Economía

Tsipras intenta convencer a los duros de Syriza de que no firmará nada parecido a la propuesta de Juncker

Las diferencias entre las propuestas de Bruselas y del Gobierno griego se antojan irreconciliables. El primer ministro griego intenta aplacar al ala dura del partido mientras el tiempo corre en su contra.

Tras cuatro meses de negociaciones, el acuerdo de los acreedores con Grecia todavía se vislumbra bastante complicado. Por no decir mucho. De lo que se desprende de las propuestas de unos y otros, las posiciones todavía están muy alejadas. Y según las fuentes consultadas en Grecia, este jueves Alexis Tsipras intentaba por todos los medios convencer a los rebeldes de su partido de que no suscribirá el documento que Jean Claude Juncker le presentó en la noche del miércoles.

El primer ministro heleno tiene un problema descomunal en Syriza. Cualquier acuerdo que firme con Europa tendrá que aprobarlo en el Parlamento. Y allí será harto difícil que su formación al completo le apoye. Sin el voto de los rebeldes, Tsipras tendría que acudir a los apoyos de la oposición para que el acuerdo obtenga el visto bueno.

No es de extrañar que semejante situación obligue al mandatario griego a emplear un doble lenguaje, uno para el uso doméstico y otro en las negociaciones con la Troika. De hecho, para gran enfado del FMI, Grecia pidió este jueves que se agrupasen los cuatro vencimientos que tiene este mes con el Fondo para devolverlos en un solo pago de 1.600 millones el 30 de junio, un claro mensaje político en clave interna. "En Grecia esto se lee como que el Ejecutivo va a anteponer el pago de las pensiones y los salarios a la deuda, que no ha gustado la propuesta de Juncker y que se amenaza con no pagar a los acreedores", comentan fuentes al tanto de los entresijos del Gobierno heleno.

Además, deja muy claro que la fecha límite para el acuerdo es el 30 de junio, justo el momento en el que el programa de rescate expira y habría que orquestar uno nuevo con toda la burocracia y discusiones que eso implica en la UE. En ese mismo instante, el BCE consideraría que Grecia ya no tiene garantizada su solvencia y dejaría de enchufar pasta a la banca helena, dando comienzo a una cadena de impagos que muy probablemente acabase con la salida de Atenas del euro.

Aún así, Tsipras sigue jugando con fuego. En Grecia sigue diciendo que el acuerdo con Bruselas no será un nuevo memorando. Es más, en previsión de un pacto con Bruselas, Tsipras ya ha iniciado los movimientos para controlar la insurgencia que podría estallar en cuanto suscriba un nuevo plan de ajuste. Según fuentes consultadas en Grecia, por enésima vez circulaba el rumor de que Tsipras podría recurrir a un voto de confianza o unas elecciones anticipadas que fuercen a los disidentes a aceptar el acuerdo. El primer ministro heleno tiene que explicar este mismo viernes la marcha de las negociaciones en el Congreso, de modo que el anuncio de un voto de confianza serviría para forzar a los críticos a retratarse: ¿quieren seguir o dejarán caer a su propio Gobierno?, ése es el pulso que les lanza Tsipras. De llamar a las urnas, aunque las encuestas le dan otra victoria, se abriría un proceso en el que se pondría de nuevo en cuestión todo, incluida la pertenencia al euro. 

En las negociaciones con la Troika, el primer ministro griego ha aceptado subir el IVA. Está dispuesto a proceder con las privatizaciones de los puertos y atajar las prejubilaciones. Incluso propone algunos impuestos al lujo o mantener la reforma laboral aprobada por el anterior Gobierno.

Pero no quiere subir el IVA para los fármacos o la electricidad pese a que Bruselas insiste en que esos dos capítulos presentan muy poco fraude y por lo tanto aseguran un incremento de la recaudación. Tampoco quiere aplicar un recorte de 1.800 millones de euros en las pensiones este año. Se niega a recortar los complementos a las jubilaciones porque dejaría muchas prestaciones entre los 300 y 400 euros. Rehúsa facilitar los despidos colectivos y privatizar las compañías públicas de electricidad y agua. Y pretende subir el salario mínimo, resucitar la negociación colectiva y mantener a los empleados públicos que volvió a contratar. Muchas diferencias y en algo tendrá que ceder si quiere la financiación de Europa. Desde luego, las pensiones y el IVA a la electricidad serán probablemente los dos puntos más difíciles de digerir en Syriza.

Y el otro frente de las negociaciones con Bruselas se resume en qué dosis de austeridad debe asumir Grecia. Tras haber devuelto la economía a la recesión, ahora los recortes son más duros de hacer. Y los acreedores le exigen a Atenas un superávit antes del pago de intereses del 1% en 2015, del 2% en 2016, del 3% en 2017 y del 3,5% en adelante frente al 0,6%, el 1,5%, 2,5% y 3,5% que propone Atenas. Otra vez, esta desavenencia no es menor porque implica el grado de ajuste. Cuanto más superávit, más ahorros hay que lograr. 

Tsipras podría salvar la cara vendiendo en casa que el ajuste es bastante menor del que tenía que hacer el anterior Ejecutivo de Nueva Democracia y Pasok. Sin embargo, con una economía encogiéndose, los recortes siempre cuestan mucho más. Mientras el tiempo corre en su contra, el primer ministro heleno camina entre dos frentes intentando alcanzar un equilibrio imposible de conseguir. 

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