El Gobierno y el Banco de España llevan tiempo eligiendo entidades presuntamente independientes para que asesoren en la reordenación bancaria, cuyos nombres han levantado polémica en todas las ocasiones. El último caso ha resultado sangrante: se filtró que BlackRock iba a acompañar a Oliver Wyman en la valoración de los activos inmobiliarios de la banca, pero el mismo día de la presentación de la reforma no se confirmó su elección. El ministro De Guindos se cuidó mucho de pronunciar nombre alguno; sólo dijo que se trataría de entidades sin conflictos de interés, independientes y de prestigio. La identidad de BlackRock, cuyo nombre había sido comunicado oficiosamente a las entidades financieras españolas, estaba levantando ampollas no sólo por la agresividad de sus valoraciones, sino por su papel de entidad gestora, que también toma posiciones en los mercados. Otras firmas competidoras sin esa actividad pusieron el grito en el cielo y con razón.
Al final, el nombre maldito ha sido remplazado por Roland Berger, una consultora que no actúa como bróker en los mercados. Cosa que sí hace, sin embargo, Nomura, firma que ha sido contratada de manera sostenida anteriormente por el Banco de España para colocar Banco de Valencia, Unnim o Cajasur, sin que en los foros financieros se sepa qué tipo de concurso público se ha empleado o qué requisitos ha cumplido para hacerse con tan suculentos negocios.
Peor todavía es el caso de Goldman Sachs, si se confirma que el primero evaluará a BFA, la ‘matriz tóxica’ de Bankia, aunque Goldman ya ha trabajado anteriormente asesorando al FROB. Siendo de sobra conocido que este banco estadounidense realiza operaciones por cuenta propia (de impacto fue el escándalo que puso en evidencia su afición a operar en sentido contrario a sus clientes), más discutible aún resulta el hecho de que se contrate a una entidad que tomó parte activa en el desaguisado inmobiliario a la hora de intentar arreglarlo. ¿Hay que recordar, por ejemplo, que Goldman diseñó la financiación al mismísimo Luis Portillo en su asalto a Colonial? ¿O que el mismo Goldman se vio en su día envuelto en el escándalo del falseamiento de las cuentas públicas de Grecia, un asunto muy a flor de piel estos días en España?
Si queremos que no se señale a España como “otra Grecia”, es preciso desmarcarse de las prácticas “griegas”.
El Gobierno no puede seguir instalado en esta suerte de nepotismo financiero, ni en esta sucesión vertiginosa de decisiones atropelladas que la realidad le desmonta a las pocas semanas. Es cierto que los mercados aprietan muchísimo, pero la credibilidad no se logra contratando empresas para que lideren reformas estructurales sin que se sepa cuáles son sus méritos ni las exigencias requeridas para ello, teniendo en cuenta, además, su agresivo y discutible perfil. Si queremos que no se señale a España como “otra Grecia”, es preciso desmarcarse de las prácticas “griegas”.
Nadie dice que sea sencillo contratar entidades sin mácula dispuestas a asesorar al Gobierno y sus instituciones en esta crisis. Todas tienen actividad en zonas geográficas y en negocios conexos muy dispares, lo que hace muy difícil que no surja alguna queja contra ellas. Pero el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy está demostrando atolondramiento en la toma de decisiones al respecto. Con la reforma bancaria, además, está hundiendo casi definitivamente la imagen (y la moral) del cuerpo de técnicos del Banco de España. Una cosa debe quedar clara: en modo alguno resulta imprescindible ir de la mano de este tipo de empresas, tan cuestionadas por tantas cosas en estos tiempos convulsos. Hay otros nombres, seguramente con menos glamour, pero probablemente más honestos, acostumbrados a hacer bien su trabajo. Si, al tiempo, se les contrata con cierta transparencia, todo el mundo lo agradecerá. Incluso los mercados.
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