El Buscón

Juan Luis Cebrián, el amo de Prisa, no consigue colocar la biblioteca de su padre

Las colecciones de libros de Vicente Cebrián o Enrique Aguinaga buscan sin éxito un futuro digno.

Los libros cada vez tienen menos valor pecuniario, por muy alto que sea su valor sentimental. Esa lección la está aprendiendo Juan Luis Cebrián. El presidente ejecutivo de Prisa está tratando, sin éxito, de colocar en alguna institución la extensa biblioteca de su padre, con miles de ejemplares. Vicente Cebrián Carabias, director del diario oficial Arriba y secretario general de la Prensa del Movimiento durante el régimen franquista, falleció en 2010.

Unos años después, los Cebrián empezaron a buscar la forma de extender la vida, de forma honrosa, de los volúmenes de su progenitor. Pero no lo consiguen: para ser aceptada, una colección normalmente tiene que tener una temática y un valor que exceda el coste de almacenarlo y de procesar técnicamente los ejemplares para ponerlos a disposición del gran público. En las bibliotecas universitarias, por ejemplo, se suelen admitir o no en función de su valor cultural o bibliográfico. Por supuesto, se tiene en cuenta su conservación, que el ejemplar no exista ya en el catálogo, y la temática. Y a veces ni con esas.

La librería de Enrique de Aguinaga, el nonagenario cronista de la Villa de Madrid, está en un limbo similar, tratando de buscar nuevo hogar, uno interesante. Pero no hay manera. De Aguinaga, extremeño, catedrático, periodista histórico y fundador del Máster de Periodismo de ABC, tiene entre otros una partida sobre la Villa y Corte de excepción, según ha sabido este Buscón.

Hay dos tipos de libros usados: los anónimos, y los que pertenecen a hombres ilustres. Sin embargo, y aunque vayan por miles, todos se arriesgan a la misma suerte: acabar malvendidos en la madrileña Cuesta de Moyano.

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