la invitación al debate de economistas como Jordi Sevilla.

Esa dinámica, sin embargo, se topará con férrea resistencia del 'aparato' del PSOE. Fuentes próximas a Ferraz admiten que Sánchez impedirá cualquier conato de debate interno en el partido: "En el PSOE se guarda silencio y están prietas las filas". Ahora bien, cosa distinta es lo que ocurra "en la sociedad", donde la energía nuclear no tiene una percepción tan negativa como en los tiempos de la moratoria.

Sánchez Ribera energía nuclear
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera.EP

La congelación de los proyectos nucleares en España tuvo que ver con distintos motivos, desde los problemas de financiación a los atentados terroristas, y por supuesto, la tragedia de Chernóbil. Esa conjunción sembró un caldo de cultivo perfecto, por ejemplo, para que los países de la OPEP financiaran campañas contra la energía atómica, que comía terreno al petróleo en el mix de generación energética.

Desde la industria se asegura hoy que la percepción ha ido cambiando, sobre todo en los estratos más jóvenes de la sociedad. "En la actualidad, la oposición obedece a una mezcla de ideología y 'business'", asegura un analista del sector energético. La primera razón salta a la vista: para el PSOE de Sánchez el debate nuclear supone una línea roja. Y la segunda también es cierta. La construcción de nuevos reactores es impensable, por su elevada factura (unos 5.000 millones de euros), pero la ampliación de la vida útil de las centrales tiene un coste más asumible.

Ahora bien, ninguna compañía eléctrica española (Iberdrola, Endesa o Naturgy) se embarcará en una aventura semejante sin tener absoluta seguridad regulatoria y jurídica. Y eso, precisamente, no abunda en la España actual del Gobierno de coalición. El debate, pese a todo, está servido para la sociedad.

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