"Hoy me voy de aquí sabiendo que puedo negociar algo. Voy a seguir intentándolo". Este miércoles, por primera vez en siete meses, Mariano Rajoy vio una luz, aún tenue, al final de su particular túnel. Después de su reunión con Albert Rivera, la investidura estaba más cerca. Y la primera clave la daba el propio líder de Ciudadanos, que ya no vetó a Rajoy y le reconocía como lo que es: el candidato propuesto por el rey. Rivera debía, pues, estar a la altura y demostrar que hechos son amores y no sólo palabras. Las líneas rojas tenían que desaparecer. Fue, según el propio Rajoy, “el primer paso de una larga caminata”. Y vendrán más.
Precisamente, lo que se espera de Ciudadanos es que ponga sobre la mesa las reformas de rigor, pocas y claras, y fiscalice al Partido Popular
Los contactos entre Ciudadanos y el Partido Popular son fluidos y la próxima semana podría tener lugar una primera reunión formal, de la que esperan mucho en el PP. No lo disimulan. Aunque Rivera se hará rogar. Pasar del veto a la abstención y, de ahí, al voto afirmativo necesita su relato, su tiempo, de lo contrario la maquinaria chirriará demasiado, especialmente dentro del propio partido naranja. Pero tras la cerrazón de Pedro Sánchez, Rivera no podía seguir poniéndose exquisito, ofreciendo a lo sumo un tributo tan escaso como la mera abstención. Ahora, tendrá que demostrar madurez, dar su brazo a torcer, apoyar la investidura de Rajoy y, sobre todo, entrar en un futuro gobierno, porque de otra forma sería un regalo inmerecido a un PP cómodamente instalado en el fortín del voto conservador. Precisamente, lo que se espera de Ciudadanos es que ponga sobre la mesa las reformas de rigor, pocas y claras, y fiscalice al Partido Popular. Y no hay mejor manera de hacerlo que formando parte del propio gobierno. Podrá gustar o no, pero es así.
Desde el punto de vista de las declaraciones solemnes y, sobre todo, de lo que queda registrado en las malditas hemerotecas, que Ciudadanos vote a favor de la investidura de Rajoy y que, además, termine formando parte del gobierno, se interpretará como traición o, simplemente, como un engaño a sus votantes. Y a buen seguro críticas no les van a faltar, mientras que halagos recibirán pocos. Ni que decir tiene que Pedro Sánchez no escatimará esfuerzos para hacer sangrar por la herida a Rivera. Y Pablo Iglesias aún más. Pero eso será en el corto plazo. En el medio plazo importará poco quién es izquierda y quién es derecha, mucho más relevante será lo que haga cada cual. Si el público percibe que la contribución es positiva, que el partido naranja sabe fiscalizar el cambio de régimen, que es una herramienta real de reformas y, también, de saneamiento institucional, las tornas se invertirán y será Pedro Sánchez el que pague la cuenta; y con él, la izquierda en general. Los votantes terminarán premiando a quien asuma su responsabilidad. Por el contrario, castigarán al que se ponga de perfil, escondiéndose detrás del humo de viejas divisiones ideológicas que, luego, no se sostienen sobre el papel.
En política lo que no es posible es falso. Pedro Sánchez no lo quiere entender, pero Rivera parece que sí
La política es el arte de lo posible o, según Weber, en política lo que no es posible es falso. Pedro Sánchez no lo quiere entender, pero Rivera parece que sí. Asistimos al final de un periodo histórico que ya no da más de sí y toca gobernar para reformar. Urge también desembarcar en Berlín con las ideas y las cuentas claras. Lo mismo, si no más, cabe decir en lo que respecta al problema separatista. Hay que hacer de tripas corazón. Y Ciudadanos, si quiere ser útil, deberá gobernar. Imposible escoger el momento, el lugar o… el compañero de viaje. La política es así.
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