Puede que a la legión de fans de Amancio Ortega, el dueño de Inditex convertido en una de las mayores fortunas del mundo, la noticia les incomode, por decirlo de forma elegante, o que simplemente les decepcione y, además, profundamente, porque el prestigio de gran empresario se ha edificado sobre ese aparente desprecio que ha sentido siempre hacia las pompas y vanidades de Madrid, sobre esa capacidad suya para crear una gran empresa sin necesidad de pisar moqueta, rendir pleitesía y codearse con la clase política madrileña, a diferencia de tantos empresarios de la capital cuyo nombre no necesita ser recordado.
Pues parece que no. Pues va a ser que no. Que también a Ortega le gusta relacionarse con la aristocracia madrileña y si es con la propia Casa Real, mejor que mejor. Eso sí, dentro de la discreción más absoluta. Resulta que el dueño de Zara viene poniendo a disposición del Rey uno de sus aviones privados siempre que el Rey se lo pide, y que esto lleva funcionando así desde hace bastante tiempo sin que, hasta ahora, haya trascendido, porque al gallego discreción no le falta.
Los que en el pasado prestaron este tipo de servicios a don Juan Carlos han sido varios. Pero la nómina de quienes pueden presumir de avión se ha reducido de manera drástica en nuestro país por culpa de la crisis, y también se han reducido los viajes no oficiales del Rey a consecuencia del claro deterioro de su salud. Con la discreción asegurada, el dueño de Zara, “the world’s largest fashion retailer”, como la gran prensa internacional define a la marca, resuelve en los últimos tiempos las necesidades reales en cuestión de desplazamientos privados sin necesidad de dar tres cuartos al pregonero.
De modo que Amancio, el rico entre los ricos, sigue sin necesidad de llamar a la puerta de La Moncloa, a menos que se sepa, pero sí visita con cierta asiduidad la Zarzuela. Eso sí, sin necesidad de pisar Madrid o casi, porque desde el aeródromo de Torrejón bordea la ciudad por la M-40, enlaza con la M-30 antes de llegar a Puerta de Hierro y cogiendo el desvío del Monte del Pardo se presenta en palacio en un santiamén.
Amancio, pues, sigue tan alejado de la clase política española como de costumbre, aunque su relación con la familia real está fuera de duda, y su amistad con el Rey ya no la discute nadie. Habrá que seguir ensalzando la figura de este hombre riquísimo que en España ha sido capaz de levantar una de las mayores fortunas -y de dar trabajo a 110.000 personas worldwide- del planeta sin necesidad de ponerse de rodillas ante quienes manejan el BOE, pero tal vez sea necesario apearle de esa peana en la que tantos le habían colocado como ejemplo de desapego a las pompas y vanidades del Poder real.
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