Desde el Partido Popular se afirmó que no habría líneas rojas a la hora de negociar apoyos para la investidura de Mariano Rajoy, excepto, claro está, el propio candidato. Así pues, salvaguardado el egregio líder, todo entraba dentro de lo posible. Y así lo han entendido en Ciudadanos, sólo que han aparentado dar una vuelta de turca adicional al generoso ofrecimiento del PP. Y es que las seis propuestas enumeradas por Albert Rivera (en realidad, siete) en su comparecencia ante los medios no son negociables sino condición sine qua non para sentarse a la mesa.
Se ve a la legua que el PP y Ciudadanos han mantenido estrechos contactos y que las posturas están mucho más cercanas de lo que pudiera parecer
Algunas de estas exigencias son de sobra conocidas en el PP, como la reforma de la Ley electoral o la eliminación de los aforamientos. La sexta, sin embargo, la comisión de investigación sobre el “caso Bárcenas” y la presunta financiación irregular del Partido Popular, es harina de otro costal. Incluso se podría pensar que esa exigencia, con la que Ciudadanos parece apurar la mano, está más destinada a calmar las aguas dentro de Ciudadanos que a violentar al PP. Pero lo cierto, en este país, es que las comisiones de investigación parlamentarias tienen todas los dientes de leche, son más un escaparate que un juicio parlamentario con verdaderas consecuencias políticas. Así pues, el león no es tan fiero como nos lo quieren pintar. De hecho, cabría preguntarse si realmente Ciudadanos necesita al PP para poner en marcha esa comisión, porque, para eso, apoyos no le iban a faltar.
Respecto a la séptima exigencia no enumerada junto a las otras seis, se trata de poner fecha al procedimiento de investidura antes de sentarse a negociar. Un medida que en apariencia golpea de lleno la estrategia del PP, consistente en no comprometerse hasta tener todos los huevos en la cesta. En realidad, es una exigencia de manual. Poner en marcha el reloj aumentaría la presión sobre Rajoy y daría ventaja a Ciudadanos a la hora de negociar. Porque una cosa es estar dispuesto a ceder y otra muy distinta rendirse con armas y bagajes a Rajoy y a su tropa de edecanes.
En resumen, todo parace desarrollarse conforme a un guión previamente establecido, con sus matices y, desde luego, sus tiranteces. Se ve a la legua que el PP y Ciudadanos han mantenido estrechos contactos, que las posturas están mucho más cercanas de lo que pudiera parecer. La puesta en escena de estas exigencias preliminares, apelando solemnemente a la tan socorrida como vituperada regeneración, con Albert Rivera en el papel de hombre de Estado dispuesto a depurar al PP, parece deberse más a concesiones en gran medida pactadas que a verdaderas amenazas. Los cambios de posición, pasar del no a la abstención y, de ahí, al sí y a la entrada en el gobierno, requieren un relato mínimamente aseado, una composición musical con sus acordes y compases, sus largos silencios y el tronar final de los timbales.
Ciudadanos ha demostrado ser el único partido dispuesto a hacer algo para desbloquear el Parlamento y evitar unas terceras elecciones
Aún siendo esto así, no puede negarse que Ciudadanos se ha mostrado como el único partido dispuesto a hacer algún sacrificio para desbloquear el Parlamento y evitar unas terceras elecciones, una contingencia que, más allá de las consecuencias económicas, con toda seguridad llevaría la desafección política hasta extremos tan desconocidos como peligrosos. Además, a pesar de que en España el listón está tan bajo que no es necesario estirarse demasiado para aparentar tener la estatura de un hombre de Estado, lo cierto es que Rivera les saca ya una cabeza a sus rivales, incluido Mariano Rajoy. Y dos o más a Pedro Sánchez.
Por la mañana, horas antes de la comparecencia de Rivera, la noticia de un parlamento incapaz siquiera de ponerse de acuerdo en la distribución de sus escaños era ya demasiado, la guinda del pastel, la gota que colma el vaso. Alguien tenía que hacer algo, alguien tenía que dar su brazo a torcer. Y Rivera lo ha hecho con todas las de la ley, aunque haya intentado presentarlo de la forma más aseada posible. Ahora queda por ver hasta dónde da de sí este segundo movimiento, si de verdad Rajoy quiere gobernar, y está dispuesto a pagar el precio tasado, y si el ejemplo servirá para que Pedro Sánchez asuma que ahora lo importante no es salvar un partido político, ni un liderazgo, ni un viejo cliché, sino sacar a España de una crisis económica, política y territorial extraordinariamente grave que dura ya demasiado.
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