El Buscón

La alergia de los medios vascos, en especial del PNV, a pronunciar la palabra España

Deia, diario afín al Partido Nacionalista Vasco, escribe Estado como sinónimo de España para evitar escribir el nombre del país

El nacionalismo no tiene límites, más allá de los intelectuales, y utiliza cualquier herramienta para despreciar a quien considera su rival. Lo del País Vasco separatista con la palabra España no roza el ridículo sino que lo sobrepasa ampliamente. Los 'hijos' de Arana evitan mencionar dicho término porque temen, es un suponer, que solo mentarla -como si de Bitelchús se tratase- pudiese aparecer un miembro de la benemérita o llenarse de toros y folclóricas su ETB del alma. Y para evitarlo han decidido que un buen sinónimo de España es Estado. A tomar por la baja espalda el respeto, el diccionario y la inteligencia. En esto, también, son muy seguidores de Millán Astray, aunque con patrias distintas.

La (pen)última de los cachorros de Sabino Arana, dignos herederos de los Arzallus, Ibarretxes, Otegis y demás portadores de txapela calada (todo el honor a quien la viste como Dios manda) ha sido un titular en el diario Deia. El encabezado reza así: Los festivales vascos, entre los mejores del Estado y Portugal. Menos mal que esos festivales no son de idiocia, porque se saldrían del mundo.

Para conocer lo afín al PNV que es el tal Deia ('Llamada' en castellano) baste decir que el Gobierno vasco de Iñigo Urkullu fue denunciado por insertar informaciones pagadas en sus páginas y que, como premio, el director del rotativo de aquel entonces -Bingen Zupiria- ocupa hoy el cargo de consejero de Cultura del Ejecutivo vasco. 

Vuelta ciclista al Estado

La alergia al nombre del país que 'les rodea' es tal que ya han perdido toda vergüenza y caen en el histrionismo. No hace mucho que en ETB, el ente pagado con dinerito de todos -muy 'ente', por cierto- adornaba las informaciones sobre la Vuelta ciclista con la coletilla "al Estado". Como si la serpiente multicolor disputase sus etapas entre las madrileñas estaciones de Nuevos Ministerios y Moncloa, pasando por el Supremo, la Audiencia Nacional y terminando, cómo no, en la Zarzuela. Gracia patética y acomplejada que deja a cualquier lector leído en el estado, pero en el de 'shock'.

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