El Buscón

La planta de Podemos en el Congreso se convierte en un solar por vacaciones

  

Fueron altavoz de la lucha contra los privilegios de la casta política, pero pronto se han mimetizado con el peor parlamentarismo de moqueta. Fueron quienes denunciaron que sus señorías apenas pisaran la Cámara baja en los meses inhábiles de julio y agosto, pero ellos están haciendo ahora tres cuartos de lo mismo. La cuarta planta del Congreso de los Diputados, donde se encuentran los despachos de Podemos, los herederos del "no nos representan", era ayer un verdadero solar en horario laboral, tal y como refleja la imagen a la que ha accedido este Buscón. Los despachos de Pablo Iglesias y compañía cerrados a cal y canto y el pasillo despejado del tránsito de los paladines del cambio. Faltaba sólo el cartel de "cerrado por vacaciones", y ello a escasos ocho días del debate de investidura.

De igual modo, los líderes de Podemos ni siquiera aparecieron este lunes por la zona de periodistas de la planta baja, como hacen habitualmente, para entrar en directo y colocar el mensaje en los magacines matinales de televisión. La agenda oficial del partido morado sólo recogió ayer la participación de su portavoz en el Senado, Ramón Espinar, en el plató del programa Las Mañanas de Cuatro. Nada más. A Iglesias no se le ve aparecer en el Congreso desde el pasado jueves, cuando los cuatros principales partidos se repartieron la Mesa de la Diputación Permanente. El secretario general de la formación morada, que llevaba tiempo desaparecido, aprovechó la ocasión para buscar la alcachofa y contar que había hablado con Pedro Sánchez. Dijo que ambos habían coincidido en la necesidad de buscar una alternativa si Rajoy fracasa en su investidura. Sin embargo, no tardó en llegar el desmentido de Ferraz, mostrando su cabreo con Iglesias y negando que el líder socialista hubiera tratado con su homólogo esa estrategia común. "No ha habido nada más allá de los contactos habituales", fue la respuesta del PSOE.

Los diputados de Podemos fueron altavoz de la lucha contra los privilegios de la 'casta política', pero pronto se han mimetizado con el peor parlamentarismo de moqueta

Si la planta cuarta, donde está ubicado el grueso de los diputados de Podemos, permanecía ayer desolada, la actividad en la tercera planta bis, la inmediatamente inferior, no era mucho más frenética. En ella se encuentran los despachos de los diputados confluyentes, esto es, de las mareas, y de parlamentarios propios de Podemos por las circunscripciones de Cataluña, País Vasco y Comunidad Valenciana. El trasiego aquí también era mínimo, por no decir inexistente. Sólo a Alberto Garzón, portavoz de IU y socio de Podemos en las elecciones generales del 26J, se le pudo ver subiendo y bajando escaleras para hacer unas breves declaraciones en el set de televisión del Congreso. Y lo hizo sin gran novedad: pidió a Pedro Sánchez que "intente una alternativa (a Rajoy) con apoyos en el resto de fuerzas parlamentarias" para evitar así unas "terceras elecciones". Este mensaje que el coordinador general de IU quiso repetir ante la prensa ya se lo ha trasladado al PSOE en los "contactos permanentes" que mantiene con el entorno de Sánchez.

El mayúsculo hartazgo de la ciudadanía con la clase política

A fecha de 6 de agosto, ni Podemos ni PP tenían registrada iniciativa alguna en la presente legislatura, mientras que el PSOE acumulaba 134 hasta entonces. Una cifra que ha ido aumentado en los días sucesivos. Por ejemplo, los socialistas formularon una petición para que la comisión de investigación anticorrupción que ha exigido Ciudadanos se circunscriba únicamente a los casos que afectan al PP. Los populares justifican su inacción en que todas estas iniciativas decaerán si no arranca la legislatura con la formación de gobierno. Por parte de Podemos, no hay explicación concreta sobre su pasividad, muy lejos de la hiperactividad que mostraron en ir al registro al comienzo de la legislatura pasada. Quizá en la formación morada han asimilado que ya no son decisivos como hace unos meses, pero tampoco pueden obviar que el hartazgo de la ciudadanía con la clase política, con la nueva y con la vieja, con la que pasea el palmito en lugar de arremangarse, está alcanzado unos niveles preocupantes.

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