"Nos hemos topado con enormes dificultades para elaborar las previsiones”. Lo admitían fuentes próximas del Banco de España en marzo, cuando su equipo de analistas -el más amplio y prestigioso de nuestro país- intentaba definir la coyuntura económica que nos espera. Creían haberlo visto todo quienes trabajan en la sede centenaria de la institución, después de una pandemia mundial y el confinamiento de toda una nación. Hasta que llegó Vladímir Putin y declaró una guerra en el corazón de Europa, que ha desbaratado todas las perspectivas de recuperación. Y que condena a Pedro Sánchez a un largo vía crucis con muchos visos de acabar en 'crucifixión' electoral.
El nivel de incertidumbre es tal que el servicio de estudios del Banco de España apuró hasta el 31 de marzo para cerrar su Boletín Económico, cuatro días antes de la fecha de publicación prevista. "Todas las variables van cambiando por momentos, hay evaluar la realidad teniendo en cuenta que puede ocurrir cualquier cosa", admiten las mismas fuentes. El informe, presentado el pasado martes, dibuja un horizonte encapotado, donde el PIB crecerá este año nueve décimas menos de lo esperado (4,5%) y la tasa media de inflación se multiplicará por dos (7,5%).
El panorama es tan incierto que ni siquiera el propio director de la Agencia Tributaria, Jesús Gascón, se atreve a pronosticar cómo evolucionará la recaudación a partir de abril. Tanto los indicadores que ya hay sobre la mesa, como las tareas que tiene pendientes el Gobierno permiten augurar un camino jalonado de obstáculos para el presidente. Estos son los hitos. O las estaciones del inevitable vía crucis.
1ª Estación: Recuperación sin inercia
Lo ha confirmado esta misma semana la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF). El Plan de Recuperación diseñado en 2021 está teniendo un efecto “prácticamente nulo” en el PIB. Es un calificativo durísimo dirigido a los ministros del ala económica, incapaces de lograr que los fondos europeos drenen el tejido productivo con más tino y rapidez. La inflación desbocada por la guerra no es excusa para el Gobierno, que tuvo tiempo suficiente el año pasado para acelerar el reparto del dinero comunitario.
Se han promovido varios PERTE pero ni uno sólo está generando actividad aún. El mero hecho de que Hacienda oculte cuántos fondos han llegado a la economía real (la AIReF volvió a exigirlo este jueves) da una idea de las deficiencias en la gestión. Por culpa de ese retraso, la economía española ha perdido una inercia muy valiosa, que debería estar compensando en la actualidad el impacto de la guerra y de los últimos coletazos de la pandemia. Esa falta de ímpetu explica, en gran parte, por qué el PIB está perdiendo más y más fuelle. Esta semana, el Banco de España, la AIReF y BBVA Research han recortado drásticamente sus previsiones de crecimiento para 2022. Han sido los últimos en hacerlo, pero no serán los únicos.
2ª Estación: El mal trago de las pensiones
Si no hay contratiempos, la Comisión Europea debería dar luz verde al primer tramo de la reforma exigida de las pensiones. En contra del Ejecutivo juega la polémica indexación al IPC, que causa recelo en muchos despachos de Bruselas por la factura ingente que genera (1.500 millones por cada punto extra de inflación). De ésta y otras medidas pendientes de revisión depende la segunda remesa de fondos (12.000 millones).
Sin embargo, queda por delante el mal trago del segundo bloque de la reforma. Antes del próximo 30 de junio, Gobierno y agentes sociales deben abordar los puntos más sensibles, como el aumento del periodo de cálculo, el destope de las bases de cotización o el sistema de los autónomos. El anteproyecto debería estar aprobado por el Consejo de Ministros antes del 30 de junio; y la ley, en marcha antes de que acabe el año. Si la negociación del primer tramo fue difícil, el segundo debate sobre las pensiones se antoja extremadamente complicado, por la diferencia de posturas. Y no sólo entre patronal y sindicatos, sino entre los socios que sostienen la coalición de Gobierno.
3ª Estación: El dilema de los jubilados
Si hay algo que inquieta a Pedro Sánchez es la amenaza de que los pensionistas 'tomen las calles'. Lo ocurrido con la reciente rebelión de un pensionista valenciano contra la banca es un botón de muestra clasificador: la propia vicepresidenta económica, Nadia Calviño, no tardó en ponerse manos a la obra y forzó a las entidades a tomar medidas para calmar a las huestes de jubilados que protestaban en las redes y en las calles.
Ahora, Sánchez tiene ante sí un dilema terrible. En 2021, se empecinó en sacar adelante la indexación de las pensiones al IPC. La escalada récord de la inflación obliga ahora al Estado a asumir un gasto extra de 1.500 millones por cada punto que avanza la tasa. La subida consolida y, como informó Vozpópuli, costará 107.000 millones de aquí a 2042. La necesidad de embridar el déficit, en vísperas de la retirada de estímulos del BCE, obliga al Gobierno a replantearse la indexación.
Numerosos economistas reclaman ya que los pensionistas asuman parte de la factura de la crisis, sobre todo, los que tienen un mayor poder adquisitivo, con el objetivo de proteger a los más damnificados. Sea cual sea la decisión, generará malestar en un colectivo de casi nueve millones de votos, con capacidad para mantener o derribar gobiernos.
4ª Estación: El termómetro de las elecciones andaluzas
Las elecciones en Andalucía están a la vuelta de la esquina y tendrán, obviamente, su lectura en clave nacional. Los comicios autonómicos no solo demostrarán el nivel de desgaste del Gobierno, sino que pueden abrir más grietas en la coalición. Dependerá del tamaño de la hecatombe. Según el último Barómetro del Centro de Estudios Andaluces, el PSOE se quedaría a 8,7 puntos del PP si se celebraran ahora las elecciones (25,7% de los votos frente al 35% que cosecharía Juanma Moreno).
Lo que suceda en Andalucía influirá en la marcha de un Gobierno central que necesita, más que nunca, unidad y estabilidad, para sacar adelante las decenas de leyes pendientes y afrontar el calendario de reformas de Bruselas. Y, por encima de todo, para capear la inflación más alta de los últimos 33 años, con los efectos que conlleva sobre los hogares y las empresas.
5ª Estación: Hogares que no llegan...
Desde que lanzó el Plan de Recuperación, el Gobierno siempre confío en que el consumo de los hogares actuaría como el gran motor del PIB. El tiempo le ha quitado la razón: la demanda privada ha avanzado, pero no con el ímpetu que esperaba Nadia Calviño. La misma tónica se repetirá en los próximos meses. Según el Banco de España, el consumo privado crecerá un 4,5% este año, seis décimas menos de lo previsto en diciembre. La brecha será mucho mayor en 2023: 3,9%, frente al 5,2% pronosticado tres meses antes. "El aumento de la incertidumbre habría podido comenzar a hacer mella en las decisiones de gasto de los hogares", admite la institución.
Las familias españolas se enfrentan a una subida generalizada de precios con sueldos estancados o revisados ligeramente (en torno al 2% de media en los últimos convenios). BBVA Research prevé que la renta disponible de los hogares caerá un 1,2% en 2022, siete décimas menos de lo esperado en diciembre. Según las estimaciones del servicio de estudios, el descenso del 10% de esa renta disponible reducirá el consumo un 2% a corto plazo y un 4% a largo. La gran incógnita de los economistas es qué ocurrirá con la gran 'balsa' de ahorro acumulada durante la pandemia. Es decir, si las familias se atreverán a tirar de la hucha para consumir con este panorama de precios altos e incertidumbre económica.
6ª Estación: ...y empresarios al límite
Sin recuperarse aún de la crisis provocada por la pandemia, las empresas tienen que enfrentarse en los próximos meses a las consecuencias de la guerra en Europa. La primera es la inflación: sigue estrenando sus márgenes por el aumento de los costes e inyecta presión en la negociación salarial. "La prolongación del episodio inflacionista también aumenta la probabilidad de que las empresas trasladen los costes de los consumos intermedios a los precios finales en mayor medida de lo observado hasta ahora", advierte el Banco de España.
La segunda es el impacto del conflicto en las exportaciones, el motor que más ha tirado en los últimos meses del PIB. "El avance de las exportaciones de bienes tenderá a moderarse en los próximos meses, debido a la intensificación de las alteraciones en las cadenas globales de suministro", añade la institución que gobierna Pablo Hernández de Cos. Las empresas exportadoras se exponen a un problema añadido: el impacto de la guerra en los países que importan sus bienes y servicios, con Alemania y los países del Este de Europa a la cabeza. "La guerra tendrá un impacto significativo sobre la actividad mundial y, a través de este canal, sobre la demanda de las exportaciones españolas y sobre el crecimiento del PIB en nuestro país", concluye el Boletín Económico. Los problemas de los empresarios son problemas para la economía y, por tanto, para el presidente que aspira a revalidar su cargo en las urnas.
7ª Estación: El final del dinero barato
El dinero barato se acaba y las compras de deuda, también. El Banco Central Europeo (BCE) comprará activos por valor de 40.000 millones este mes. La partida se reducirá hasta 30.000 millones en mayo y 20.000 millones en junio. A menos que haya un giro grave en el conflicto bélico, la institución que preside Christine Lagarde cerrará el grifo en el tercer trimestre. Acto seguido, aplicará la primera subida de los tipos de interés para poner coto a la inflación.
El cambio de política económica le pilla al Gobierno con altos niveles de deuda y déficit. Y una prima de riesgo estabilizada en torno a los 100 puntos, un nivel que no invita a la alarma pero tampoco a la relajación. A los 120 puntos, demasiado cerca, establecen la primera señal de alerta los gestores de fondos de inversión. El diferencial de la deuda puede tensarse si la economía española sigue perdiendo fuelle. Por ahora, no hay perspectivas de que los desequilibrios se corrijan. "En ausencia de medidas de corrección, el déficit de las Administraciones Públicas seguirá siendo muy elevado en 2024, del 4,7%", advierte el Banco de España. La deuda registrará "un modesto descenso", pero seguirá por encima del 13% dentro de dos años.
Al nuevo rumbo de que implante el BCE hay que añadir el retorno de las reglas fiscales, que afectan a España con más intensidad, precisamente, por sus elevados niveles de deuda y déficit. La guerra ha enfriado por ahora un debate incipiente. Si el conflicto no se enquista, a finales de 2022 o principios de 2023, los socios más 'duros' de la UE recordarán que ha llegado el momento de apretarse el cinturón.
8ª Estación: La 'patata caliente' de la reforma fiscal
Si la reforma de las pensiones es espinosa, la fiscal lo es aún más. Por dos razones: las diferencias entre los socios de la coalición sobre las medidas que deben tomarse y las implicaciones que tendrán los cambios en las comunidades autónomas. Pese a tener listo el informe -casi 'ad hoc'- de los expertos, el Gobierno ha preferido dar una patada hacia delante a una de las principales reformar que exige Bruselas.
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, reabrirá el debate a principios de 2023. El Ejecutivo debe decidir si hinca el diente a los verdaderos problemas -las deficiencias en la recaudación, la economía sumergida, el gasto superfluo- o se limita a elevar impuestos.
"Dado nuestro elevado déficit y nivel de deuda pública, se hace necesario emprender una senda creíble de consolidación fiscal a medio plazo", señala el Libro Blanco para la Reforma Fiscal del Instituto de Estudios Económicos. "Pero este proceso de consolidación no debe abordarse con subidas de impuestos, ya que estas impactan negativamente sobre la confianza y las expectativas de los agentes, y lastran las decisiones de inversión empresarial, lo que afecta a la actividad y el empleo; y lo que es peor, estos efectos se extienden por un período prolongado de tiempo".
9ª Estación: Penúltimo 'set ball': los comicios de mayo
Los impuestos estarán presentes, precisamente, en las campañas electorales de las elecciones autonomías de la primavera de 2023. Y se usarán, salvo sorpresa, como arma arrojadiza, teniendo en cuenta de que será la Comunidad Valenciana quien saque primero las urnas. Su presidente, Ximo Puig, ha sido el gran abanderado de la lucha contra las -según su visión- ventajas fiscales de la Comunidad de Madrid. En esa pugna cuenta con el apoyo del presidente del Gobierno, quien apoya también al socialista valenciano en su propuesta de descentralizar organismos públicos. El choque frontal con la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso está garantizado.
En mayo acudirán también a votar los ciudadanos de Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Murcia, Navarra y La Rioja. Las autonómicas serán el penúltimo 'set ball' para Sánchez, el paso previo a las generales en las que se medirá por primera vez -y quién sabe si por última- con Alberto Núñez Feijóo.
10ª Estación: Gloria europea o 'crucifixión' nacional
Paradojas de la política: Pedro Sánchez podría concluir 2023 instalado en la gloria... o 'crucificado' electoralmente. El calendario idílico de Moncloa contemplaba un final feliz de legislatura, con un triunfo en las elecciones generales en plena presidencia de la UE. A España le toca asumir ese encargo en el segundo semestre de 2023.
Si Vladímir Putin no hubiera invadido Ucrania, la economía podría haber recuperado los niveles prepandemia a finales de este año o principios del siguiente. El conflicto bélico ha ido alargando los plazos. Tanto el Banco de España como la AIReF coinciden en situar el final -de verdad- de la crisis del Covid en torno al verano de 2023. Los plazos son demasiado ajustados y cualquier imprevisto puede impedir que Sánchez venda sus logros económicos en una campaña electoral. En Moncloa lo saben. Ahora toca decidir si el presidente debe arriesgarse a atravesar el vía crucis o eludirlo de la única manera posible (e igualmente arriesgada): adelantando las elecciones.
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