Las constantes idas y venidas entre los supermercados y la agricultura han provocado la crisis inflacionista que se lleva viviendo en España desde inicios de 2023. Una coyuntura que ha tenido varios protagonistas como el aceite de oliva y que las principales cadenas de nuestro país han sabido aprovechar para sacar aun más beneficio a los alimentos que venden en sus establecimientos. Compran más caro y venden al doble, lo que se traduce en un beneficio encubierto que saca a relucir mes a mes el informe del Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos (IPOD).
Tal y como explicamos en Vozpópuli, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) recalca que los supermercados nacionales han incrementado un 56% sus beneficios con las botellas de aceite de oliva en tan solo un año. Los datos de la entidad sobre el IPOD confirman que la subida del precio de origen no se equipara al incremento de los precios que se marcan en los supermercados.
El ya denominado por todos 'oro líquido' es el caso más mediático, sobre todo al tratarse de un producto emblema de nuestro país y que, a nivel nacional, el incremento ha sido más pronunciado que en la Unión Europea, siendo este de un 138,18%. Evidentemente, la subida del IPC no ha sido fruto de un único alimento, pero: ¿Hasta qué punto es tan llamativa la diferencia entre el precio de origen al que compran los alimentos los supermercados y el precio final de destino?
Las manifestaciones que comenzaron en Francia a principios de este año y que ha congregado a Bélgica, Italia, Alemania, Polonia, Rumanía, Grecia, Portugal, Países Bajos y España no son puro capricho, sino por una necesidad del campo de exigir unas medidas que dejen de ahogar a los trabajadores y que ayuden de manera directa a la integridad de los campos europeos. Dentro de esta ecuación, uno de las x que se deben despejar son los supermercados, en especial en lo que compete a los precios de origen y destino.
Los supermercados venden el limón un 1.069% más caro y el plátano un 681%
El último informe Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos del mes de febrero de 2024 ayuda a esclarecer las dudas que giran en torno a la diferencia de precios de la que tanto se quejan los agricultores españoles. Exceptuando el caso del aceite de oliva, de la leche de vacas y del huevo M, el resto de alimentos que recoge el COAG tienen una diferencia porcentual entre el precio de origen y de destino de más de un 100%, siendo los dos casos más llamativos el limón con un 1.069% y el plátano con un 681%.
La lista completa de la diferencia de precios que recoge el IPOD es: aceituna de mesa (344%), aceite de oliva (20%), acelga (370%), ajo (463%), alcachofa (334%), berenjena (419%), brócoli (590%), calabacín (320%), cebolla (364%), champiñón (97%), coliflor (290%), lechuga (600%), patata (417%), pepino (185%), pimiento rojo (158%), pimiento verde (157%), repollo (445%), tomates de ensalada (485%), zanahoria (214%), fresón (154%), limón (1.069%), mandarina (400%), manzana (294%), naranja (423%), pera (268%), plátano (681%), ternera (284%), cordero (311%), pollo (183%), cerdo (281%), conejo (231%), huevos m (50%), leche de vaca (78%).
En cuanto a los porcentajes que se manejaban hace doce meses, los datos son aún más sangrantes. En el caso del limón, el alimento del campo con mayor diferencia entre el precio de origen y de destino, el pasado febrero de 2023 tenía un porcentaje que rozaba los 615%, siendo la cifra que tasaba la agricultura de 0,33 euros y la que marcaba la etiqueta de los supermercados de 2,36 euros. En tan solo un año, se ha encarecido casi al doble el beneficio que sacan las cadenas, con una subida de 454% y con unos precios que oscilan los 0,16 euros y los 1,87 euros respectivamente.
En el caso del plátano, la problemática es más o menos similar a la que se dibuja con la fruta anteriormente analizada. Durante el 2023 el precio de origen se encontraba en 0,34 euros y el de destino en 2,06, lo que se traducía en una diferencia porcentual de 506%. Doce meses después el porcentaje se ha elevado hasta los 681%, siendo el precio de venta inicial de 0,26 euros y el final de 2,03 euros.
La realidad que se extrae de la tendencia alcista es que los precios tanto de destino como de origen se han reducido; sin embargo, los supermercados sacan más beneficio en prácticamente todos los alimentos que venden siendo los consumidores los principales damnificados, sin olvidarnos de la agricultura.
No solo eso, sino que tal y como explicamos en Vozpópuli, las judías verdes y aguacates que se venden Mercadona, Ahorramas y BM son de Marruecos, mientras que las lentejas proceden de Canadá y las alubias pintas de Argentina. Por lo que, a pesar del enorme compromiso del que tanto alardean los supermercados nacionales, las exportaciones de alimentos que permitan tener constantemente su stock disponible provoca una degradación de la relación entre el trato al productor y la oferta que recibe el cliente en los supermercados.
Los supermercados defienden que solo suben el precio si se incrementa el de origen
Desde el comienzo de la escalada del IPC a principios de enero de 2023, los supermercados han sido los verdugos de la escalada de la factura de la compra mensual. Las propias cadenas aseguran que solo incrementan el precio de destino en aquellos casos donde el precio de origen ha subido. Una afirmación que cumplen a rajatabla, aunque aprovechan los cambios de tendencia para sacar un beneficio encubierto al no igualar la diferencia que se maneja en tiempos de antaño.
Unas relaciones que se desgastan en lo económico, pero que no rompen lazos entre los agricultores y los proveedores. Solo hay que ver el compromiso de los supermercados nacionales con el producto español. "El compromiso de Mercadona con el sector primario es firme y prioriza por garantizar relaciones estables y transparentes con sus 24 proveedores nacionales, quienes a su vez trabajan con más de 2.800 agricultores de toda España", recalca Mercadona en su página web.
El inicio del fin de la agricultura, de los campos españoles con cultivos de primera clase mundial, de los agricultores que ven como pasan los años sin un relevo generacional, que cuiden de sus tan preciadas tierras, y con unas relaciones entre los supermercados y los trabajadores del campo cada vez más tensas que dejan entrever las dificultades económicas del sector. Solo queda esperar que los gritos, las pancartas y la conquista de las calles calen en las autoridades europeas y dejen de apretar la soga que ahoga a la agricultura nacional e internacional.
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