El Buscón

¿Qué problema tiene Feijóo con el gobierno de Israel?

          

Cuatro años después de su aterrizaje en Madrid como embajador, Alon Bar regresa a su país, Israel, a proseguir sus labores profesionales en el departamento de Exteriores. El embajador Bar ha sido, posiblemente, uno de los diplomáticos israelíes más abiertos, afables, amén de dinámicos e imaginativos de cuantos han desfilado por nuestro país en los últimos tiempos. Bar ha dedicado mucho tiempo y enormes esfuerzos en apartar algunos de los pedruscos que entorpecían las vías de comunicación entre Madrid y Tel Aviv. No se lo han puesto fácil. Por ejemplo, en el ministerio de Exteriores, esa especie de pieza de museo en la que toda actividad certera o inteligente resulta una excepción.

Cosas de García-Margallo, posiblemente uno de los ministros de Asuntos Exteriores menos admirable de los últimos años, con excepción, naturalmente de Miguel Ángel Moratinos, desastre total. Los funcionarios de la Casa, incluidos los de alto rango, están saturados, hartos y fatigados de este ministro, gran amigo de Mariano Rajoy, como es bien sabido. En el Palacio de Santa Cruz no ven llegado el momento en que finalmente se llegue a las urnas en diciembre y el titular de la cartera emprenda definitivamente rumbo hacia otros destinos, cuanto más alejados mejor.

Singular excepción

Pero volvamos al embajador israelí. Nadie entiende en la legación diplomática de su país que, después de cuatro años, la única comunidad española a la que el embajador no ha podido acudir en visita oficial haya sido Galicia. El embajador Bar ha recorrido todas y cada una de las regiones de España, todas las provincias y gran parte de las localidades de interés e importancia de nuestro país. Mantiene excelentes relaciones, por ejemplo, con Monago, con Aguirre, con Cifuentes, con Herrera, con Susana Díaz, con Artur Mas, con Urkullu ycon todo tipo de dirigentes autonómicos. Pero no se le ha logrado con Galicia; no ha podido ser recibido por Núñez Feijóo. Y nadie se lo explica.

Este Buscón ha sondeado en algunos despachos importantes de la Xunta gallega y no ha conseguido una respuesta adecuada. No es Feijóo un político de escasa actividad, no es retraído, ni poco dado a las audiencias. Recibe a todo el mundo, habla con todo tipo de gentes y su despacho suele estar siempre abierto. Entonces, ¿por qué en cuatro años no ha tenido siquiera diez minutos para invitar a un café al jefe de la legación israelí?. No es Israel precisamente un país minúsculo, recóndito o anecdótico. Algo extraño ha ocurrido, algo inexplicable ha pasado. Al menos, en la legación israelí no se lo explican. Total que el embajador Bar regresa a Tel Aviv a proseguir su brillante carrera, sin haber conseguido tomarse un ribeiro con el presidente gallego. ¿Cosas de bruxas que haberlas haylas?

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