La semana que viene comienza con una muestra más del repentino ‘furor estatuero’ que parece sufrir el Ayuntamiento de Madrid, tal vez espoleado por estos malos días que sufre la capital, tanto por el gatillazo olímpico como por el reciente cagancho adelsonianos: la relaxing alcaldesa presentará este lunes, junto a la Armada, el proyecto de estatua para Blas de Lezo, uno de los más insignes marinos españoles, capaz de derrotar a los ingleses en Jamaica, hecho que los británicos tienen convenientemente borrado de sus libros de texto.
Blas de Lezo es una gloria naval, encumbrada quizá para jeringar a los ingleses ahora que lo de Gibraltar se ha puesto otra vez de moda, aunque el nacionalismo catalán no puede ni verle, ya que participó en los bombardeos a Barcelona de 1714. Pero, a su vez, este marino patapalo (así se le conocía), nacido en Pasajes, es asimilado por el nacionalismo vasco, quien recuerda insistentemente su origen euskaldún.
Nada se sabe ni de la estatua ni de su ubicación, aunque parece que se ha barajado la Plaza Colón, donde dentro de poco ya no van a caber más monumentos, por lo visto.
Asimismo, la Armada también promueve un homenaje a Jorge Juan, el ingeniero naval que calculó realmente la longitud del meridiano y revolucionó el modelo de naviero español. Al parecer, la Armada proponía colocarla justo debajo de la estatua de Colón en Madrid, lo cual le pareció a la división de Paisaje Urbano, dependiente del Área de las Artes, como ponerle dos pistolas a un cura. Así, parece que irá al final de la calle Jorge Juan (lógico). Pero hay más.
Me cuentan que una delegación texana ha propuesto al Ayuntamiento una estatua ecuestre de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, conquistador de Texas e introductor del caballo en la zona. Lo fuerte es que quieren que tenga ¡16 metros de altura! Una salvajada, que la situaría sin duda entre las mayores del mundo y, por lo visto, el consistorio propone colocarla en las cuatro ‘torres Florentino’ (Torre Figo, Torre Zidane, Torre Ronaldo y Torre Beckham), situadas al final del Paseo de la Castellana.
No ha trascendido más de esta historia, pero la propuesta está sobre la mesa. No falta quien dice que lo que deberían hacer es menos estatuas en esa zona y acabar la zona trasera, donde debería ir un majestuoso auditorio circular, que está tapada de mala manera con hormigón y no hay ni un mal jardín o plazas para aparcar. Nada; es como un enorme panteón urbano.
Si es así, esperemos que el caballo tenga unos atributos más proporcionados que el de la célebre estatua a Espartero y que no ofrezca sus partes innobles hacia el despacho de don Juan Miguel Villar Mir, que tiene la sede de su empresa y su propia vivienda en la Torre Espacio.
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