Decía ayer un economista que “si hay que ir al infierno, se va, pero al menos que no nos escupan por el camino”. Estas palabras las pronunciaba después de leer las declaraciones del presidente del Eurogrupo y responsable del Ministerio de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, en las que dejaba caer que el modus operandi en Chipre puede ser el que se utilizará en el futuro en otros países de la Eurozona y, a su vez, después de ver el desplome de los mercados que causaron esas palabras.
Europa como concepto de sociedad organizada no puede estar en manos de personas que teóricamente son profesionales de la política pero que aterrizan en los puestos con notable falta de preparación. Hasta que logran tomar el pulso a la situación, transcurre un tiempo precioso y mientras tanto causan un montón de destrozos. En España está dolorosamente presente el recuerdo de Zapatero, que aterrizó con una notable falta de preparación y cuando a los 7 años ya se había dado cuenta de lo que significaba gobernar un país, la situación era prácticamente irreversible. Ahora sí, ahora su discurso es aceptable. Alrededor de seis millones de parados le escuchan cuando habla.
¿Cómo puede aceptarse que unas simples palabras del recién nombrado presidente del Eurogrupo puedan hundir en cuestión de minutos un 3,7% al Ibex e incrementar el tipo de interés de referencia español en unos 15 puntos básicos? Es un dislate descomunal, que muestra en qué manos está Europa, ya no sólo un mercado presuntamente unido a través de una moneda única, sino el viejo continente, imagen de la sociedad avanzada y las democracias maduras para el mundo.
Descerebramiento
Este descerebramiento supino va mucho más allá del debate sobre los recortes o las duras medidas impuestas a los países que precisan de rescate. Muestra una falta de talla y una ausencia de posturas comunes que hacen de la Eurozona poco más que una jaula de grillos movida por los impulsos de turno de ciertos políticos.
Desde Vozpópuli no se ha puesto nunca en tela de juicio que sean precisas medidas de buena gestión del gasto. Aplaudimos el ajuste de los presupuestos a los ingresos, como no puede ser de otra manera tanto en las familias como en las empresas o en los estados. Somos conscientes de que ninguna sociedad es sostenible a base de darle vueltas a la manivela de fabricar dinero, ya que eso simplemente es monetización de deuda que debe pagar esa misma sociedad más tarde o más temprano.
Pero no tiene pase que la clase política, que sigue quedando fuera del duro plan de ajustes, propine golpes directos en el rostro de la ciudadanía de manera irresponsable. Unas insensatas palabras del presidente del Eurogrupo, matizadas posteriormente, han provocado el inicio de una nueva semana de pasión, precisamente en unos días en los que la sociedad pretendía tomarse unos días de respiro en la medida de lo posible en este periodo vacacional. Bastante complicado estaba el panorama para que encima se agravara de manera tan absolutamente gratuita.
Es comprensible que los estados del norte muestren su impaciencia no sólo por la lentitud de los ajustes, sino por las decididas declaraciones en contra de los mismos en estados del peso de Italia o Francia. En España, donde al menos oficialmente hay una voluntad clara de aplicar recortes, los resultados tampoco llegan como se esperaba.
No son extrañas, por tanto, algunas medidas de presión, pero salir a estas alturas con declaraciones fuera de calibre que hunden los mercados es una señal de incompetencia absoluta. ¿O hay auténtica mala fe detrás?
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