Editorial

Contra la democracia

Tras una decisión insólita, por esperpéntica y anómala, consistente en desaparecer de la vida pública y abandonar sus obligaciones para “reflexionar” sobre su futuro, Pedro Sánchez ha tomado la única decisión que era de esperar

  • Pedro Sánchez en La Moncloa -

Tras una decisión insólita, por esperpéntica y anómala, consistente en desaparecer de la vida pública y abandonar sus obligaciones para “reflexionar” sobre su futuro, Pedro Sánchez ha tomado la única decisión que era de esperar en un impostor de la política. Después de la patética “carta a la ciudadanía” con la que sorprendió el pasado miércoles a los españoles e hizo el ridículo en medio mundo, Sánchez aumenta la apuesta y sube el nivel de estrés al que viene sometiendo al país. Un estrés insoportable que anuncia más confrontación social, acoso a la Justicia y persecución de la Prensa independiente.

En cualquier democracia en la que el Estado de Derecho cumpla plenamente con sus funciones, las actividades de la mujer de Sánchez habrían supuesto la dimisión inmediata del primer ministro

Hubo quien pensó que esta vez Sánchez hablaba en serio, que su íntima preocupación era la de proteger a su familia, que esta no era la última maniobra de un intrigante, de un prestidigitador con vocación de autócrata. Santa ingenuidad. En un infame ejercicio que recuerda punto por punto el peronismo más deleznable, Sánchez ha sido coherente con su forma de gobernar, actuando como un caudillo arrogante y caprichoso instalado en el mundo paralelo de una indecente inmunidad.

En cualquier democracia en la que el Estado de Derecho cumpla plenamente con sus funciones, las actividades de la mujer de Sánchez habrían supuesto la dimisión inmediata del primer ministro. Porque las gestiones realizadas por Begoña Gómez para favorecer a determinadas empresas serán o no ilegales -ya lo decidirán en su día los tribunales-, pero lo que no son, se mire por donde se mire, es compatibles con la ética que hay que observar siempre en política y, por tanto, con la continuidad de su marido al frente de un gobierno que se dice progresista y regeneracionista.

Sánchez quiere convencernos de que las informaciones sobre las actividades poco claras de sus familiares, claramente favorecidas desde distintas instancias del poder, son un ilegítimo intento de derrocar al Gobierno

Pero como la clausura de principios que son básicos en un sistema de libertades no parece abuso suficiente para engañar a la opinión pública, lo que ahora se busca abiertamente, con fines políticos, es su adulteración. Con esta maniobra Sánchez quiere convencernos de que las informaciones sobre las actividades poco claras de sus familiares, claramente favorecidas desde distintas instancias del poder, son un ilegítimo intento de derrocar al Gobierno. Solo una mente enferma de poder, o un autócrata que desprecia los contrapesos de una democracia -rasgos a menudo complementarios- es capaz de tan grosero intento de manipulación.

Y lo peor de todo es que hay quien se muestra dispuesto a seguirle el juego. Por descontado los dirigentes del PSOE, cuyas siglas han quedado sepultadas, como dice Nicolás Redondo, “entre banderas e inflamación populista”. Pero también una parte de la Prensa, que ha abdicado de su función esencial y cifra su supervivencia financiera en la continuidad del gobierno. Nunca en democracia habíamos asistido a un alineamiento de intereses tan descarado y dañino para el prestigio de la profesión periodística. Ellos sabrán, pero en Vozpópuli nos tomamos muy en serio las amenazas del presidente, apenas disimuladas, a la libertad de información.

Es un animal herido y desenmascarado por su propia sensación de inviolabilidad, y por la cobardía de su entorno, un grupo de pusilánimes incapaces de llevar la contraria al líder supremo, al que deben cargo e hipoteca

Como ha subrayado el líder de la Oposición, hoy hemos escuchado el que probablemente ha sido el discurso más peligroso de los leídos por Pedro Sánchez. Esta frase: “A partir de ahora demostremos al mundo cómo se defiende la democracia”, refleja como ninguna otra una aparentemente alucinada visión de la realidad. Pero solo aparentemente. No hay que engañarse. Sánchez sabe lo que dice y por qué lo dice. Se trata de un aviso en toda regla. Finalmente se ha quitado la careta, y ha decidido jugársela. Sin el menor empacho en utilizar para su afrentosa puesta en escena a la Jefatura del Estado. Es un animal herido y desenmascarado por su propia sensación de inviolabilidad, y por la cobardía de su entorno, un grupo de pusilánimes incapaces de llevar la contraria al líder supremo, al que deben cargo e hipoteca.

Son los partidos que no se pliegan al autócrata, los tribunales y los medios libres, los enemigos que Sánchez, en un inaudito desafío a la democracia, ha puesto abiertamente en la diana

Porque lo que este caso también ha puesto de manifiesto es hasta qué punto Sánchez se ha aplicado en la tarea de desmantelar cualquier mecanismo de autocontrol democrático. Lo que ahora toca es neutralizar al enemigo exterior. Justicia, prensa libre y Oposición. Son los partidos que no se pliegan al autócrata, los tribunales empeñados en cumplir con su deber y los medios de comunicación que no han abdicado del compromiso de controlar al poder, los enemigos que Sánchez, en un inaudito desafío a la democracia, ha puesto abiertamente en la diana. Con la vergonzosa complicidad de medios apremiados y estómagos agradecidos. Y la indisimulada satisfacción de EH Bildu.

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