El avance de ómicron y la ola de contagios con la nueva variante han creado estos días una suerte de caos que, a estas alturas de pandemia, resulta agotador: familiares confinados por positivo, cancelaciones navideñas, planes al traste de un día para otro… Todos sabemos estos días de alguien que haya dado positivo, aunque, lejos de dramatizar, es justo reconocer que, a diferencia de los terribles momentos vividos con la irrupción del covid en 2020, el número de contagios y la presión hospitalaria siguen caminos distintos.
Pero hay luz al final del túnel. Desde Madrid Aloja, el principal colectivo del alquiler vacacional urbano madrileño con más de 3.500 viviendas de uso turístico, constatamos la pasada Nochevieja un repunte en las reservas de última hora de pisos turísticos, prueba de que muchas familias no renuncian a sus vacaciones. Según un estudio realizado por el Colectivo de Pequeños Propietarios de Viviendas Turísticas de la Comunidad de Madrid, para celebrar el año nuevo se registró en la capital una ocupación por encima del 80%. Hubo vaivenes de última hora, pero se cancelaron tantas como entraron nuevas reservas. El patrón continuó en Reyes, y de cara a la Semana Santa las expectativas son muy halagüeñas.
Así, podemos confirmar que la vivienda vacacional sale reforzada de esta crisis al ser consolidarse como el alojamiento favorito durante la pandemia. Ésta ha acelerado su implantación. Digámoslo ya: el paso del covid-19 y las consecuencias de convivir con un virus tan devastador van a provocar, si no lo han hecho ya, importantes cambios en la sociedad, que van desde el teletrabajo hasta las residencias, pasando por el e-commerce. Y una de esas transformaciones afectará al turismo: desde que empezó la pandemia, el tanto por ciento en Estados Unidos de viajeros que se plantea usar una vivienda turística ha crecido de 50 al 80%, el resto del mundo no es diferente.
Hace tiempo que en nuestro colectivo sabemos que los pisos turísticos han llegado para quedarse, y no solo por el covid: de 2015 a 2019, las pernoctaciones se multiplicaron por 15. Pero ahora, superado lo peor del confinamiento, se revive un repunte espectacular. Prueba de ello fue la ocupación de casi el 97% que se registró durante el pasado Puente de la Constitución en la capital. En Airbnb solo quedaban disponibles en la región madrileña durante el puente menos de 100 alojamientos. La gente solicita no compartir espacios ni zonas comunes con terceros y evita cada vez más los encuentros multitudinarios. Con independencia de si están ubicadas en una gran urbe global o en un recóndito paraje rural, las Viviendas de Uso Turístico (VUT) ofrecen una solución sencilla y razonable a muchos turistas que quieren seguir moviéndose con garantías para evitar los contagios.
La gente solicita no compartir espacios ni zonas comunes con terceros y evita cada vez más los encuentros multitudinarios
No podemos negar que los datos han llegado tarde en los últimos ocho años, pero después de una legislación realizada a ciegas y más empujada políticamente que por el interés general, en el último año hemos conocido importantes datos nuevos: que las VUT aportan al PIB municipal 1.800 millones de euros, que casi el 30% de las noches reservadas en Madrid se hace en viviendas turísticas, que en ese tiempo la Comunidad de Madrid ha crecido en 350.000 habitantes -un crecimiento que se ha notado en el precio del alquiler- y que el centro de la ciudad no se vacía de vecinos si no que ha ganado 10.000 habitantes extra en esos ocho años. Estos datos deberían llevar a una regulación proporcionada, como le hemos indicado al actual concejal de Urbanismo de Madrid.
Hay quien verá, al menos en el caso madrileño, un problema, pero muchos de los ataques que recibimos están basados en falacias. Para empezar, frente a quien apunta a la mano de poderosos gestores multi propietarios, detrás de las viviendas turísticas de la capital, aclararemos que el 77% de los propietarios madrileños de apartamentos turísticos son pequeños propietarios con un máximo de tres viviendas.
Se han contado muchas mentiras sobre este nuevo modelo turístico, casi siempre procedentes de los mismos colectivos
Se han contado muchas mentiras sobre este nuevo modelo turístico, casi siempre procedentes de los mismos colectivos. Se habla de que favorecemos un modelo de turismo low-cost, cuando la realidad es que nuestros huéspedes se dejan diariamente de media en Madrid 270 euros frente a 154 euros en el resto de España; se denuncia la supuesta economía sumergida, pero no se dice que la viviendas turísticas están obligadas a presentar ante la Agencia Tributaria (AEAT) el Modelo 179, por el cual las plataformas intermediarias comunican las transferencias y las reservas, quedando el 99% de las transacciones están supervisadas por Hacienda.
Se airea que somos un modelo de fiestas e inseguridad ciudadana, pero según la Encuesta de Calidad de Vida y Satisfacción con los Servicios Públicos de la Ciudad de Madrid realizada en 2019 solo el 3,5% de los vecinos del Distrito Centro cree que existe un problema con los pisos turísticos. Muy pocas comunidades de vecinos han limitado las viviendas turísticas, aun teniendo la posibilidad por la Ley de Propiedad Horizontal.
Frente a la creencia de que Madrid está atestada de turistas, datos: 7,3 turistas por habitante en Barcelona, 3,7 visitantes por residente en la capital. Si antes de la pandemia los pisos turísticos eran un modelo arraigado, el contexto actual permite afirmar que son el alojamiento vacacional no ya del futuro, sino del presente.
Adolfo Merás es presidente de Madrid Aloja
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