Los príncipes Guillermo y Enrique de Inglaterra han pasado el fin de semana cazando en la finca La Garganta, al sur de la provincia de Ciudad Real, en pleno Parque Natural del Valle de Alcudia y Sierra Madrona, propiedad de Lord Gerald Cavendish Grosvenor, 62 años, sexto duque de Westminster, noveno conde de Grosvenor, vizconde de Belgravia, barón de Grosvenor y Eaton, y uno de los hombres más ricos de Gran Bretaña. La Garganta, próxima al municipio de Fuencaliente, es uno de los mayores y más exclusivos cotos de caza de Europa Occidental, tal como ayer lo definía el tabloide londinense Daily Mail, que fue quien levantó la liebre.
No eran liebres, sin embargo, lo que a lo largo del fin de semana cazaron los nietos de Isabel II, sino ciervos y jabalíes. Caza mayor. Según el diario, Guillermo, segundo en la sucesión al trono británico, y Enrique volaron por separado a Sevilla el jueves pasado, en compañía de cuatro amigos y algunos oficiales de Scotland Yard, y desde el aeropuerto hispalense se desplazaron a la finca, una propiedad de 15.000 hectáreas, la mayor de España, alojándose en uno de los tres pabellones de que dispone para uso y disfrute de los ilustres invitados de Lord Cavendish, en concreto en una edificación con 10 dormitorios amueblados con todo tipo de comodidades.
Cosas de la realeza, bien sea británica o española, resulta que las jornadas de caza del heredero al trono británico y su hermano coinciden plenamente con el lanzamiento en el Reino Unido de una campaña contra la caza furtiva, de la que es imagen el propio príncipe Guillermo, así como de su participación en una conferencia de alto copete organizada para combatir el comercio ilegal de especies. Pura coherencia, británica en este caso.
Pero no es el único desafuero, porque, como ayer destacaba la prensa digital manchega, Guillermo y Enrique han visitado ya en otras ocasiones una finca en la que, por expresa voluntad de su dueño y con la vista gorda de las administraciones públicas españolas, se mantienen más de 13 caminos públicos cerrados a cal y canto para los habitantes de los pueblos de la zona. Y es que el señor duque de Westminster, poco o nada escrupuloso a la hora de respetar las leyes españolas, se comporta en España como un señor feudal o casi.
Los atropellos de Lord Cavendish con los lugareños
Resulta que en el mayor coto de caza de Europa, y a pesar de las protestas de los grupos ecologistas, no parecen regir las leyes que aseguran la convivencia en todo país civilizado, sino, como se ha dicho, algo parecido a un derecho feudal: caminos públicos cerrados durante décadas, vallados ilegales, hermetismo para la mayoría de los cuerpos de seguridad, trato de favor de las autoridades públicas, opacidad, abusos para con los transeúntes por el único camino accesible, y la práctica imposibilidad de acceder a la aldea de La Garganta, pequeña localidad ubicada en el interior de la finca.
El fincón fue propiedad de la compañía minera Río Tinto y luego del Duque de Baviera (primo del rey Juan Carlos I), quien en 2001 lo vendió a Lord Cavendish. Con un patrimonio valorado en unos 7.300 millones de euros, el dueño del Grupo Grosvenor es considerado por la revista Forbes como la tercera fortuna del mundo del sector inmobiliario. Se dice que es 20 veces más rico que la reina de Inglaterra. Por las 15.000 hectáreas de La Garganta pagó la friolera de 17.000 millones de pesetas, más de 100 millones de euros. En ella han cazado y/o hecho negocios personajes muy destacados en el mundo de las finanzas o la aristocracia. Allí se conocieron, o simplemente estrecharon lazos, el Rey Nuestro Señor y su “entrañable amistad”, la supuesta princesa Corinna, ahora desaparecida del mapa (o eso parece). Corría el año 2004. ¡Toma antecedentes!
La Garganta cuenta con una veintena de guardas, helipuerto, iglesia, escuela, un hospital de primeros auxilios y varios pabellones palaciegos. En ella ha cazado gente de las finanzas, la banca o la política (en concreto, y entre otros muchos, Esperanza Aguirre, Álvarez Cascos o Federico Trillo), además de miembros de la realeza europea. Los últimos vecinos de Horcajo, un pueblo cercano a la finca hoy prácticamente abandonado, no se sienten tan felices con tanta grandeur. No hace mucho aseguraban que los guardas de la finca “nos hacen la vida imposible para que nos marchemos y así el señor duque pueda quedarse con las tierras cercanas que aún no le pertenecen”. Todo un “señor”, este Lord Cavendish, y unos sinvergüenzas quienes se lo consienten.
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