En el año 2003, el Gobierno obligó a los fabricantes de cigarrillos a incluir en las cajetillas mensajes sobre los perjuicios del tabaco sobre la salud de las personas en un lugar destacado del envase. Desde esa fecha, los fumadores se empezaron a acostumbrar a leer frases como “fumar perjudica seriamente la salud”, cada vez que encendían un pitillo.
Años después, en mayo de 2010, el Consejo de Ministros, presidido entonces por José Luis Rodríguez Zapatero, decidió dar un paso adelante y obligar a los fabricantes a “incorporar de forma visible en las cajetillas de cigarrillos advertencias sanitarias en forma de fotografías e ilustraciones de los riesgos que tiene en la salud el tabaco”. Las autoridades sanitarias seleccionaron 14 imágenes a partir de un catálogo proporcionado por la Comisión Europea.
Recuerdo perfectamente que cuando esta medida fue aprobada escribí que si “fumar acorta la vida”, “provoca cáncer mortal de pulmón” o “puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa”... por qué el Gobierno no prohibía de una vez por todas la venta de tabaco en forma de cigarrillos, cigarros o picadura. La razón era tan clara entonces como ahora: el tabaco viene proporcionando a las arcas de Hacienda, de una forma prácticamente constante, entre 6.200 y 7.000 millones de euros anuales por los impuestos especiales que gravan su consumo, y otros 1.600-1.700 millones adicionales a través del 21% de IVA que soportan las compras.
En el año 2010, el Ministerio de Sanidad decía que, de acuerdo con la experiencia previa en los países que introdujeron las advertencias en los envases de cigarrillos, “se ha demostrado una mayor eficacia para informar sobre sus riesgos y favorecer la reducción de su consumo o su abandono definitivo”.
Hoy, catorce años después, los datos muestran una reducción del número de fumadores, aunque, todavía, una de cada cuatro personas mayores de quince años fuma todos los días. Prueba de ello es que, según los datos del Comisionado para el Mercado de Tabacos, en 2023, los españoles se fumaron 2.119 millones de cajetillas de cigarrillos, un 2,9% menos que en el año anterior, por un valor en los estancos de 10.350 millones de euros, un 2,7% más que en el 2022. Además, consumieron también 6.500 toneladas de tabaco de liar (muy extendido entre los más jóvenes), 1.850 toneladas de tabaco para pipa y 1.800 millones de puros.
Consumo de tabaco
A pesar de que en todas las variedades de tabaco se ha producido una reducción del consumo de entre el 2 y el 3%, la recaudación impositiva derivada de las labores del tabaco siguió su ritmo anual en el último decenio. Hacienda recaudó 6.712 millones de euros en el año 2023 por los impuestos especiales que gravan el tabaco, a los que hay que sumar 1.796 millones más en concepto de IVA: en total, 8.508 millones.
El tabaco es el producto que soporta una mayor carga fiscal en España. Entre los impuestos especiales que gravan su consumo (ad valorem, especifico y mínimo, este último, en el caso de que la combinación de los dos primeros no alcance su cuantía) y el IVA (un 21%), el 80% del precio de venta al público de una cajetilla de tabaco se debe a los impuestos. En la gasolina, los impuestos suponen la mitad de su precio, y en las bebidas alcohólicas de alta graduación, el 44%.
Sin acuerdo sobre las prohibiciones
A lo largo de estos últimos días, el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas han estado discutiendo sobre el Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo 2024-2027, cuyo objetivo final es reducir el consumo de tabaco. Algunas medidas que se adoptarían se refieren a la limitación de espacios en los que libremente se puede fumar y que afectaría a las terrazas de bares y cafeterías, marquesinas de autobuses... El resultado, el esperado: cada región quiere regular a su manera las prohibiciones.
Lo único que parece estar claro es que subiendo los precios de venta al público no se consigue reducir el número de fumadores, pero Hacienda mantiene la recaudación vinculada a las labores del tabaco. Las últimas variaciones de precio (por citar solo las recientes) se produjeron en noviembre del pasado año, en enero del presente ejercicio (en dos ocasiones) y en marzo. El resultado es que si en 2000 el precio medio de una cajetilla de cigarrillos era de 2,3 euros, en 2024, cuesta cinco euros.
El número de fumadores es probable que se haya reducido en algún punto porcentual. Lo que es seguro que Hacienda no ha salido perdiendo. En el año 2015, por los impuestos especiales que gravan el tabaco recaudó 6.580 millones de euros; el pasado año, 6.712 millones. Son la tercera parte de los ingresos de Hacienda por los impuestos especiales, que sobrecargan el precio de venta final de gasolinas, cerveza, alcohol, electricidad, plásticos no reutilizables, carbón...
Por mucho que los distintos gobiernos traten de vincular la subida de los precios de las cajetillas a una disminución del consumo y, por extensión, de los gastos sanitarios de las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar (algo absolutamente cierto), la realidad es que la recaudación de Hacienda lleva tres años consecutivos subiendo por este capítulo. En los últimos diez años (desde 2014 a 2023), Hacienda ha ingresado 82.000 millones de euros gracias al tabaco: algo más de 65.000 millones en concepto de impuestos especiales y cerca de 17.000 por el IVA.
Basta hacer referencia a los dos primeros meses del presente año. Los ingresos por el impuesto especial sobre el tabaco se han incrementado en un 18,8% hasta febrero, últimos datos publicados por la Agencia Tributaria. Es verdad que en enero los ingresos cayeron un 1,6%, pero es igual de cierto que en febrero se incrementaron en un 42,7% en tasa interanual. ¿Casualidad? No, subida de precios. En el tabaco no hay oscilaciones como en los carburantes. El precio de venta al público viene fijado. Aquí no hay bajadas nunca.
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