Taburete, el grupo en el que actúa Guillermo, el hijo de Luis Bárcenas, ex tesorero del PP abonado a los juicios de corrupción, triunfa por toda la geografía española.
Después de unos conciertos con triunfos a finales del año pasado, continúa la racha en los primeros meses del 2017 con localidades agotadas en Córdoba el 17 de febrero, Sevilla el 18 y para Oviedo el 24 de este mismo mes. La gran prueba era Madrid, el 16 de marzo, y quedan pocas localidades.
Para empezar se han acabado las más caras. El Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, llamado en la actualidad Wizink Center, tiene una capacidad máxima de 17.400 plazas.
Las localidades más caras, 55 euros y 27,50 euros ya han desaparecido de la taquilla y quedan las de 20 y algunas de 25 euros, las que están más lejos del escenario.
Además de por Internet las entradas se pueden comprar en todas las oficinas de Correos, lo que hace pensar que antes del día 16 de marzo se agotarán las localidades.
En otro tiempo quizá la zona Vip hubiera estado repleta de conocidas caras del PP, pero no se espera a ningún joven valor del partido en el Wizink Center.
El grupo está formado por Guillermo Bárcenas (Willy), Antón Carreño, nieto de Gerardo Díaz Ferrán, compañero de cárcel durante algún tiempo de Bárcenas padre, y Joaquín Gasset. Luego se han unido Manuel Hevia, Guillermo García Carrión, y Antonio de la Fuente.
El apellido pudo ser un apoyo para un buen primer arranque, pero la verdad es que el grupo llena por allí donde va y no le importa enfrentarse a aforos como el de Madrid donde había peligro de muchos claros.
La carrera es vertiginosa. El primer álbum fue autoeditado en septiembre de 2015 y se llamó ‘Tres Tequilas’ y petó las redes sociales, principal camino de promoción de Taburete y donde el grupo se mueve muy bien.
En noviembre de 2016 sacaron su segundo disco también en autoedición. Se han tirado a la piscina y han incluido en la gira de este año recintos grandes como el Palacio de Madrid, el Laboratorio de las Artes de Valladolid, el Palacio de Deportes de Santander o el Sant Jordi Club.
Niegan ser un grupo que hace melodías para pijos. En sus conciertos se escucha música pegadiza, rock y hasta rancheras y se puede ver fundamentalmente a chavales de menos de veinte años.
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