“Se asombraba un portugués/ de ver que en su tierna infancia/ todos los niños en Francia/ supiesen hablar francés…” Poco español mínimamente leído habrá que no haya celebrado los conocidos versos de Moratín a propósito de aquel hidalgo portugués que consideraba “arte diabólico” o prodigio sobrenatural la facilidad que, según él, tenían los niños de Francia para hablar francés.
Arte o prodigio es, para cualquier español, con hidalguía de por medio o no, el aprendizaje del idioma inglés, una asignatura con la que los naturales de Celtiberia, sobre todo las viejas generaciones, han tropezado siempre porque nunca se nos ha dado bien, hasta el punto de que lo natural es estudiarlo toda la vida y hablarlo mal siempre. El problema es que, para determinadas profesiones en particular, el dominio fluido del idioma de Shakespeare es hoy fundamental. Por ejemplo, para ser presidente del Gobierno.
Es el caso de Mariano Rajoy, con casi todas las papeletas en la mano para ser el próximo inquilino de la Moncloa. El político gallego no quiere repetir en su persona la triste imagen de Don Tancredo que Rodríguez Zapatero ha compuesto en los últimos siete años y pico por cumbres y conferencias internacionales. De modo que se ha puesto a ello con singular empeño.
Pero se ha puesto tarde. Y partiendo de “cero patatero”, que diría José María Aznar. Todas las mañanas, a partir de las 8 –por la noche, en su caso, si el candidato no sale a dar su habitual paseo en compañía de su mujer, Viri, y un escolta por la ribera del arroyo Meaques, entre Pozuelo y Aravaca Sur Mer-, el candidato recibe en su casa a una profesora nativa que trata de hacerle avanzar por los vericuetos de esa maldita lengua que tanto se resiste a tantos españoles.
Por dedicación y esfuerzo no ha de ser. Tanto interés ha puesto el candidato que este verano, pleno mes de agosto, playa de Portonovo, Ría de Pontevedra, el político aprovechaba el tiempo de ocio en la arena para repasar vocabulario con su hijo Juan, 6 años os contemplan:
-Venga, Juanito, dime palabras en español y yo te las respondo en inglés. ¡Te doy un euro a la semana de paga!
Y allí estaba Juanito entrando divertido al trapo y ganándose su primera soldada, una tarea a la que su hermano mayor, 12 años ya cumpliditos, se negaba en redondo.
Don Mariano no pretende epatar a nadie con su inglés. Mucho menos se plantea subirse un día a una tribuna en Georgetown University para dar una lección magistral en inglés, caso de ese caradura consumado que es el citado Aznar. Rajoy tiene bastante con defenderse, simplemente defenderse, poder saludar con cierta soltura a sus colegas europeos cuando acuda a Bruselas y entender y hacerse entender con un nivel aceptable. Nada más. Y nada menos.
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