Decía recientemente el británico y Premio Nobel de Física Peter Higgs que de haber desarrollado el grueso de su actividad profesional en los tiempos actuales, seguramente no habría llegado demasiado lejos en la vida. ¿Sus razones? Habría tenido que dedicar tanto tiempo y energías a publicar sin descanso artículos, post y comentarios en revistas especializadas, redes sociales y otros foros de difusión para promocionar su trabajo, que apenas le habría quedado espacio para una actividad que en su especialidad resulta fundamental: pensar.
Y es que en los actuales entornos laborales "contar lo que se hace" parece haberse convertido en tan importante o más que el hecho de "hacerlo". Y en esa dimensión del "contar", las redes sociales son un recurso fácil, inmediato y al alcance de cualquiera. "Las redes sociales son un complemento que puede ayudar a visibilizar tu labor profesional y tu forma de trabajar. Es una manera más de vender tu línea de negocio, ser foco de atracción y llegar a más gente", sintetiza Samuel Fernández, psicólogo de Cinteco y Asociados.
En los actuales entornos laborales "contar lo que se hace" tiene tanta importancia o más que el hecho de "hacerlo"
Según el Informe Digital 2022, publicado por Hootsuite y We Are Social, los españoles dedican una media de 1 hora y 53 minutos a las redes sociales. Una parte significativa de ese tiempo se destina a cuestiones laborales. ¿Son las redes sociales enemigas o impulsoras de la productividad? La clave está, apunta Inge Sáez, especialista en estrategias de LinkedIn, en el uso que se haga de ellas. "Si un profesional utiliza las redes sociales como herramienta para encontrar potenciales clientes para su producto, por ejemplo, no le están robando tiempo a su trabajo sino que son una parte del mismo".
Bajo esa premisa, ¿se puede ser un buen profesional sin estar en redes? “¡Por supuesto!”, zanja Sáez, “El hecho de tener o no tener una cuenta en Facebook, Twitter o LinkedIn no te hace mejor abogado, médico o ingeniero. Pero, si eres un profesional que quiere cambiar de trabajo, mejorar sus conocimientos o entablar relaciones con personas de tu industria, las redes te van a resultar de gran ayuda”, indica.
Contenidos… ¿profesionales?
Un ejecutivo perfectamente trajeado y encorbatado circula sonriente en un patinete eléctrico mientras mira a cámara. Bajo la instantánea puede leerse la leyenda: “llegando a la oficina en un vehículo molón”. Es un ejemplo (real) del tipo de contenidos supuestamente laborales que proliferan en redes sociales como LinkedIn o Facebook. La doctrina más purista, sin embargo, insiste en que en redes sociales hay, sobre todo, que “mostrar y demostrar” aquello con lo que uno se gana la vida. “Si eres alfarero subirás fotos o vídeos de tu trabajo como alfarero. Si has escrito un libro, subirás tu foto en la Feria del Libro”, dice Andrés Pérez Ortega, experto en Marca Personal.
Pero con las fronteras entre las parcelas profesional y personal cada vez más difusas, a veces resulta complicado discernir qué contenidos aportan valor a la comunidad y cuáles son puro 'postureo'. Inge Sáez opina que, siempre que se haga con moderación, introducir algún matiz de la vida personal dentro de los contenidos laborales puede tener efectos positivos para ese profesional, ya que lo humaniza. “Se trata de contar un poco quiénes somos como personas, porque eso ayuda a nuestros seguidores a entender un poco mejor la manera en que trabajamos”.
Con las fronteras entre las parcelas profesional y personal cada vez más difusas, a veces resulta complicado discernir qué contenidos aportan valor a la comunidad y cuáles son puro 'postureo'
Un mundo feliz
En las redes sociales imperan una estética y un lenguaje muy determinados. “Se impone lo bonito y visual, lo llamativo y atractivo, porque eso capta la atención de los posibles clientes, consumidores y usuarios. Y al final ese lenguaje se traduce en impacto positivo para nuestro negocio”, argumenta Samuel Fernández.
Un ejemplo: las fotografías de los miembros de un equipo de trabajo sonrientes y pletóricos al finalizar una sesión se han convertido en un clásico de los posts profesionales. Un tipo de estampas con las que, señala Andrés Pérez Ortega, se persigue un triple objetivo : “Hacer co-branding personal, ya que si sales en una foto con gente 'importante', parte de su prestigio te lo pasan a ti por una especie de osmosis. Promocionar la empresa como un lugar en el que no paran de suceder cosas interesantes. Y, por último, son una excusa excelente para compartir algo cuando no tienes nada mejor que contar”.
Las redes sociales también son terreno abonado para glosar las maravillas del mundo y, en particular, del grupo al que se pertenece. Con la excepción de Twitter –red en la que la posibilidad del anonimato da pie a todo tipo de navajazos de menos de 280 caracteres–, el piropo y el jabón son la norma general. “Mucha gente tiene miedo de compartir sus ideas en redes porque cree que le van a atacar los ‘haters’, pero la realidad es que salvo que seas un político o un personaje famoso poco querido por el público hay muchas más posibilidades de que recibas un ‘eres un crack’, ‘por fin alguien lo dice’ o ‘me encanta’ que un ataque”, comenta Pérez Ortega.
Con la excepción de Twitter –red en la que la posibilidad del anonimato da pie a todo tipo de navajazos de menos de 280 caracteres–, el piropo y el jabón son la norma general
¿Por qué esa necesidad de atención positiva? Porque "a todos nos gusta gustar a los demás y que nos reconozcan. Y, ante esa necesidad, es lógico que intentemos publicitar nuestro negocio o a nosotros mismos, y que pongamos fotos o reseñas que nos pinten bien ante los demás", explica el psicólogo Samuel Fernández.
'Likes' como KPI de éxito
¿Ha transformado ese escaparate permanente en el que se han convertido las redes sociales la percepción de lo que significa ser un buen profesional? Inge Sáez recuerda que visualización y calidad no son conceptos que estén necesariamente conectados. "Hay miles de ejemplos de contenidos irrelevantes que obtienen mucho seguimiento, mientras que hay otros artículos maravillosos que apenas reciben atención". Según esta experta, "la constancia de un profesional publicando contenidos de calidad, aunque tenga pocos 'likes', es más valiosa que estar publicando constantemente cualquier cosa". Porque, además, reflexiona, "¿de que te sirve tener muchos 'me gusta' y comentarios si estos proceden de personas que jamás van a hacer negocios contigo?".
Las redes sociales como parte del trabajo
El consultor de Marketing Digital Juan Carlos Mejía, autor de La Guía del Community Manager, pasó cuatro años de su vida publicando 11 tuits diarios, 365 días al año, fines de semana y vacaciones incluidas. Un trabajo “agotador”, pero que "me llevó a tener 300,000 seguidores y a que me ofrecieran escribir mi primer libro”, subraya. Para este experto, un mínimo de una hora diaria dedicada a redes es innegociable. "La constancia es una de las claves para construir una buena marca personal. La información tiene que ser continua, porque si solo publicas de cuando en cuando pierdes interacción y efectividad", aconseja.
Pero, cuidado, porque "las redes sociales están hechas para distraernos y captar nuestra atención. Y hay que luchar cada día para no perdernos en ellas", advierte Inge Sáez. Marcarse unos objetivos claros, definir una estrategia para alcanzarlos, elegir a lo sumo una red para ponerla en práctica y "planificar y mecanizar su ejecución" son los consejos de esta experta para que la presencia en redes sea productiva y no arrastre al profesional a un agujero negro de insustancialidad.
Aun así, Andrés Pérez Ortega detecta un cierto cansancio entre los habituales consumidores y productores de contenidos en redes. “Quizá porque hay un exceso de contenidos irrelevantes que van ocultando lo poco interesante y útil que aun podría encontrarse en ellas”. Este consultor cree que las redes sociales han pervertido en cierta forma el sentido original de Internet. "Nos prometieron que la Red facilitaría el conocimiento, pero las redes sociales la han convertido en puro entretenimiento". Y conjetura: “Sus creadores se deben sentir un poco como el personaje de Charlton Heston en la escena final de El Planeta de los simios, cuando al descubrir la Estatua de la Libertad semienterrada en la arena, grita: "¡Maníacos! ¡La habéis destruido! ¡Yo os maldigo! ¡Yo os maldigo a todos!"
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