Economía

La peligrosa imagen bananera que Sánchez proyecta de España

El intento agónico de torpedear la Junta de Ferrovial alimenta el temor de los inversores a la inseguridad jurídica. Algunos fondos ya han echado el freno, a la espera de lo que ocurra en las elecciones

En la semana en que Ferrovial ha certificado su salida de España viene a cuento rescatar el entrecomillado que sigue: "Ya basta, que se entienda bien y que se escuche fuerte y lejos: México no es 'tierra de conquista', no van a venir a saquearnos, se acabó eso". Lo dijo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) un jueves 25 de junio de 2020. Más que un dardo era un misil dirigido a Iberdrola. A esas alturas de su mandato, el presidente mexicano había convertido a la multinacional en la diana de todo su odio. El líder político insistió e insistió hasta lograr una imagen captada hace sólo once días: la suya propia junto al presidente de la eléctrica, Ignacio Sánchez Galán, certificando la venta de todas sus centrales de ciclo combinado en el país.

Los actos políticos siempre tienen consecuencias económicas. El traslado de Ferrovial a Países Bajos es una de ellas y viene a demostrar que la comparación entre Pedro Sánchez y AMLO no es tan odiosa como parece. La desinversión de Iberdrola en México no implica la salida del país, pero casi. Está valorada en 6.000 millones de dólares y supone un cambio de paradigma: Iberdrola deja de ser la compañía energética más potente del país. El destino ha querido que esa operación se produzca sólo unos días antes de que la junta de accionistas de Ferrovial bendiga otra: la absorción de la constructora por parte de su filial internacional, afincada en Ámsterdam.

Ambos hitos tienen en común la pérdida de confianza de dos grandes empresas en dos países cuyos gobiernos son poco 'friendly' con quienes mueven el dinero. México ha dejado de ser un mercado atractivo para Iberdrola, por la incertidumbre jurídica y regulatoria, y por un líder político que llegó a calificarla de "empresa corrupta". España tampoco es ya el país de referencia para Ferrovial, por la pérdida de atractivo fiscal y por el liderazgo de un presidente que ha acusado a Rafael del Pino de falta de patriotismo por mover la sede a otro países comunitario.

Sorprende la ingenuidad del Gobierno, que no olió un movimiento empresarial con aroma a represalia. Asombra más aún la estrechez de miras del gobernante, con su actitud beligerante, cuando está a punto de ocupar la presidencia rotatoria de la UE. No es casual que el presidente de Ferrovial apelara, precisamente, a la libertad de circulación en la junta de este jueves.

La constructora es mucho más que una empresa española. También lo son Inditex, ACS, Repsol o Naturgy. Y, por supuesto, la Iberdrola que tanto detesta AMLO. La energética tiene su sede en la torre más alta de Bilbao pero casi el 25% de sus inversiones van a parar a Estados Unidos, casi lo mismo que en España. Brasil absorbe el 17%, una cifra que irá creciendo tras el acuerdo que acaban de firmar Galán y Luiz Inácio Lula da Silva, un político poco sospechoso de adular a las multinacionales, pero lo suficientemente avispado como para aprovechar el 'know-how' y el músculo inversor de una empresa de tal calibre.

"A los grandes fondos hay que escucharlos siempre y lo que nos trasladan últimamente es su preocupación por la falta de previsibilidad que hay en España", afirma un alto directivo de la banca, habitual en las reuniones con los 'reyes' del mercado. Hablamos de fondos de la taya de Norges Bank, Fidelity o Vanguard. Y, por supuesto, BlackRock, el gigante comandado por Larry Fink, que este jueves refrendó con su voto la 'fuga' de Ferrovial.

En Moncloa deberían tomar nota del mensaje que lanza el magnate estadounidense, si aspiran a seguir gobernando tras las próximas elecciones generales. Los grandes inversores no entienden de fronteras, ni menos a un político como Sánchez, que reaccionó al anunció de Ferrovial en marzo de tal guisa: “La patria no es solo hacer patrimonio, es ser solidario, arrimar el hombro y ayudar cuando tu país lo necesita".

"A los grandes fondos hay que escucharlos siempre y lo que nos trasladan últimamente es su preocupación por la falta de previsibilidad que hay en España"

Lo que necesita España son empresarios que generen riqueza y empleo, un doble objetivo que sólo se consigue invirtiendo. Y la inversión requiere la "previsibilidad" que echan en falta los grandes fondos. En 2018, cuando Sánchez alcanzó la presidencia, España recibió unos flujos de inversión bruta 55.566 millones, según la estadística de la Secretaría de Estado de Comercio. La cifra cayó a plomo el año siguiente (24.684 millones) y comenzó a recuperarse lentamente. En 2022, pese al impulso de los fondos europeos, quedaba demasiado trecho para alcanzar el nivel inicial (llegaron 34.178 millones).

La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, es consciente. Por eso, una vez aprobada este jueves la operación de Ferrovial, suavizó inmediatamente el tono y lanzó un comunicado 'amable'. "El Gobierno trabaja para atraer inversión y favorecer que las empresas en España puedan crecer, crear empleo y acceder a los mercados financieros desde nuestro país en las mejores condiciones posibles".

Ataques a Ferrovial

A diferencia de Yolanda Díaz o Ione Belarra, que volvieron a arremeter con dureza el jueves contra Ferrovial, Calviño aflojo la soga. Tiene su lógica: es ella, y no sus compañeras del Consejo de Ministros, quien debe dar la cara cuando pasan por la capital 'tiburones' de la talla de Larry Fink.

Lo que preocupa en el Ministerio ahora no es tanto dónde tribute la familia Del Pino, como las señales que el Ejecutivo ha emitido a los mercados. "2022 fue un buen año para la inversión, pero este año se nota claramente menos apetito. Es evidente que muchos inversores están a la espera de lo que ocurra en las urnas para tomar decisiones", confiesa el líder de una de las mayores patronales españolas, en contacto permanente con grandes empresarios.

Con sus nuevos impuestos, con su verborrea agresiva, con medidas que proyectan una imagen bananera de España, Sánchez se ha comportado más como un AMLO que como el líder internacional que pretende ser. Los grandes inversores ya han tomado nota.

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