Economía

El shock energético que viene si los 'malos' deciden morir matando

La OPEP y sus aliados, con Rusia a la cabeza, vuelven a estar en el foco por su capacidad para ayudar a las economías occidentales o condenarlas a una crisis como la del 73, desatada por otra guerra

  • Mohamed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí. -

Hay muchas diferencias entre el mundo de 1973 y el que ahora ha puesto patas arriba Vladímir Putin. Pero también hay similitudes, suficientes para pronosticar que la economía mundial se expone a un batacazo sonoro como el de entonces. El shock energético está garantizado si la guerra se agudiza, si quienes tienen capacidad real para influir en los precios energéticos optan por no arrimar el hombro, aun a riesgo de morir matando. 

La invasión rusa de Ucrania vuelve a poner el foco sobre la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), un cartel venido a menos por la diversificación de fuentes energéticas acometida por Occidente (su principal cliente). La organización, fundada en Bagdad en 1960, demostró al mundo su poderío hace 49 años, provocando un tipo de recesión desconocida hasta el momento: aquella que combina dos elementos aparentemente contradictorios -hundimiento del PIB e inflación desbocada- y que los economistas denominan estanflación.

Es cierto que Occidente es considerablemente menos dependiente hoy del crudo, cuya restricción total, ordenada por la OPEP en 1973, provocó la escalada inflacionaria primero y el desplome del PIB después. Sin embargo, las economías más desarrolladas vuelven a enfrentarse a un escenario de contracción severa de la oferta energética, con niveles de inflación ya de por si elevados y un añadido cruel: todas se encuentran en pleno proceso de recuperación, sostenidas artificialmente por los bancos centrales, tras sufrir el embiste de una pandemia.

A diferencia de lo que ocurrió tras la Guerra del Yom Kippur, cuando el cartel de exportadores cerró el grifo petrolero, el descenso de la oferta obedece ahora a dos motivos diferentes. Por un lado, Estados Unidos y Reino Unido han decidido, por voluntad propia, prescindir del crudo ruso, en represalia al desafío brutal de Putin. Esta decisión impedirá casar adecuadamente la oferta y la demanda hasta que Washington y Londres encuentren otros suministradores. Por otro lado, Moscú amenaza con suspender sus exportaciones de gas a la UE. Y en medio de ambos frentes se encuentra la OPEP, un actor clave en la crisis energética, que mantiene, desde que los tanques llegaron a Kiev, un silencio tan calculado como sospechoso.

Este club, con sede en Viena y 13 socios, tiene herramientas para frenar la cotización del petróleo, uno de los artículos -junto al gas y la luz- que más están tirando de la inflación. El Brent, barril de referencia en Europa, cerró 2021 a 77,9 dólares. Esta semana se cotiza en torno a los 130, un 66% más. De mantenerse en los próximos meses, la escalada del crudo incrementará -más aún- los costes para las empresas y para los propios Estados. El español presupuestó un barril a un precio medio de 60 dólares en 2022, por lo que pagará -como avanzó Vozpópuli- una factura extra de 20.000 millones si la crisis energética no retrocede.  

Hacia el shock energético: el diésel ya vale más de dos euros en algunas gasolineras
Panel de precios, con el diésel por encima de dos euros, en una gasolinera.EP

Según el BP Statistical Review, los países de la OPEP aún controlan más de un tercio de la producción mundial (35%) y un 70% de las reservas. El estudio aporta otro dato: el cartel produce un 28% del gas natural licuado, una de las fuentes que podrían suplir con más rapidez la carencia de gas natural en el mercado europeo. 

La organización que provocó la crisis del 73 es hoy fundamental para evitar que la historia se repita. En su mano está tapar algunos de los agujeros que está abriendo el Kremlin, otro de los actores principales del mercado energético mundial. Rusia bombea tanto petróleo como Arabia Saudí (unos 10 millones de barriles diarios). Según la Agencia Internacional de la Energía, del subsuelo ruso sale el 34% del crudo que consumen los países europeos de la OCDE. Este porcentaje ronda el 10% en los casos de España y Portugal, pero asciende al 30% en Alemania y supera con creces el 70% en naciones como República Checa o Lituania.

Las economías más desarrolladas vuelven a enfrentarse a una contracción severa de la oferta energética, con niveles de inflación ya de por si elevados y en plena recuperación tras una pandemia

Productores como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos cuentan con capacidad ociosa de bombeo; es decir, margen para elevar su oferta por encima de los niveles comprometidos en el seno de la OPEP. Una mera declaración de intenciones a favor de Occidente influiría en las cotizaciones. Más impacto aún tendría el anuncio de un incremento de la oferta y, sobre todo, cualquier apercibimiento a Rusia, asociada con el cartel desde 2016 para coordinar los niveles de producción.

“Si continúa la brecha persistente entre la producción real de la OPEP+ [la suma del cartel más otros aliados como Rusia] y sus objetivos comprometidos, aumentarán las tensiones de oferta, lo que provocará mayor volatilidad y presión alcista sobre los precios”, advierte la AIE en su último Oil Market Report. “Estos riesgos, que tienen grandes implicaciones económicas, podrían reducirse si los productores de Oriente Medio con capacidad sobrante compensaran la que se está agotando”.

A juzgar por lo que dice la OPEP, y sobre todo por lo que no dice, en Viena no hay intención de mover pieza. Los ministros de Energía de los países miembros se vieron las caras el pasado 2 de marzo, siete días después de que Putin abriera fuego. El resultado de la reunión fue un escueto comunicado, en el que confirmaban un incremento ya previsto de la oferta en abril (400.000 barriles diarios). No había alusión alguna a la guerra, a pesar de su huella evidente en los precios. 

Shock energético: el papel de la OPEP
Reunión por teleconferencia de los ministros de Energía de la OPEP.EP

Es ese silencio -la certeza de que el cartel se mantendrá agazapada pese a las bombas- lo que ha empujado a Joe Biden a tomar una decisión poco menos que estrambótica: pedir ayuda a países ‘enemigos’ como Venezuela e Irán. La oferta es tentadora para los dos países, ambos miembros de la OPEP. Los dólares estadounidenses proporcionarían oxígeno a la moribunda economía venezolana y un hipotético levantamiento de las sanciones daría fuerzas a Teherán.

El tiempo juega a favor de quienes exportan energía y en contra de quienes la está pagando a un precio de oro. La UE, como Estados Unidos, sí tiene a su alcance opciones para suplir la oferta de crudo o gas ruso, pero necesita margen. “Los problemas de suministro”, recordaba este lunes Financial Times en un editorial, “son el legado de la baja inversión en exploración de los últimos años”, a consecuencia de la pandemia y, sobre todo, de la transición acelerada hacia fuentes menos contaminantes.

El tiempo juega a favor de quienes exportan energía y en contra de quienes la está pagando a un precio de oro

Mientras Occidente busca un relevo, los productores más 'duros' de la OPEP -apodados históricamente como “halcones”- seguirán haciendo caja con el barril disparado y recuperando posiciones perdidas en el tablero geopolítico. Ahora bien, los miembros del cartel deben enfrentarse tarde o temprano a un dilema. Un shock energético abocaría a las economías occidentales más vulnerables hacia la estanflación. 

Tras los embargos petroleros que sucedieron a la guerra del Yom Kippur, “tanto el crecimiento económico mundial, como el volumen de intercambios [comerciales] se vieron reducidos a menos de la mitad, mientras que la inflación y el paro se multiplicarían por más de dos”, recuerda el economista y empresario Roberto Centeno en El petróleo y la crisis mundial, una profunda radiografía sobre lo ocurrido en la fatídica década de los 70. 

Las crisis del 73 y la secuela provocada por la Revolución Iraní acabaron derivando, a medio plazo, en una caída de las exportaciones y -por tanto- de los ingresos; y, a largo, en la apuesta por la diversificación energética de los países importadores, que acabó desinflando el poderío que ostentó el cartel en sus años dorados. Cuatro décadas después, otra guerra vuelve a poner a la OPEP y sus socios -con Rusia a la cabeza- en la tesitura de decidir si optan por regresar al lado oscuro, por ser otra vez el 'malo' de la película, aún a riesgo de que les cueste la vida.

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