Los grandes del ladrillo que se hicieron de oro en la década de los 2000 y cayeron uno tras otro nunca destacaron por su austeridad, ni por su capacidad de gestión de empresas a largo plazo, ni tampoco por su buen gusto. Montaron imperios de la nada con poco o nada de preparación y mucha intuición y fortuna para después protagonizar sonoras bancarrotas, estrepitosas caídas en las que dejaron muchos cadáveres en el armario en forma de impagos a proveedores y proyectos sin terminar.
El paradigma de estos 'reyes del ladrillo' fue Fernando Martín, quien protagonizó una de las operaciones más sonadas de la época pre-crisis, al comprar sin miedo la inmobiliaria Fadesa a Manuel Jove, que le colocó su empresa por más de 4.000 millones de euros. Al que fuera presidente del Real Madrid durante tan solo 3 meses de 2006 nada parecía pararle, hasta que llegó la realidad y con ella la destrucción de su efímero imperio.
En concurso de acreedores desde 2008 con 7.000 millones de euros de pasivo (la mayor quiebra no bancaria nunca ocurrida en España) Martinsa abandonó no hace mucho su sede central, sita en una de las plantas de un edificio propiedad de Metrovacesa en el Paseo de la Castellana de Madrid. Se trataba de una amplia oficina desde cuyos ventanales Martín podía ver el estadio Santiago Bernabéu, una de las grandes referencias para el empresario vallisoletano, madridista acérrimo que logró efímeramente presidir el club de sus amores.
Otra empresa acudió a ocupar esta planta una vez quedó libre. Pero la sorpresa de los nuevos inquilinos fue cuando observaron que las antiguas oficinas tenían una configuración un tanto peculiar. Según le han contado a este Buscón, que no tiene problemas en meterse y cotillear en todos los edificios de Madrid, el despacho presidencial ocupaba una buena parte de los metros cuadrados totales de que disponían, además de contar con unos materiales poco apropiados a lo que se espera de una oficina: más bien aparentaba ser una zona de esparcimiento y relajo que el empresario vallisoletano podría utilizar incluso para descansar si su agenda así se lo permitiera, y siempre a unos escasos metros del Bernabéu, donde disfrutaba de parte de su vida social y de negocios.
De otra generación, con otros valores empresariales más orientados a la igualdad entre directivos y 'soldados rasos', los nuevos inquilinos pidieron al dueño del inmueble que acabara con esas estancias tan poco comunes en una oficina, para establecer una configuración mucho más acorde con los tiempos que corren: espacios diáfanos, pocos despachos y eso sí, zonas comunes amplias para que los trabajadores puedan disfrutar de tiempo libre en un sitio adecuado.
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