Economía

Las vergüenzas compartidas del taxi y la prensa

Una huelga dejó a Madrid sin prensa durante los últimos días del pasado julio. La empresa de transporte Boyacá anunció 130 despidos y duros recortes salariales; y los repartidores se movilizaron

Una huelga dejó a Madrid sin prensa durante los últimos días del pasado julio. La empresa de transporte Boyacá anunció 130 despidos y duros recortes salariales; y los repartidores se movilizaron para tratar de suavizar el golpe. Hace unos años, la protesta hubiera tenido un efecto mucho mayor que el que se ha producido durante estos días -anecdótico-, puesto que se vendían cientos de miles de periódicos más y no existía la alternativa de las cabeceras digitales. Es decir, todavía hacía falta quitarse el pijama para leer las noticias. La tecnología ha arrasado con lo establecido y ha convertido en prescindibles diversos artículos y servicios. Entre ellos, la prensa impresa. Durante un tiempo, los editores se negaron a aceptarlo, hicieron la vista gorda ante esa fuerza transformadora y trataron de influir para frenarla; una actitud compartida con el taxi que es tan cortoplacista como inefectiva.

El malestar de los taxistas es comprensible, en cuanto a que el sector se ha dado de bruces contra una nueva realidad que ha afectado a sus empresas y sus trabajadores, y que ha dado lugar a abusos y anomalías en el mercado que deberían corregirse. Pero la cerrazón y la parálisis no ayudará a solucionar esta situación, en la que un monopolio ha visto amenazada su posición por nuevos competidores que ofrecen formas de transporte similares, pero también alternativas. Las asociaciones tienen razón al exigir que a las autoridades que no consientan a Uber y Cabify vulnerar ciertas líneas rojas en terrenos como el fiscal -donde existen marrullerías intolerables-, pero se retratan cuando maniobran para evitar que la pugna entre el taxi y los VTC se produzca en igualdad de condiciones en las calles.

Mientras se baten el cobre con el Gobierno por establecer cuotas de licencias o por determinar quién debe concederlas, condenan a una posición secundaria el debate sobre las condiciones del servicio que prestan. Es decir, el más importante para el cliente, que en estas nuevas plataformas, entre otras cosas, tiene la posibilidad de saber cuánto va a costar ‘la carrera’ antes de subir al vehículo. O, directamente, puede optar por alquilar un automóvil por unos minutos para desplazarse donde quieran, por unos pocos euros.

Comprender la profundidad de la revolución digital y aceptar los cambios que traía consigo ha sido complicado para las principales empresas de varios sectores, entre los que se encuentran el taxi y la prensa, que, en este sentido, han caminado por rutas paralelas. La mayoría de los editores de periódicos minusvaloró la importancia de internet cuando vieron que aquella tecnología se extendía, quizá por orgullo, quizá por falta de visión o quizá por incapacidad.

Es duro reconocer que los medios tradicionales ya no tienen el monopolio de la información, del mismo modo que los taxistas lo han perdido en el sector del transporte privado urbano. Pero atrincherarse en el ‘geocentrismo’ en la era espacial no ayuda a aminorar el problema.

Esta actitud provocó situaciones tan inexplicables como que los medios nativos digitales no pudieran entrar en su patronal, AEDE (rebautizada como AMI) hasta hace unos pocos meses, pues entendían que no se dedicaban a lo mismo y, por tanto, no compartían intereses. Los más perjudicados por esta actitud fueron sus propios negocios, pues mientras trataban de influir para mantener su statu quo y menospreciaban la influencia de los nuevos agentes del sector –algo habitual en popes como Juan Luis Cebrián-, aplazaban la la necesaria transformación digital.

Dos caminos paralelos

La verdad es que es duro reconocer que los medios tradicionales ya no tienen el monopolio de la información, del mismo modo que los taxistas lo han perdido en el sector del transporte privado urbano. Pero atrincherarse en el ‘geocentrismo’ en la era espacial no ayuda a aminorar el problema. Hace unos años, el conocimiento del plano de las ciudades que poseen los taxistas les otorgaba un valor añadido que perdieron cuando se universalizó el GPS. La llegada de internet provocó que una buena parte de las noticias que publican los periódicos ya las conozcan los lectores desde el día anterior. Se puede realizar un esfuerzo por mejorar los ingresos de lo digital; o se puede tratar de defender el papel disparando contra 'lo nuevo', pese a que no ayude a mejorar las cuentas de estos medios. Una actitud es constructiva y la otra no.

Los monopolios pierden sentido cuando la nueva competencia llama a la puerta para ofrecer un servicio igual o mejor; y al taxi hace un tiempo que le llegó el momento de adaptarse a este nuevo tiempo. Los medios de comunicación tradicionales que potenciaron en todo el mundo la campaña contra las fake news para reivindicarse frente a las nuevas formas de hacer periodismo -no en pos de la verdad- también deberían terminar de asimilar este hecho y darse cuenta de que ya no cuentan con el monopolio de la influencia. De hecho, esa posición de dominio es la que precisamente predispone a la proliferación de las verdades únicas y las mentiras aceptadas. En cualquier caso, sólo mediante la comprensión de esta nueva realidad, en la que comparte protagonismo con miles de nuevas fuentes, conseguirá sobrevivir en el entorno digital.

Lamentaba un taxista ante un micrófono de La Sexta hace unas horas que desde la aparición de los vehículos VTC, el negocio había mermado un 40%. Desconozco si el dato se corresponde con la realidad o está inflado, pero lo cierto es que, entre 2016 y 2017, los ingresos de Cabify se han multiplicado por tres y su valor de mercado es actualmente superior a los 1.000 millones de euros. Lo innovador se abre paso frente a lo tradicional, al igual que ocurre en la prensa, donde grupos como Prisa, Unidad Editorial y Zeta han perdido cientos de millones de euros en la última década y, en algunos casos, han sido sostenidos con refinanciaciones de deuda casi inverosímiles.

Hace 10 años, la prensa necesitó 827 toneladas de papel para imprimir la totalidad de sus ejemplares. En 2015, tan sólo requirió 294, según datos de su patronal. En 2008, El País difundía 431.033 ejemplares diarios, de media. El pasado junio, lanzó 123.153. El rotativo de Prisa es el más leído de España, aunque ese dato le hubiera situado en la novena posición hace una década.

No estaría de más que las consultoras dijeran de vez en cuando a estos sectores las verdades del barquero, en lugar de limitarse a contar lo que quieren escuchar. Hace un año, en una asamblea de la patronal de los editores, causaron cierto estupor las palabras del representante de una de ellas, en las que aseguró que la prensa daba ciertos signos de mejoría. La acción equivale a insuflar vida a un moribundo o, en algunos casos, a desenterrar a un muerto. Y, créanme que en este sentido no está el horno para bollos.

Al taxi se le pueden conceder prebendas que contengan temporalmente la expansión de las nuevas empresas en el transporte urbano, como la relativa a que las comunidades autónomas asuman competencias sobre las VTC. Pero la situación no solucionará sus problemas. Al revés, los agravará si el taxi no adapta sus servicio a las nuevas exigencias del mercado con la lógica de que siempre podrá presionar para conseguir el favor político. ¿No les suena esto a lo que ha hecho determinada prensa tradicionalmente?

Hace 10 años, la prensa necesitó 827 toneladas de papel para imprimir la totalidad de sus ejemplares. En 2015, tan sólo requirió 294.

La prensa, sobre la huelga del taxi

No han faltado durante los últimos días los análisis en prensa sobre el conflicto del taxi. La mayor atención se la han prestado las televisiones, mientras que los apoyos más incondicionales han procedido de los medios con una editorial más vinculada a la izquierda. Los diarios generalistas han coincidido en destacar que los miembros de este gremio se han extralimitado con la huelga y que las VTC han de tener presencia en el mercado, pero sometiéndose a las mismas normas que las sociedades de transporte. En otras palabras, la liberalización del sector no debe entorpecerse, pero tampoco distorsionar la competencia.

Resulta curioso leer estos editoriales en cabeceras cuyos dueños –no todos- se negaron hasta hace poco a aceptar que los periódicos han perdido una gran parte de su capacidad de fuego y de su influencia, como se puede apreciar al escuchar los discursos que dedicaban a sus accionistas. Siempre se ve mejor la paja en el ojo ajeno, como han demostrado la prensa y el taxi en los últimos años. Los dos sectores han tenido una actitud similar ante la revolución tecnológica, aunque ni a los diarios les sirvió de nada, ni les servirá a los taxistas si quieren que su negocio se adapte a las nuevas exigencias del sector y no pierda terreno con ‘lo digital’.

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