Varoufakis tenía un plan B que contemplaba la salida del euro y que planteó a sus compañeros de Gobierno después de que el BCE impusiera el corralito. Por suerte, en esa reunión del círculo más cercano a Tsipras, el ministro de Finanzas perdió la votación por 4 a 2. Tras la victoria del ‘No’ en el referéndum, volvió a sugerirlo esa misma noche pensando que el plebiscito brindaría un fuerte impulso a su propuesta. Sin embargo, la decisión del Ejecutivo también fue que no. Sin apoyos en el Gabinete, el siempre polémico titular de Hacienda griego decidió entregar su dimisión a la mañana siguiente.
“Al aceptar nuestro primer ministro la premisa de que pasase lo que pasase, hiciese lo que hiciese la otra parte, nunca responderíamos de una forma que les retase, esencialmente eso significa plegarse… Dejas de negociar”, sostiene Varoufakis en una entrevista concedida al semanario británico New Statesman días después de haber dimitido pero antes de que se suscribiese el fatídico acuerdo.
El exministro heleno confiesa que pensó en el ‘Grexit’ desde el primer día. De hecho, nombró a una especie de gabinete de guerra formado por cinco personas dentro del Ministerio al objeto de que trabajasen en esa opción. “No quería que fuese una profecía autocumplida. [...] Pero también creía que en el momento en el que el Eurogrupo cerrase nuestros bancos, deberíamos impulsar este proceso”, comenta.
No se trataba de ir directamente hacia una nueva moneda, sino de contestar con una amenaza creíble al cierre de los bancos, lo que a su juicio era un “agresivo movimiento de una potencia increíble”. “Teníamos que responder agresivamente pero sin cruzar el punto de no retorno”, asegura.
O sea, nada de acuñar dracmas. En realidad, quería usar este plan como una suerte de palanca en las negociaciones. Tan sólo pretendía lograr un mejor trato a fuerza de hacer inminente la ‘Grexit’. Sin embargo, como él mismo admite abiertamente en la entrevista, las medidas suponían una salida del euro de facto. En concreto, la idea consistía en emitir pagarés o anunciar que los emitirían; aplicar una quita a los bonos que el BCE compró en 2012 y tomar el control del Banco de Grecia. Esto es, tres medidas que potencialmente precipitarían la expulsión de Atenas de la moneda única.
No obstante, el Gabinete se resistió a la idea. Votaron en contra por 4 a 2 y Varoufakis no tuvo más remedio que poner en marcha el corralito. La opción de presionar el botón nuclear permaneció en el congelador hasta el momento en el que el ‘No’ al plan de ajuste ganó en el referéndum, justo entonces Varoufakis volvió a ponerla sobre la mesa. “Esa misma noche el Gobierno decidió que la voluntad de la gente, ese sonoro ‘No’, no debería ser lo que impulsase la propuesta más enérgica [su plan]”, explica.
La iniciativa de Varoufakis ponía claramente a Atenas al filo de un abismo del que quizás no sabrían salir. “No estoy seguro de que hubiésemos sido capaces de manejarnos, porque gestionar el derrumbe de una unión monetaria precisa una gran cantidad de expertise, y no estoy seguro de que tengamos eso en Grecia sin la ayuda de expertos de fuera”, reconoce.
Respecto a la posibilidad de que Tsipras dimita, el exministro responde que no le extrañaría. “Nuestra eurozona es un lugar poco hospitalario para gente decente. Tampoco me sorprendería que permaneciese en el puesto y aceptase un mal acuerdo. Porque puedo entender que él siente como una obligación hacia la gente que le apoya no dejar su país convertido en un Estado fallido”, afirma Varoufakis tras haber perdido seis meses discutiendo con los acreedores para acabar con un rescate mucho peor y habiendo estrangulado la recuperación que asomaba en la economía helena a finales de 2014.
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