Economía

El hundimiento ruso o la historia de cómo Putin vivió por encima de sus posibilidades

Al poco de alcanzar el poder, el presidente ruso, Vladimir Putin, restableció el antiguo himno nacional de la Unión Soviética. Toda una declaración de intenciones que se ha tornado en una crisis que bien se lo podría llevar por delante.

Al poco de alcanzar el poder, el presidente ruso, Vladimir Putin, restableció el antiguo himno nacional de la Unión Soviética. Toda una declaración de intenciones que se ha tornado en una crisis que bien se lo podría llevar por delante.

Cuando el agente de la KGB Vladimir Putin fue repatriado a Leningrado tras la desaparición de la Alemania del Este, por un tiempo tuvo que trabajar como taxista sin licencia mientras observaba el Salvaje Oeste que había sembrado un capitalismo descontrolado liberado de la noche a la mañana. Nunca más. Él repondría la gloria de la antigua Unión Soviética.   

¿Y qué está ocurriendo ahora en Rusia? Pues que en pleno fervor nacionalista el presidente Putin simplemente ha gastado por encima de sus posibilidades. De por sí, el petróleo ruso no tiene ningún problema porque el precio del crudo esté en los 60 dólares el barril. De hecho, a 40 dólares el barril resulta todavía rentable.

El problema de Putin radica más bien en que Rusia presenta un déficit comercial cercano al 10 por ciento del PIB una vez se sustrae el petróleo de la balanza. Una burrada. Lo que a grandes rasgos significa que los rusos prácticamente lo importan casi todo y lo pagan con su producción de gas y petróleo. Tan pronto se ha desplomado la cotización del crudo, Rusia no puede sufragar todo lo que consume, luego necesita endeudarse.

El problema de Putin radica en que Rusia presenta un déficit comercial cercano al 10% del PIB una vez se sustrae de la balanza el crudo

Lastrado por la caída del petróleo, las sanciones por el conflicto con Ucrania y el alza del dólar, el rublo cae en picado. La remontada del billete americano indica además el atractivo de invertir de nuevo en Estados Unidos y, por lo tanto, la aversión a los activos de riesgo, lo que también acaba provocando una salida de inversores de Rusia, con la consiguiente venta de rublos que a su vez presiona aún más a la baja sobre la voluta. Es decir, el capital se marcha y no acude a financiar las necesidades del país.

Con un rublo por los suelos tras retroceder un 30 por ciento sólo en lo que llevamos de diciembre, la capacidad adquisitiva se pierde, la escasez aumenta y la inflación se dispara. Por sorpresa y de noche, el Banco Central Ruso reaccionó este lunes subiendo tipos al 17 por ciento, un golpe de efecto que persigue atacar la inflación y atraer de vuelta a los inversores al ofrecerles un tipo de interés mucho más atractivo. Pero al igual que sucedió con la crisis del 92 de Reino Unido, los inversores no se creen que esos tipos sean sostenibles. Tan sólo se va a hundir todavía más la actividad y, en consecuencia, la huida continúa.

Cuando entre 2008 y 2009 el precio del crudo se resintió, Rusia mantenía casi un tercio de su PIB en reservas de divisa extranjera y respondió comprando rublos en masa para sostener la cotización de la moneda. En 2011 y a pesar de los elevados precios del crudo de entonces, las reservas de Rusia dejan de crecer y en su lugar se destinan sobre todo a incrementos del gasto militar, de las pensiones y de los sueldos. De ahí que ahora haga falta un colosal ajuste en Rusia para poder hacer frente a los pagos. Más de la mitad de los ingresos del Estado se obtienen del gas y el petróleo.

Y los problemas se ven seriamente agravados por el hecho de que los bancos y grandes empresas del país se han endeudado hasta las cejas en moneda extranjera y necesitan refinanciarse a pesar de que las sanciones se lo impiden. Antes del cierre de 2015, las compañías rusas han de hacer frente a vencimientos por valor de 130.000 millones de dólares. Y eso fuerza al banco central a aceptar como garantías los bonos de estas empresas, de forma que éstas a cambio obtienen liquidez y venden esos rublos por dólares, retroalimentando el círculo vicioso de caídas de la divisa rusa.

Para colmo, dicho endeudamiento no se ha dedicado a la inversión doméstica, máxime cuando existe en cualquier momento el riesgo de servidumbre hacia el Estado o incluso de expropiación. Apenas hay competencia porque el empresariado en realidad no es más que un entramado de amiguetes del presidente Putin. Es más, los propios bancos rusos han aprovechado la liquidez que le concedía el Banco Central Ruso para hacer caja apostando contra el rublo. Y en consecuencia el potencial de crecimiento se ha reducido drásticamente. En cuanto los rusos decidan buscar dólares en vez de rublos, la crisis se agudizará. Por el momento, una subasta de deuda pública rusa ya ha quedado desierta.

Los bancos y grandes empresas rusas se han endeudado hasta las cejas en moneda extranjera

Aunque lejos del default de 1998, la solución consiste lamentablemente en ajustarse a lo bruto. Sin embargo, la respuesta de Putin a todo esto se resume en envolverse en la bandera, elevar el tono beligerante y afirmar que se trata de un castigo de Occidente por haber ocupado Crimea. Pero la realidad es que el fenómeno del fracking combinado con la falta de medidas de Arabia Saudí para subir el precio parece haber puesto un techo de 80 dólares a la cotización del precio del petróleo, un hecho que representa un trasvase de riqueza de los países productores a los importadores y que podría golpear a las economías muy dependientes del crudo como Venezuela o Ecuador. Si esto dura mucho, los temblores podrían alcanzar más allá: el oro negro extraído en Brasil o México precisa que el precio supere la horquilla de los 70-80 dólares barril para que salga rentable.

En su tesis doctoral escrita hace años, Putin defendía que Rusia debería aprovechar su condición de proveedor de materias primas para recuperar el estatus de superpotencia. La historia se repite y la capacidad y el ingenio de EEUU ha vuelto a superar al de la antigua Unión Soviética. Aunque Putin todavía goce de un respaldo mayoritario, el ajuste que debería imponer para corregir los desequilibrios puede pasarle factura. Las ansias de gloria siempre terminan saliendo muy caras, sobre todo para el ciudadano de a pie.

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