Si hace menos de 20 años alguien hubiera dicho que las empresas españolas iban a ser líderes mundiales en sectores como la banca, las telecomunicaciones, la energía, los servicios o incluso la industria textil, le habrían tildado de fantasioso. España era un país en el que lo mejor que podía hacer un empresario era vender su compañía y en el que su ministro de Economía decía que “la mejor política industrial es la que no existe”.
Pero eso cambió, por fortuna. Probablemente, el mejor ejemplo de este avance del país sea Telefónica, una operadora pública de telecomunicaciones que tardaba años en dar de alta una línea, y que en pocos años se transformó, gracias a un proceso de privatización, en un líder internacional, con el mejor dividendo del mundo y cientos de millones de clientes en numerosos mercados de varios continentes.
Ahora, el ‘estigma España’ pasa una factura demoledora a las grandes corporaciones, que sufren una salida de inversores simplemente porque se retiran de la zona. Los mercados se les cierran a estas empresas también y la caída en Bolsa no distingue a unas de otras. Aun así, también en tiempos de zozobra demuestran ser más eficientes y activas que el Gobierno: casi todas tienen mejor rating que el Reino y hace tiempo que se mueven para esquivar el complicado acceso a la financiación. Que Repsol ponga en garantía una parte de su participación en Gas Natural para dotarse de liquidez es un perfecto síntoma de cómo están maniobrando las empresas privadas para que no les atrape el colapso financiero que sufre ya el Estado. Todas las compañías se mueven para no quedar atrapadas cuando sea demasiado tarde. Aun así, el Gobierno debe tener más que nunca sobre la mesa el daño indirecto que está provocando a las grandes corporaciones. También unos líderes europeos que no están dando la talla en estos momentos en los que la moneda única sufre su mayor crisis.
Intervenidos
Los inversores están ahora mismo descontando una intervención total sobre España, una cuestión más que complicada por el elevado importe que supondría, de alrededor de medio billón de euros. Conviene matizar que este país ya está intervenido de facto sin embargo, como lo demuestra la imposición de medidas al anterior Ejecutivo por parte del Banco Central Europeo (BCE), así como la solicitud de un rescate financiero realizada por el actual gabinete.
¿La intervención total supondría un relevo del actual Gobierno a cambio de una fuerte inyección de capital? Parece complicado, porque de momento no hay dinero y todavía menos ganas de facilitarlo por parte de algunos estados de la Eurozona, aunque cada vez hay más gente que está deseando acabar con esta incertidumbre agónica, aunque sea a costa de una troika que haría recortes sin piedad.
Otras opciones son dejar a España a su libre albedrío; que presente suspensión de pagos y salga del euro con la preceptiva quita… o incluso cada vez se escucha más que sea la propia Alemania la que abandone y regrese al marco, dejando a los demás países con su moneda, pero compuestos y sin locomotora económica.
Una ausencia de ideas claras y homogeneidad que son un desastre total en esta unión monetaria que iba a ser modélica para el resto del mundo. Hay una falta de talla total en los políticos, cuya ausencia de visión y defensa de intereses particulares evita que se lleven a cabo las medidas precisas, que no son otras que la remodelación de la estructura interna, tanto de España como de la Eurozona. Hablando claro: un desmontaje de las Comunidades Autónomas aquí, cuyo peso ha superado todo lo imaginable, pero también un proceso de reordenación de la moneda única, fuera de nuestras fronteras, con más integración fiscal y bancaria, que supondrá una inevitable pérdida de soberanía de los países. ¿Están dispuestos Francia y Alemania? ¿Serán capaces los políticos españoles de unificar el actual reino de taifas?
Hay una carencia de rumbo alarmante y esta incapacidad está destruyendo valor en las empresas a marchas forzadas. Los políticos ponen en riesgo el futuro de las grandes empresas españolas, que son las que han trabajado de verdad estos años. Eso se traduce en las monumentales cifras de paro que sufre España y que pueden ir más allá de nuestras fronteras.
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