Para quienes son verdaderos amantes de las hemerotecas es sencillo, en ocasiones, encontrar una joya como la que esconde el editorial de La Vanguardia publicado, con José Antich como director, el 28 de junio de 2008. Bajo el título de “Juegos vascos” el diario editado por el Grupo Godó mantuvo entonces que el referéndum independentista propuesto por el ex lendakari Juan José Ibarretxe era “jurídicamente inviable” ya que vulneraba la Constitución “y se basa en la errónea pretensión de que para llevarse a término no necesita la autorización del Estado”. Más madera para quemar la aventura soberanista del PNV: “El referéndum autodeterminista otorga al Parlamento autonómico [el vasco] una competencia que no tiene…La consulta que impulsa el lendakari”, abundaba el mismo editorial, “persigue fundamentalmente afirmar la existencia de un ámbito vasco de decisión que fragmenta la soberanía política, una soberanía que, según la Constitución vigente, pertenece al conjunto del pueblo español…Ibarretxe sabe desde el primer momento que su iniciativa es inviable”. Hay otros párrafos que ilustran el decidido entusiasmo con el que el diario que más ayudas ha recibido de la Generalitat dio la bienvenida al ‘plan Ibarretxe’, dos años antes de que el “referéndum resolutivo” prometido por el ex lendakari se viera definitivamente frustrado.
Contrasta la línea editorial con la que La Vanguardia entretuvo a sus lectores en los preámbulos de la crisis económica con la que ha lucido en estos días de vinos y rosas para el nacionalismo antes de que las urnas colocaran a Artur Mas en su sitio. La víspera del 25-N, el editorial del periódico que, cuatro años después de la atronadora descalificación a Ibarretxe, sigue dirigiendo José Antich, defendía que “el futuro de las sociedades libres está siempre abierto”, al tiempo que se insertaban todas las propuestas conocidas durante la campaña electoral, “legitimidad del derecho a decidir” incluida, dentro del “debate político de gran intensidad y riqueza de matices en el que se halla sumergida la sociedad catalana”.
En uno de los artículos firmados por el director, en este caso el pasado 17 de noviembre, se elogiaba la “apuesta política de Artur Mas” y se criticaban “los resortes durmientes del Estado para impedirla a toda costa”. “¿Alguien se ha parado a pensar si en política vale todo, incluida la guerra sucia?”, se preguntaba el articulista en alusión al escándalo de las cuentas suizas. Y para rematar el partido, es difícil resistirse a mencionar un último editorial, el del 11 de noviembre, en el que el citado diario se permitía censurar, incluso, el tratamiento que en otros medios de comunicación estaba encontrando el desafío soberanista de CiU. “Sería interesante que algunos medios de comunicación españoles se aproximasen a la realidad catalana con la misma honestidad intelectual, serenidad y franqueza con que lo están haciendo la gran mayoría de los medios extranjeros…”.
Pues eso, que de estómagos agradecidos está el mundo lleno.
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