El caso lo contaba este martes Antonio Garamendi y tiene categoría de parábola. El presidente de la CEOE recibió recientemente la llamada de un transportista. Está barajando la opción de comprar un camión para portes de larga distancia. La inversión supera los 200.000 euros, pero el panorama no invita a dar el paso. El problema no es ya el aluvión de cargas (fiscales, medioambientales o laborales), sino que estas cambian sobre la marcha, por las decisiones políticas de un Gobierno desnortado.
El relato del camionero aún no tiene final: la inversión en el nuevo vehículo está paralizada. El ejemplo transmite con claridad las consecuencias de la inseguridad jurídica y regulatoria que sufre España. La ausencia de un marco político y económico estable salpica no sólo a multinacionales como Repsol, que ya ha puesto proyectos en cuarentena, sino a las miles y miles de pymes y autónomos que están valorando ejecutar una inversión. También a los fondos de capital riesgo. La suma de tantos planes congelados arroja un resultado visible y preocupante: la inversión empresarial está en caída libre en España.
No lo dicen los "agoreros de la catástrofe" -como define Pedro Sánchez a los economistas que ven la botella medio vacía-, sino el Instituto Nacional de Estadística (INE). Según la Contabilidad Nacional, la inversión (medida por la formación bruta de capital fijo) ha encadenado dos trimestres consecutivos a la baja. Casualidad o no, la bajada coincide con el arranque del nuevo mandato de Pedro Sánchez (de julio a diciembre) y arroja una caída del 5% en comparación con el nivel previo a la pandemia.
El desplome podría achacarse a los "agoreros" si la tendencia fuera similar en otros países comparables de la Eurozona. Pero no es así. Las inversiones empresariales en Italia o Francia, que sufren como España el impacto de los altos tipos de interés y que reciben también una millonada de fondos europeos, ya están muy por encima de las cotas de 2019. Esa diferencia lleva ya a muchos economistas a advertir que el caso español es achacable a la incertidumbre. "No se encuentra un motivo evidente visible en los números", admitía esta semana la economista senior de Funcas, María Jesús Fernández (lean la información de Beatriz Triguero en Vozpópuli).
La brecha entre lo que predijo la exvicepresidenta económica, Nadia Calviño, y el dato final del INE también es significativa. El Gobierno esperaba un avance de la formacion bruta de capital fijo del 3% en el conjunto de 2023, que se ha quedado en un raquítico 0,6%.
"La combinación de un discurso anti empresarial con las medidas aplicadas desde 2019 y las anunciadas es un poderoso incentivo a la emigración de la inversión"Freemarket
La tendencia que refleja el INE encaja con otras mediciones. Esta semana, SpainCap avanzó que la inversión de los fondos de capital riesgo se hundió un 35% en 2023, hasta los 6.110 millones. Esta plataforma, que representa a las firmas del sector, apunta directamente al entorno de incertidumbre y cifra en 781 las inversiones realizadas por los fondos el año pasado, frente a las 960 operaciones de 2022, que movilizaron 9.238 millones.
"La combinación de una retórica y un discurso anti empresariales con las medidas aplicadas desde 2019 y las anunciadas es un poderoso incentivo a la emigración de la inversión", advierte Freemarket en un informe reciente. La consultora recuerda que la generación de un clima de confianza es "imprescindible para la puesta en marcha de iniciativas empresariales domésticas, para evitar su deslocalización y para atraer capital exterior".
Freemarket cita al Instituto de Estudios Económicos (IEE) para recordar que "desde 2019, el Gobierno ha introducido 51 modificaciones tributarias que han contribuido de manera decisiva a deteriorar la competitividad fiscal de España". La economía española -una de las más potentes de la UE- es hoy tan competitiva como la mexicana o la colombiana, tras caer en el ranking del puesto 23 al 34.
Esa "emigración de la inversión" se visualiza ya con casos como el cierre de la fábrica de Danone en Barcelona o el retroceso industrial de Navarra (con los problemas de Siemens Gamesa y Arcelor Mittal a la cabeza). La inapetencia de los inversores es un problema importante en el presente, que ratifica además el mal funcionamiento de los fondos europeos (ni siquiera las subvenciones comunitarias están sirviendo de revulsivo).
Sin embargo, la mayor preocupación de los economistas apunta al futuro. La falta de inversión hoy supone una amenaza para la actividad y el empleo del mañana. "El peligro para España es convertirse en un país atrasado en el entorno europeo y con enormes dificultades para acercarse a sus niveles de vida. Esta amenaza se acentúa en un escenario disruptivo, de cambio radical, como el afrontado por las economías desarrolladas", añade el informe de Freemarket.
Menos inversiones pese al 'dopaje'
Los expertos ya ven los nubarrones en el horizonte. Según el Barómetro del Consejo General de Economistas, publicado esta misma semana, el 76,4% prevé un deterioro del PIB en los próximos meses. El Gobierno está intentando compensar la caída de la inversión y el lento avance del consumo privado con un fuerte incremento del consumo público. Lo refleja con claridad el último avance de la Contabilidad Nacional.
El problema, y en ello inciden algunos economistas, es que ni siquiera la inyección pública está generando la reacción esperada en el PIB. Así lo explicaba este jueves en Vozpópuli el economista Lorenzo Bernaldo de Quirós: "La economía nacional es un heroinómano al que las dosis adicionales de droga no le producen efecto estimulante alguno. No es capaz de generar recursos sanos para financiar su derroche". El símil no puede ser más acertado. Ni más alarmante.
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