El objetivo de los fondos europeos era cambiar el modelo de crecimiento económico español, basado hasta ahora en los servicios y en el gasto público, en favor de la estabilidad de la industria. El objetivo: evitar el colapso que siempre se ha producido con las crisis internacionales, financieras, inmobiliarias o incluso sanitarias (como la pandemia). Sin embargo. no hay noticia alguna de que los casi 125.000 millones del Mecanismo de Recuperación y Resilencia (MRR) aportados por Bruselas en los últimos cuatro años hayan conseguido “la transformación del país” que anunció Pedro Sánchez en 2021.
En aquel momento, el presidente del Gobierno manifestó que los fondos Next Generation previstos ofrecían “oportunidades únicas para la economía española”. “Queremos un país moderno y líder en las grandes transformaciones y este Plan prevé avances importantes en la modernización de la estructura económica y social de España”, manifestó.
De momento, la economía española, aupada por la inflación y anclada al sector público, así como al turismo y la hostelería, está creciendo por encima de la media europea como consecuencia del letargo del PIB de los principales países. Se está produciendo un curioso y peligroso efecto estadístico que jamás se había registrado: el sector de los servicios (en el que figuran las Administraciones Públicas y la hostelería) sigue escalando protagonismo en la economía desde el lado de la oferta y en el tercer trimestre de 2024 representa ya el récord del 69,2% del PIB (10 puntos más que hace 20 años).
Mientras, la industria, que se suponía que iba a centrar la asignación de los fondos europeos, ha registrado otro récord, pero a la inversa: por primera vez este sector, en el que se sustentan las exportaciones y la demanda externa que garantiza empleo y sueldos estables sobre todo en época de crisis, ha reducido hasta sólo el 14% su aportación a la economía, (casi medio punto menos que hace un año y 1,6 puntos menos que al inicio de los programas del MRR).
Muy atrás quedan las aportaciones superiores al 16% de hace 20 años o cercanas al 20% a mediados y finales de los 90 o las del 25% en los años 70. Y muy lejos queda el inalcanzable objetivo marcado por la UE para España del 20% del PIB para 2020. Mientras, el sector público acapara el 16% del PIB, una cifra levemente inferior (17%) a la que se ha registrado en los peores momentos de la crisis financiera o sanitaria. Lo que significa que 'papá Estado' genera uno de cada seis euros de la economía, que está financiando con un crecimiento exponencial de la deuda pública que encorsetará el futuro económico; sobre todo, cuando Bruselas apriete sobre los objetivos de convergencia en el entorno del 90% del PIB, frente al 106% actual (más de 1,6 billones de euros).
Intervencionismo público
Nunca había aportado tan poco la industria al PIB y nunca había habido tanto intervencionismo público. Es más, en lugar de incentivar la transformación del modelo del crecimiento económico y del sector privado, una parte importante de los fondos europeos que se han ejecutado se ha destinado a partidas que deberían haberse cubierto con el presupuesto ordinario.
Por ejemplo, más de 5.000 millones anuales se han empleado para ampliar la informatización y digitalización de los ministerios; y casi 4.000 millones más cada año han servido para subvencionar organismos públicos, como el Consejo Superior de Deportes o el Instituto de la Juventud e incluso la mutualidad sanitaria privada de los funcionarios.
La industria se ha convertido en la cenicienta del PIB. Su participación en el PIB (14%) está siendo ampliamente superada por sectores expuestos a todo tipo de vaivenes económicos y laborales como la hostelería y el comercio (22%), y las Administraciones Públicas (ese 16%), mientras que las actividades inmobiliarias han vuelto a repuntar (cerca del 11%).
Por su parte, las actividades profesionales superan con creces el 8% y la construcción y el sector financiero se sitúan por encima del 5%. La aportación de la agricultura a la economía permanece prácticamente invariable en el tiempo (2,5%) y lo mismo sucede con las actividades recreativas y artísticas (4%).
La economía, aupada por el efecto rebote de la última crisis y la inflación y también en comparación con la incertidumbre seguramente temporal de otros países, va mejor de lo que cabría pensar. Eso sin, sin política económica alguna reseñable del Gobierno ni Presupuestos Generales del Estado. Pero, posiblemente, se está perdiendo la oportunidad de transformar el modelo productivo hacia otro más con mayor estabilidad, incluso laboral y salarial, gracias a la financiación europea. Y así evitar que España coja la gripe o una neumonía cuando a Estados Unidos y otros países de nuestro entorno simplemente les entre un ataque de tos.
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