El Ibex 35 ha perdido alrededor un 15% de su valor en 2020; el índice CAC 40 de la Bolsa de París, algo más del 7%; el FTSE 100 de Londres, cerca del 14% y la Bolsa de Milán, casi un 8%. Sólo los mercados estadounidenses mantienen el pulso, con subidas que van desde el 13% del S&P 500, al 43% del tecnológico Nasdaq. 2020 pasará a la historia como uno de los años de mayor volatilidad en los mercados. Con la renta fija en tipos negativos en un 60% de las emisiones de deuda de las grandes economías, el oro se presenta como una de las alternativas para encontrar rentabilidad a las inversiones. Quien hubiera comprado oro a finales del pasado año y lo vendiera hoy habría obtenido una rentabilidad del 22%.
Una onza de oro se compraba el martes sobre 1.850 dólares, lo que equivale a hablar de 59.500 dólares el kilogramo. El 30 de diciembre de 2019, una onza oro se adquiría por 1.518 dólares y un kilogramo, por algo menos de 49.000 dólares.
Dicen los expertos que la inversión en oro está sujeta a la teoría de la relatividad financiera. “En épocas en las que los tipos de interés reales (el tipo de interés nominal descontada la inflación) son más negativos, el comportamiento del oro es más positivo o mucho más positivo”, dice Juan Marín, Business Development de Selinca AV. Todo lo contrario sucede cuando los tipos de interés reales son altos: “ahí, el oro se comporta peor”.
Hace menos de una semana, el Banco Central Europeo adelantó a los mercados que había decidido incrementar el programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés) en 500.000 millones de euros, hasta un total de 1,85 billones y, lo que es más importante para los inversores, “ampliar el horizonte de las compras netas al menos hasta final de marzo de 2022”. En el críptico lenguaje que acostumbran a utilizar los bancos centrales, la institución que preside Christine Lagarde venía a decir que los tipos de interés van a permanecer en sus actuales niveles otros 18 meses más.
Lo que para los estados es una buena noticia, para los inversores no son más que la prolongación de una situación que dura ya cerca de cinco años, los que habrán transcurrido en marzo de 2021, cuando los tipos al 0% cumplan cinco años en el mercado Y es que hasta el bono español a diez años se subastó el jueves pasado a un -0,016% de tipo marginal por vez primera en la historia. Fue en una emisión realizada por el Tesoro por importe de 921 millones de euros.
El oro es una inversión que no produce rentabilidad, pero que, a cambio, se revaloriza con el tiempo. Como dice Juan Marín, “siempre será mejor que una inversión que te cuesta dinero”, como ocurre con la mayoría de los bonos soberanos de los países desarrollados. Los periodos de transición económica son también propicios para la inversión en metales preciosos.
El mercado del oro es siempre un mercado en equilibrio, donde la oferta y la demanda van de la mano, porque el oro no se destruye, se recicla. En 2019, la oferta de oro ascendió a cerca de 4.800 toneladas y la demanda se quedó en 4.400. Algo más de las dos terceras partes de la producción procede de la extracciones mineras y el resto, del reciclado, según el World Gold Council.
La demanda procede de cuatro grandes áreas: joyería, industria tecnológica, bancos centrales e inversión. La joyería se lleva cerca de la mitad; las inversiones, un 30%; los bancos centrales, un 14% y el resto, la industria.
Sobre la base de que cada vez hay menos oro en las minas y su extracción es más costosa (las estimaciones de los expertos calculan que en 2027 se podrá extraer de las minas un 50% de lo que se produce actualmente), y de que la tecnología va a incrementar la demanda de metales preciosos por su uso en la electrificación de los automóviles y en la transición hacia energías más limpias, todo hace indicar que el precio del oro va a seguir alto. En agosto, alcanzó su récord de los últimos diez años, rompiendo la barrera de los 2.000 dólares/onza (65.200 dólares por kilogramo).
Aumento de la demanda
Los bancos centrales son en parte culpables de los actuales precios del oro, al haber aumentado la demanda significativamente, todo los contrario que sucedió hace unos años. Desde 2011 han cambiado su política y hoy son compradores netos de este metal precioso. En los últimos dos ejercicios han adquirido alrededor de 700 toneladas cada año.
Entre 1999 y 2002, el Gobierno de Gordon Brown vendió más de la mitad de las reservas de oro de Reino Unido (401 de las 715 toneladas) ignorando el consejo de los especialistas. Algo parecido hizo Nicolás Sarkozy en Francia, en 2004, para reducir el déficit. A principios de siglo, Suiza puso en el mercado la mitad de sus reservas, unas 1.300 toneladas, en una operación que se prolongó durante varios años.
Juan Marín es de la opinión de que el precio futuro del oro va a estar más influido por el movimiento de los tipos de interés que por la demanda de la joyería o la industria. Cree que “el oro es algo que siempre deberíamos tener en una cartera de inversión, porque ejerce de mecanismo de cobertura ante crisis que son impredecibles”.
Se puede invertir en oro comprando monedas/lingotes y pagar el precio de su custodia. Otra fórmula es a través de ETF, fondos que invierten directamente, pero que no gozan del diferimiento fiscal de las ganancias de capital logradas. Se puede invertir en compañías mineras, aunque los expertos advierten de que la volatilidad es mayor.
Hay también fondos especializados en metales preciosos como OFI Financial Investment Precious Metal, que comercializa Selinca AV para inversores institucionales en España. Se trata de un fondo que invierte en oro, plata, platino y paladio con una composición fija. Al tratarse de una institución de inversión colectiva (IIC) los partícipes se benefician del diferimiento fiscal de las plusvalías. “Lo que el cliente compra son futuros sobre el precio del oro, no oro físico, porque las IIC no pueden tener oro físico, como no pueden tener petróleo. La legislación comunitaria no lo permite”, asegura Juan Marín.
¿Quiénes invierten en oro? Desde clientes de banca privada altamente sofisticados, a particulares. Piensan que es una buena forma de canalizar los ahorros en tiempos de bajos tipos de interés y muchas incertidumbres económicas.
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